Desde hace más de seis décadas, la frase pronunciada en 1959 por el entonces ministro de Economía Álvaro Alsogaray emerge cada tanto con un nuevo sentido. Ahora, ante la pandemia de coronavirus otra vez hay que “pasar el invierno”. De eso se trata la cuarentena estricta que, al cierre de esta edición. empezaba regir en el partido de Escobar y en otros 34 municipios de la provincia. Un freno de mano ante la escalada viral, para evitar que colapse el sistema sanitario y que se puedan seguir salvando vidas.
Junio, estadísticamente, fue el mes más duro. El aumento de la actividad comercial y la movilidad urbana tuvo un correlato proporcional en la multiplicación de los contagios. Tal como se esperaba. Al último día de mayo los infectados en Escobar eran 157; junio terminó con 536. El virus se expandió de manera comunitaria y ya está por todas partes.
Además, hubo ocho nuevas muertes, que elevaron a 23 las víctimas fatales desde que llegó la pandemia.
En líneas generales, la situación del partido de Escobar es tan crítica como la de los demás municipios del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Incluso es menos grave, en términos comparativos, que hace un mes.
El índice de letalidad, por ejemplo, tuvo una merma apreciable. Finalizó junio en 4%, tras haber alcanzado un pico alarmante de 16% a mediados de mayo. En la lucha por salvar vidas, ese dato es el que importa.
Es cierto, igualmente, que la tasa de casos fatales de Escobar es una de los más altas de la provincia. Buena parte de la explicación radica en que 8 de las 23 muertes fueron consecuencia de los contagios masivos que hubo en el ex sanatorio San Carlos, de Maquinista Savio.
También tuvo una significativa y sostenida evolución la cantidad de recuperados. Eran 35 al cierre de mayo y a fin de junio llegaron a 207. Es decir que el 39% de las personas infectadas ya fue dada de alta.
La columna restante es la de los casos activos: las personas que están cursando la enfermedad. Unas 300 al finalizar junio. No hay cifras oficiales muy precisas, pero la inmensa mayoría son cuadros leves que cumplen el aislamiento en sus domicilios. No obstante, la ocupación de camas para Covid-19 en el sistema público local ya rondaba el 60%.
Pero una cosa son las estadísticas y otra la realidad, donde estos indicadores se traducen en que las camas y respiradores disponibles empiezan a agotarse, ante una demanda que crece exponencialmente.
Por eso la marcha atrás en la flexibilización de la cuarentena y la puesta en vigencia de una nueva fase más estricta, para aplanar la curva de contagios y que los recursos alcancen.
La lucha contra el Covid-19 va para largo. Por ahora, hay que pasar el invierno.
“Un esfuerzo más”
Varios días antes de que se anunciara la nueva etapa del aislamiento social, preventivo y obligatorio para el AMBA, el intendente Ariel Sujarchuk advirtió que se estaba ingresando al momento más crítico de la pandemia y dejó entrever que se impondría la necesidad de volver a aplicar restricciones.
“Les pido a todos que se cuiden, que cuidemos nuestras vidas y que nos cuidemos como comunidad. De lo que hagamos los próximos 45 días va a depender el resultado final de la pandemia. Cualquier descuido, por mínimo que sea, puede ser trágico o generar una expansión mayor de la viralización”, advirtió el jueves 17, en un mensaje que publicó en sus redes sociales.
El lunes 29, en una reunión de gabinete ampliada que encabezó en el teatro Seminari, anunció algunas de las medidas que entrarían en vigencia dos días después, fundamentalmente controlar que se cumpla el DNU con las 24 actividades esenciales exceptuadas para funcionar y circular. El resto, de vuelta a quedarse en casa, al menos hasta el viernes 17.
“El virus se transmite de manera comunitaria entre los vecinos. Por eso, la única manera de reducir el contagio es limitando la circulación de personas”, sostuvo Sujarchuk.
Además, expresó: “Sabemos que hay cansancio y hastío entre la gente, pero pedimos un esfuerzo más. La pandemia entró en su peor momento y ahora más que nunca necesitamos del compromiso social para superarla”.