Está claro que la manera de educar y de enseñar a los niños se debe una revisión. Con los métodos actuales, los chicos se aburren, se duermen y se frustran sentados en pupitres, mirándole la nuca al compañero de adelante, o la cara a un profesor que hace lo mejor que puede con una tiza y un pizarrón. Los esquemas tradicionales están siendo cuestionados, incluso desde dentro de las mismas instituciones, públicas o privadas, que intentan reinterpretarlos.
Existen multitudes de experiencias y educadores que ya se atrevieron a pensar en conceptos como educación sin escuela, escuela libre, educación activa, popular, libertaria, cooperativa, ecológica, democrática, holística, educación en casa y, creada en 1919 por el austríaco Rudolf Steiner, la pedagogía Waldorf. Una palabra que suena mucho en Ingeniero Maschwitz, donde el ejemplo más claro es el colegio Clara de Asís.
La institución nació en 1993 con un jardín de infantes, y a medida que pasaron los años fue sumando primaria y secundaria. Su sede está ubicada sobre la calle Independencia Sur al 700 y ocupa un predio de casi tres hectáreas rodeadas de naturaleza.
Como todos los centros Waldorf, funciona como una asociación entre profesores y padres. Con respecto al arancel, hay una cuota sugerida, pero si alguien no pudiera pagarla otorgan becas y descuentos. Asisten chicos que provienen de familias de clase media y alta, muchos de ellos hijos de los tantos famosos que viven en la zona.
DIA 32 quiso dialogar con sus autoridades, pero no fue posible: se negaron a una entrevista alegando “falta de tiempo”.
Acompañar la individualidad
Una de las mayores diferencias entre un jardín tradicional y uno Waldorf es que no se intenta la intelectualización precoz de los niños. Les enseñan a leer, a escribir y a contar recién cuando ingresan a primer grado, a los 7 años. “Pero lo más importante es que se toma al niño como un ser integral, que tiene un cuerpo físico y un alma sensible. La enseñanza no va dirigida al pensar del niño sino al hacer, a su voluntad, a su sentir. Es una educación que trata de acompañar la individualidad en su máxima expresión. No queremos que sean todos iguales sino que celebramos las diferencias”, apunta a DIA 32 una docente de nivel inicial especializada en la pedagogía de Steiner que pide el anonimato.
Además, todo se le acerca al alumno mediante una imagen, se hace mucho hincapié en los relatos, en los cuentos, en la música, las canciones y el dibujo. “La vida en el jardín es lo más parecido a una vida de hogar, donde amasamos el pan, ponemos la mesa a la hora de comer y cocinamos juntos”.
Las salas son integradas, de los 3 a los 6 años, para que el más pequeño pueda ver al más grande, que ya tiene conquistadas otras facultades, y aprender por imitación. “De esta manera, a los mayores les dan ganas de ayudar a los más chicos, de enseñarles, de abrigarlos cuando salen”, afirma la maestra.
Al entrar a clase, los chicos se paran en la puerta del aula, miran a la docente a los ojos y le dicen: “Buenos días, querida maestra”. Ella recibe al alumno de la misma manera, llamándolo por su nombre. Así todos los días, al entrar y al salir. Luego los chicos se sacan los zapatos con los que llegaron y se ponen unas cómodas pantuflas.
En la mayoría de los colegios Waldorf no usan uniformes: van con ropa cómoda y acorde al lugar. Aunque no está prohibido, les aconsejan no llevar prendas con marcas comerciales o con personajes como Mickey, Superman ni ningún tipo de superhéroe.
Empiezan el día con rondas y escuchando cuentos, historias o canciones, muchas veces relacionadas con la estación del año. Con respecto a la evaluación, durante todo el ciclo lectivo el maestro realiza un registro narrativo de cada alumno, que les entregan a los padres al finalizar el año. De esta manera, se intenta no generar competitividad en el grupo y valorar el proceso por el cual el niño transita.
Contenidos curriculares
En la primaria cursan materias especiales como labores, música, educación física, inglés, tejido, huerta, teatro y euritmia, unos ejercicios coreográficos que sirven para expresar los tres aspectos del alma: pensamiento, sentimiento y voluntad.
A partir de sexto grado, por las tardes, también pueden asistir a talleres de construcción, carpintería, modelado, orquesta y agricultura, entre muchas otras opciones, dependiendo de la institución.
A diferencia de las escuelas tradicionales, donde en una misma mañana se dicta un poquito de cada materia, en los colegios Waldorf el aprendizaje se organiza por épocas. Esto quiere decir que durante tres o cuatro semanas se aborda un área de trabajo; por ejemplo, matemática en la hora principal. Concluido ese tiempo comienzan con la siguiente materia, a la cual se abocan en profundidad. Las matemáticas se dejan dormir y se retoman en otro momento del año con más impulso. Alternar los contenidos de esta forma facilita el aprendizaje, afirman los maestros Waldorf.
Otra característica es que se trabaja por septenios, cada uno de los cuales representa las distintas etapas evolutivas. La primera infancia abarca hasta los 7 años y su actividad central es el desarrollo del cuerpo físico. En la infancia media, desde los 7 a los 14, cuando cursan la primaria, el conocimiento del mundo se realiza a través de la imaginación; y el tercer septenio, la adolescencia, época del secundario, es el período de maduración de la personalidad y de la capacidad intelectual del joven.
Buscando algo distinto
La mayoría de los padres que toman la decisión de darles a sus hijos este tipo de educación lo hacen porque ellos mismos están en la búsqueda de un estilo de vida distinto. “Siento que la escuela Waldorf tiene coherencia con lo que yo pienso”, dice Paola Fogolin, madre de Guido y Salvador. “Tienen una mirada como más real, que para mí es más saludable. No les enseñan a comprar un mundo que no existe sino que les muestran la naturaleza, el juego. Hacen mucho hincapié en los valores, en el respeto, en el cuidado, en ordenar, en el saludo, tienen una mirada muy amorosa que a mí me encanta. Además, se hacen muchas actividades donde se convoca a la familia, eso es algo que no se ve mucho”, agrega.
Patricia Bremer es otra madre que decidió inscribir a su pequeña hija en el Clara de Asís. “La escuela tradicional no nos terminaba de cerrar, eso no quiere decir que nos cierren todos los conceptos de la Waldorf, pero sentimos que son más acordes a lo que queremos como padres. La educación tradicional pone el centro en que el niño se adapte a la sociedad, al sistema, y esta pedagogía apunta al desarrollo del ser íntegro”, define.
El Clara de Asís es el único centro Waldorf reconocido oficialmente en el partido de Escobar pero, sobre todo en jardines de infantes, la pedagogía se propaga en voz baja mientras esperan la legalización. Y no sólo en Maschwitz, en Loma Verde hay un jardín que ya tiene la inscripción abierta para 2013.
Rudolf Steiner, el creador
La pedagogía Waldorf nació poco después de la Primera Guerra Mundial (1919), cuando el industrial Emil Molt le encargó al austríaco Rudolf Steiner (1861-1925) organizar y dirigir una escuela libre en Stuttgart, Alemania, para los hijos de todos los empleados de su fábrica de cigarrillos Waldorf. Así se formó el primer grupo de maestros del nuevo colegio, destinado a ser un modelo educativo y social vivo.
La modalidad encontró un amplio eco en Alemania y aparecieron escuelas en otros países europeos como Holanda, Inglaterra y Suiza. Todas fueron cerradas con la Segunda Guerra Mundial, pero en 1945 se constató que habían continuado extendiéndose en la clandestinidad.
Actualmente existen más de 2.000 escuelas de educación primaria, secundaria y bachillerato Waldorf y más de 1.900 escuelas de educación infantil en más de 90 países.
Steiner fue doctor en Filosofía y Letras. Estudió matemáticas, física y otros dominios de las ciencias y de las artes. Consciente de que en el siglo XX el hombre moderno necesitaría encontrar una nueva concepción del mundo y de sí mismo, creó la Antroposofía, sabiduría o conocimiento del ser humano.