Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar
El taiwanés Chang Yung-fa (84) es el segundo empresario naviero más importante del planeta. Los inmensos buques de su flota -a la que define “tan regular como un reloj y tan fiable como la puesta de sol”- tienen capacidad para trasladar más de 2.700 contenedores a una velocidad de 20,5 nudos (unos 38 kilómetros/hora). Pero sus negocios van más allá del mar. Con el consorcio Evergreen Group, del que es creador y propietario, también realiza operaciones en el desarrollo de la industria pesada, el transporte aéreo de pasajeros y carga, hoteles y servicios turísticos. Tiene 27.000 empleados y más de 220 oficinas y agentes en todo el mundo. Su fortuna asciende a $1.690 millones de dólares, según la revista Forbes, y acaba de prometer que la donará a la comunidad a través de mil subsidios anuales de la Fundación que lleva su nombre. Por gestos como este, es considerado internacionalmente como uno de los mayores filántropos de la época.
En 1998, el veterano hombre de negocios puso sus ojos en el partido de Escobar, más precisamente en Loma Verde. A un precio irrisorio -se habla de 600 mil dólares, por entonces convertibles a un peso- adquirió un bloque de 855 hectáreas de bañados que pertenecían a la Unión Obrera Ferroviaria, ubicadas del lado este de las vías. Dicen que pensaba instalar allí algunas de sus empresas. Pero otras voces aseguran que su plan era invertir en un desarrollo inmobiliario. Lo único cierto es que algunas pocas familias de origen taiwaneses se radicaron en la soledad de esas tierras y poco se sabe de sus vidas.
En aquel año Fa también le compró al Municipio una superficie lindera de 100 mil metros cuadrados compuestos por calles, ochavas y dos parcelas destinadas a equipamiento comunitario y espacio verde. El precio que fijó el entonces intendente Luis Patti fue de 900 mil pesos -o dólares, si se prefiere-, más el compromiso de que construya y ponga en marcha un centro universitario. El magnate aceptó. Y para sellar el pacto visitó Escobar, en un acto que tuvo lugar en octubre de 2002 en el Palacio Municipal.
Pero el hombre, finalmente, no estuvo a la altura de sus pergaminos. Jamás cumplió la promesa -en realidad, una cláusula que se especificó en la ordenanza que autorizó la venta- y sus emisarios desaparecieron del país sin dejar rastros. El plazo que se le había otorgado caducó en 2004. Por lo que esas tierras fiscales, al no haberse cumplido la finalidad con la que fueron enajenadas, dejaron de ser legítimamente suyas. Es más, según pudo saber DIA 32, faltarían solo un par de trámites para que vuelvan a figurar a nombre de la Comuna.
Sin embargo, imprevistamente, la intrincada saga de las tierras taiwanesas tuvo un nuevo episodio durante el pasado mes de julio: Sandro Guzmán recibió en su despacho el viernes 20 -paradójicamente, Día del Amigo- a una comitiva de taiwaneses a quienes exhortó a darle un “objetivo social” al predio de la Fundación.
“El Intendente les comunicó que debido al no cumplimiento de los proyectos oportunamente prometidos y habiendo dejado esas tierras improductivas durante tantos años, deberán realizar algo allí en forma inmediata y fijó un plazo para la presentación de los nuevos proyectos”, se informó oficialmente ese mismo día en un comunicado de prensa plagado de inexactitudes sobre el cual, empero, no se hizo ninguna fe de erratas (se llegó a afirmar, por caso, que esas 855 hectáreas habían sido patrimonio del Municipio).
Leyendo entre líneas, algo está claro: las tierras de Fa -linderas al futuro parque industrial- están en un lugar hoy estratégico para el desarrollo del distrito y en el Ejecutivo no están dispuestos a contemplarlas ociosas. Por las buenas, o por las no tan buenas, llegó el momento de sacarles el mayor jugo posible.