No son de izquierda ni de derecha, defienden la privacidad en Internet y la pelea contra el copyright es su bandera. Un movimiento que nació en Suecia, logró escaños en Europa y ya desembarcó en Argentina.

La resonante y sorpresiva victoria de Donald Trump en Estados Unidos en 2016 y el triunfo de Mauricio Macri en las elecciones nacionales de 2015 son solo dos de los ejemplos que demuestran que los partidos políticos tradicionales están en pleno retroceso.

En la última década surgieron espacios con expresiones cada vez más variadas. Uno de ellos es el Partido Pirata, una atípica agrupación que no distingue entre izquierda o derecha y enarbola las banderas de la privacidad, la transparencia entre pares y la cultura libre como sus principales estandartes.

Su origen se remonta a Suecia y data de 2006. Rickard Falkvinge, un ex empleado de Microsoft, instaló la piedra fundacional inspirado por el fenómeno de la popular plataforma de descarga de contenido libre Pirate Bay, que por ese entonces estaba en auge y en constante controversia con las empresas productoras de contenidos audiovisuales.

La defensa de los derechos civiles y sociales, la democracia directa, la reforma del Copyright y las patentes son solo algunas de las proclamas de esta novedosa expresión política, antisistema y reformista por excelencia. También el libre acceso al conocimiento, la privacidad, el acceso igualitario a internet y la neutralidad en la red.

De a poco, el fenómeno replicó en otros países europeos -está consolidado en más de diez-, cruzó el Atlántico y llegó a la Argentina, donde el Partido Interdimensional Pirata (PIP) busca soltar amarras y atracar.

La propuesta sedujo a un grupo de entusiastas de la criptografía y el software libre que venían compartiendo diferentes espacios relacionados con la tecnología. “Nos vimos en la necesidad de encarar la problemática política que genera la falta de protección de la privacidad de las personas en Internet. Por eso tomamos como ejemplo el movimiento pirata, para buscar una alternativa política regional orientada a los temas que nos importaban”, explica a DIA 32 uno de los integrantes del movimiento en el país.

En el Viejo Continente el fenómeno pirata creció notablemente y fue ganando adeptos. En su Suecia natal llegó a tener dos escaños en el Parlamento Europeo y goza de más de 40 mil afiliados. En Alemania también logró una banca.

Lo más reciente data de Islandia, donde la candidata Birgitta Jónsdóttir, una ex activista de WikiLeaks, quedó tercera en los comicios parlamentarios de octubre de 2016 con el 14,5% de los sufragios, en una elección marcada por los casos de corrupción del ex primer ministro Sigmundur David Gunnlaugsson, implicado en los Panamá Papers.

Diferente es la situación en Argentina, donde los “piratas” apenas comienzan a darse a conocer, no cuentan con muchos afiliados y, por el momento, lejos están de pensar en presentarse a una elección.

“Nos estamos enfocando en dar soporte y herramientas a los organismos y movimientos de lucha para que puedan ejercer sus actividades de forma segura. Creemos en una mirada integradora que atraviese todos los frentes de lucha sin buscar acaparar poder para nosotros mismos”, explican.

Sin embargo, que el PIP no se presente a las elecciones no significará que no haga ruido: “De acá a mediano plazo la perspectiva es promover y mantener los talleres de seguridad informática (Grog&Tor) que damos todos los meses, generar lazos con organizaciones afines a nuestros ideales y participar activamente en la creación de una cultura libre y colectiva que pueda ser accesible por todas las personas”.

La historia tiene un concepto negativo sobre los piratas. En el Siglo XXI, ya no llevan parches ni patas de palo y no se relamen por cuantiosos tesoros. Su deseo es atender a temas que otros sectores le dan la espalda, pero que también nos involucran a todos.

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