Fue construida durante la intendencia de Alberto Ferrari Marín, en tierras que pertenecían al predio del ferrocarril. Era una dársena simple con aleros. Con el tiempo, tuvo reformas y emparches.

Cinco décadas atrás, el casco de Belén de Escobar había recibido muy pocas remodelaciones desde su fundación. Básicamente, el pueblo estaba diseñado para que por sus calles circularan coches tirados por caballos. El ferrocarril era la mayor novedad: por cómodo, seguro y rápido, se tornó en el principal medio de transporte para los habitantes de la región que debían viajar a distancias medias.

Recién en 1968, durante la gestión del intendente Alberto Ferrari Marín (1966-1973) se pensó en construir una “estación intermedia” de colectivos. Ya circulaba un tránsito significativo de automóviles y empezaban a aparecer las primeras líneas de transporte urbano.

Para la ejecución de la obra se realizó un llamado a licitación pública y unos meses después se estrenó la modesta terminal, que daría solución a una necesidad imperiosa de los vecinos: que los ómnibus y taxis tuvieran una parada obligatoria.

El suelo de la primitiva terminal era de pavimento articulado y tenía una dársena central con aleros laterales, indicadores luminosos acrílicos y algo bien fuera de lo común para la época: semáforos, para ordenar la circulación del tránsito y de los peatones.

En algunas fotos antiguas, como la que ilustra este artículo, se puede ver que frente a la estación se encontraba el Hotel de Spadaccini. También se vislumbran las paredes semidemolidas del edificio donde había funcionado la Escuela Nº1 General San Martín.

El historiador Alfredo Melidore recuerda que esos terrenos pertenecían al entonces inmenso predio del ferrocarril y que la estación se construyó sobre su ingreso, donde Antonio Spadaccini (1880-1957) había plantado unas palmeras. “Empezó siendo muy pequeña, porque había muy poco tránsito de vehículos y apenas dos líneas de colectivos”, señala.

Por entonces sólo estaban la 276, que hacía el recorrido del Paraná a Pilar, y la 2 -después fue 222-, que unía el cementerio de Escobar con Dique Luján. Sobre esta última apunta que “la empresa la armaron dos amigos, bautizándola Transporte Automotores Litoral. Tenían solo dos colectivos antiguos, de los típicos que andaban por Buenos Aires, de capacidad bastante reducida y de color celeste y blanco”.

Tiempo después apareció la línea de Chevallier, que en un principio llegaba hasta Zárate. Y más tarde se sumaron la 60 y la 204.

A partir los años ochenta, Belén de Escobar comenzó a superpoblarse de líneas de ómnibus y aquella primera terminal fue quedando obsoleta. Desde entonces se realizaron algunas remodelaciones, reparaciones y emparches -el último, en 2011-, pero ninguna obra tuvo la profundidad de la inaugurada el pasado lunes 17, acorde a los tiempos que corren.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *