Existen los escépticos y quienes dejaron de serlo luego de haber sido testigos de hechos inexplicables. Es el caso del escobarense Adrián Ledo (47), quien se convirtió en investigador de fenómenos paranormales y ufología tras haber experimentado extraños sucesos.
“A los ocho años tuve un sueño en el que me vi llegando al mundo terrenal”, le cuenta a DIA 32. Enseguida supo que su vida sería especial, por eso se mantuvo atento a cada pequeña señal: premoniciones, apariciones de ángeles blancos y gárgolas negras, voces que le susurran por las noches o cuando estando solo siente que alguien le toca la espalda o le levanta la remera. Infinitas cosas que solo él percibe por estar conectado con las entidades del más allá, según su interpretación.
Dispuesto a descubrir por qué es tan sensible a este tipo de acontecimientos, también vio ovnis y extraterrestres y en su adolescencia, en el barrio parque El Cazador, comenzó una búsqueda que lo llevó a retroceder sobre los pasos de su padre, Julio Rubén, quien lo abandonó cuando tenía 5 años.
“Nos pasó de escuchar susurros, sentir que nos tocan o que el equipo marque una presencia”.
“Primero encontré a una hermanastra, hija del primer matrimonio de mi viejo. Me dijo que mi papá era chamán, que curaba a personas que venían desde muy lejos para verlo y tenía contacto con diferentes cosas. Me contó que a ella la había dejado a los 5 años, igual que a mí, y después me enteré que a mi otra hermana, del tercer matrimonio, también la había abandonado a esa edad”, revela.
Un día, de casualidad, conoció a sus tías, quienes le confirmaron que el padre había fallecido y que seguramente lo que le pasaba fuera hereditario, ya que su abuela “se encerraba en una pieza a hablar con extraterrestres”.
“Es un poder que tengo, no sé cómo desarrollarlo porque no tengo quién me explique. Lo tengo que ir entendiendo con el correr del tiempo. Por eso me convertí en investigador”, explica.
“Limpiar” casas
En 2017 se formó el Grupo de Investigación Paranormal (GIP), en la ciudad bonaerense de San Pedro. Está coordinado por Juan Cabrera y Ledo es uno de sus cinco integrantes, junto a Luis Nakama, Marina Ferrari y Daniela Giménez.
Los cinco conforman un equipo que se dedica a “limpiar” casas o cualquier otro espacio donde se perciban anormalidades o se sospeche que existan espíritus que hayan quedado en el limbo.
“La gente nos contacta por mail (el suyo es adrianledo@live.com.ar). Lo primero que hacemos es un recorrido, hay mil cosas que pueden provocar sonidos. Después va una segunda parte del grupo para ver si la persona cuenta lo mismo que la primera vez. Hay algunos que solo sienten curiosidad. Y como no cobramos, porque son investigaciones para nuestro propio aprendizaje, algunos se abusan. Cuando estamos seguros de que realmente hay algo, vamos. Un montón de casas tienen problemas de energía”, comenta Ledo, sobre el protocolo que implementan y las experiencias vividas.
Generalmente realizan la investigación entre las 22 del sábado y las 5 del domingo, porque indefectiblemente tiene que ser de noche y requiere de bastante tiempo.
Dentro del grupo se reparten las tareas y cada uno aporta parte del amplio equipamiento que necesitan (ver recuadro: “Kits para detectar presencias extrañas”).
Ledo dice que es tan sensitivo que ni bien entra a un lugar percibe si hay una entidad o no. Es a través de los equipos que captan las energías y pueden hasta mantener una “conversación” -mediante preguntas y respuestas- con una persona que falleció o con una entidad del bajo astral que se está comunicando con un nombre falso.
Asegura que nunca siente miedo, aunque sí muchísima adrenalina frente a lo desconocido. “Nunca ocurrió que nos empujen o nos ataquen, como en las películas de terror. Sí nos pasó de escuchar susurros, sentir que nos tocan o que el equipo marque una presencia”.
Son pocas las veces que tienen que volver a un lugar para dejarlo limpio. Normalmente, sahumando o con oraciones, “el intruso” se va. En cuanto a si es posible detectar si esas presencias son buenas o malas, explica: “Para mí no existe la maldad, no hay una entidad mala. Hay algo que quedó ahí, que se aferró mucho al hogar y su energía sigue deambulando”.
Mientras sigue participando en distintas actividades con sus pares de San Pedro y también se aboca a estudios que realiza por su cuenta, Ledo tiene un nuevo objetivo en mente: crear un grupo de investigaciones paranormales en Escobar.
LOS “CAZAFANTASMAS”
Kit para detectar presencias extrañas
El equipamiento que el grupo de investigadores lleva a un procedimiento es muy variado. Entre los elementos que no pueden faltar están la Spirit Box para grabar las psicofonías: una grabadora de voz de alta definición que capta las respuestas que pudieran dar los espíritus; y el K2, que es un detector de frecuencias electromagnéticas: cuando se pone en rojo hay que levantar la guardia porque indica claramente que no están solos.
También utilizan sensores de temperatura, una bolita de plasma que marca energías, sensores de movimiento, cámaras de seguridad, de cuatro a ocho cámaras fotográficas y handies para comunicarse entre ellos, ya que todo aparato, incluso celulares, debe desconectarse durante la sesión.
Además, usan un puntero láser que ilumina con varias lucecitas una pared o el techo y les permite ver si algo interfiere; una muñeca bastante tétrica que queda ahí paradita por si se cae de la nada o se le mueve el vestido o el pelo y, por último, la infaltable tabla ouija.
CREER O REVENTAR
Mitos y leyendas escobarenses
Si de fantasmas se trata, acá nomás, en Escobar, circulan mitos y leyendas de toda clase, entre sórdidas y risueñas. Desde los duendes del barrio Itatí, en Matheu; hasta “la novia despechada” de Garín, que narra la aparición de una mujer vestida de blanco cuya figura cuelga de una soga en un árbol de un descampado próximo al barrio Baldi.
Otra historia muy extendida es la “dama de blanco”, que fue vista en las rutas 25 y 26, camino a Zelaya y a Dique Luján. Cuentan que suele arrojarse bajo los colectivos o desaparecer misteriosamente de los asientos traseros de distintas líneas de ómnibus.
También hay quienes aseguran haber convivido con apariciones y ruidos misteriosos en el complejo turístico Pequeña Holanda, al lado del río Luján. De esto dan fe no solo trabajadores del establecimiento sino docentes y alumnos que han pasado allí aterradoras noches de campamento. Creer o reventar.