En todo el mundo están comenzando a cambiar los hábitos a la hora de elegir productos en pos de cuidar al medioambiente y la sustentabilidad social a través de pequeños actos diarios.

Los años pasan, las sociedades evolucionan y con ellas algunas ideas obsoletas le van dejando su lugar a las más novedosas. Hablar de consumo responsable hace tres décadas hubiera sido prácticamente una utopía, pero hoy, con el siglo XXI que avanza por el carril rápido de la autopista de la historia, todo parece posible.

Cambiar los hábitos para ajustarlos a necesidades reales y del planeta, eligiendo las opciones más beneficiosas para el medioambiente y la igualdad de la sociedad. Esa idea, tan simple como compleja, que engloba conceptos que van desde lo natural hasta lo solidario, es la piedra fundacional de esta tendencia global.

Cuatro puntos fundamentales sostienen esta postura: el impacto ambiental que generan los productos elegidos a la hora de su desarrollo, transporte, distribución y los residuos que generan; la huella ecológica que puede producir con su consumo; la relación con el medio natural y los derechos humanos que tienen las empresas y sus productos y, por último pero no menos importante, la calidad de lo que se compra.

La idea es que el consumidor tome conciencia a la hora de elegir, por ejemplo, un paquete de azúcar, teniendo en cuenta si la compañía productora tiene denuncias por trabajo infantil, o una bebida cuyos dueños arrasan tierras para desarrollar sus materias primas, o incluso boicotea a una empresa de cervezas internacional que incluye en sus botellas a las Islas Malvinas como parte de Inglaterra.

Muy variadas son las opciones en el ámbito del consumo responsable y las redes sociales juegan un papel central. Facebook, Twitter, Instagram y YouTube sirven como medios de denuncia constante.

“Además de conocer y exigir sus derechos, un consumidor responsable busca la opción con el menor impacto negativo posible sobre el medio ambiente y con un efecto positivo en la sociedad a través de pequeños actos y decisiones diarias”, explica la fundación española Vivo Sano en su web.

Por su parte, desde la ONG Vida Silvestre sostienen que “es fundamental promover el involucramiento del consumidor, ofreciéndole garantías e información sobre los productos que consume”.

La mejora en las condiciones de vida, las innovaciones científicas y otros aspectos contribuyeron a que la población mundial se triplique en el último siglo. La tendencia continuará en el futuro, teniendo en cuenta que los estudios estiman que en los próximos 30 años aumentará un 30% la cantidad de habitantes de la Tierra. Ante esas cifras, los patrones de consumo clásicos son insostenibles y la solución está en que la sociedad encare un cambio en las formas de consumir.

La concientización por parte del Estado y otras instituciones para impulsar herramientas como el reciclaje, la separación de residuos y el ahorro de energía y agua son algunas de las respuestas a esta situación, aunque queda un largo camino por recorrer.

“Sugerimos adoptar e incentivar, a través de diferentes instrumentos de políticas públicas, estándares de calidad con reconocimiento internacional para aquellas actividades basadas en el uso de los recursos naturales como la pesca, la ganadería, la agricultura y la actividad forestal, con el objetivo de brindarle al consumidor certezas sobre su desempeño ambiental y, al mismo tiempo, brindarle oportunidades de mercado internacional a esos productos”, señalan en Vida Silvestre.

El arquitecto alemán Mies van der Rohe dijo alguna vez que “menos es más”. Ese principio surge como la bandera que enarbolan los adeptos del consumo responsable, una idea que ya es casi una forma de vida para miles de personas en varias latitudes, quienes aportan su granito de arena a la causa. Con la voluntad de cada uno, todo es posible.

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