La igualdad de género viene ganando terreno a pasos agigantados en la última década y ese avance llegó también al deporte. Si había una actividad relacionada directamente a los hombres era el rugby, a puro tacle, fuerza y choques. Pero las mujeres empezaron a interesarse en la pelota ovalada y, poco a poco, van asomando referentes y jugadoras de un nivel considerable.
Un ejemplo claro es el de Lua Dreiman (17), quien vive en Ingeniero Maschwitz, cursa quinto año en la Escuela Media Nº4 y desde los 11 juega para Atlético San Andrés Rugby Club. “Mi hermano practicaba y yo lo acompañaba a los entrenamientos. Me llamaba la atención el deporte. Agarraba la pelota y la tiraba para arriba, hasta que me invitaron a participar”, le cuenta a DIA 32 sobre su inicio en esta disciplina tradicionalmente masculina.
Así, con el apoyo de su familia comenzó a entrenar todas las semanas en el club, donde compartía equipo con los varones, ya que en ese momento casi no había otras chicas. “El rugby me atrapó, siento que lo llevaba adentro. Soy adicta a patear la pelota, llego y ya quiero patear a la hache, hasta me gusta dar pases con la patada”, asegura la jugadora, que hace uno meses fue presentada en ESPN como “la joya del rugby femenino”.
Aprovechando su buena pegada, Lua juega de apertura. Es el puesto en el que mejor se siente y donde más se perfeccionó. “Toda mi vida jugué ahí. Cuando empecé jugaba con chicos y yo era la que hacía las salidas”. Afirma que sus mayores cualidades son “la patada y el cambio de paso. Tengo buena decisión a la hora de hacer un amague, genero huecos, sé cómo abrir uno y pasarlo”.
Sus buenas actuaciones en el club con sede en Maschwitz la llevaron a la selección juvenil. La convocatoria le llegó en marzo de 2020, un mes antes de cumplir los 16 años. “Mi mamá me avisó que la habían llamado de la UAR (Unión Argentina de Rugby) y yo no lo podía creer, me costó dos días caer. Había chicas con gran nivel y muchas buenas jugadoras”, sostiene, con humildad.
Sin embargo, la pandemia no le permitió disfrutar como correspondía su incorporación al plantel de Las Pumitas: tras la primera semana de prácticas llegó la cuarentena obligatoria. “Fui a Córdoba a concentrar y entrené con la selección cinco días, pero no llegué a jugar ningún amistoso. Este año se iba a hacer algo parecido para las categorías 2004/05, pero no se dio”, lamenta.
Debut postergado
Para esta temporada, la joven rugbier maschwitzense tenía la esperanza de llegar a jugar en el equipo de mayores de San Andrés. Hasta 2020 la reglamentación exigía una edad mínima de 17 años para integrar los planteles de adultas, pero ahora el límite se elevó a 18, lo cual le impidió cumplir ese objetivo.
“Estaba esperando desde los 11 poder jugar y justo ahora se cambió. En un partido ante Centro Naval jugué para las mayores, con una pechera, entreno con ellas también, pero no puedo jugar”, comenta, resignada.
Sus seis años de experiencia en esta disciplina y las condiciones naturales que tiene hacen que se destaque sobre otras chicas de su edad, algo que reconoce. “A veces me cuesta jugar con juveniles, porque algunas son muy nuevas. Como empecé con hombres, me acostumbré a una agresividad que las chicas no tienen. Cuando me venía una grandota en mayores, ya sabía cómo pararla”, explica, demostrando conocer los secretos de su puesto.
También reconoce un punto débil que está tratando de corregir: “Antes agarraba la pelota y no la pasaba, no miraba a nadie. Eso lo estoy perfeccionando, tuve varios entrenadores y aprendí”, afirma.
Pausa y proyección
La adolescente no tiene pudores al contar sobre los prejuicios que algunos tienen al enterarse de su pasión por la ovalada y las haches. “Al día de hoy hay gente que me dice: ‘¿En serio jugás al rugby? Pero sos mujer…’ Incluso hay un montón de clubes que no tienen planteles femeninos porque creen que es para hombres. Al mismo tiempo, muchos otros ya cuentan con equipos enteros de chicas y está buenísimo que pase eso”.
Por circunstancias personales y cierto desgano, “la joyita” de San Andrés decidió hacer una pausa en el deporte que tanto la apasionada. “No sé si llamarlo año sabático, quizá en un tiempo extrañe al rubgy y vuelva. No sé qué pasará ni por cuánto tiempo será. En este momento no estoy jugando porque perdí motivación, pero sigo apoyando al club desde mi lugar”, afirma.
Más allá de esta interrupción, la joven deportista tiene sueños de rugby que vuelan alto. “Soñaría con jugar en países como Nueva Zelanda o Australia, conocer la cultura del rugby afuera. Me encantaría estar en una sociedad que viva el rugby desde chicos. También me gustaría ser entrenadora, viajar y conocer las formas de entrenamiento de ellos”, sostiene, proyectándose a largo plazo y a más de 12 mil kilómetros de distancia.