Traspasar el umbral del Mercado de Maschwitz es como meterse en el túnel del tiempo. O como llegar a un antiguo pueblito europeo donde todo funciona de manera promiscua. Los que se pasean con la bolsa de la verdura que compraron en la planta baja se mezclan con las mujeres que van a hacerse la manicura y los hombres que al mediodía realizan almuerzos de trabajo en la parrilla. Una madre sube corriendo al primer piso porque se acordó a último momento que tenía que comprar el cotillón para la fiesta de cumpleaños que al día siguiente le harán a su nene en el jardín. De paso le corta el pelo en la peluquería de niños y compra granos en la tienda de productos orgánicos. También, al pasar, repone una prenda de lencería y registra que en el Mercado hay un sushi para ir a comer con sus amigas.
En una de las mesitas del local de vinos, quesos y delicatesen -donde también sirven café- dos jóvenes están hablando de música. Un señor baja por las escaleras cargando un enorme mueble que consiguió en el anticuario y, como no puede solo, alguien le grita desde abajo que ahí va a ayudarlo. Los comerciantes y proveedores entran y salen con sus mercaderías por la misma puerta que los clientes. Se cruzan, se saludan, charlan unos segundos y cada uno continúa su camino. En el complejo hay movimiento y un incansable ir y venir que nada tiene de agotador, porque todo fluye tranquilamente.
Ubicado sobre la calle Mendoza, a metros de la Colectora Este, el Mercado de Maschwitz abrió sus puertas hace un año, en abril de 2011, con un concepto de conventillo y un estilo arquitectónico tomado de los pueblos genoveses. Estos inmigrantes italianos fueron los primeros en instalarse en La Boca y armar sus construcciones con materiales de desarmaderos y pintura de colores que sobraban de los barcos.
“Si bien la estructura del edificio es moderna, todas las chapas de los revestimientos, aberturas y rejas son materiales viejos. Era imposible darle autenticidad al lugar sino se hacía con materiales de verdad usados y vividos”, explica a DIA 32 el administrador Ariel Muro. Para eso, sus creadores pasaron dos años haciendo compras en la provincia de Buenos Aires y en el interior, donde consiguieron todos los materiales para construir el Mercado. Algunos de ellos son tesoros que no tienen desperdicio, como los mostradores que encontraron en lo que era un antiguo almacén de ramos generales y que hoy son parte de la parrilla y la pizzería, o el gran mueble que cubre una de las paredes del local de productos orgánicos.
“La idea nació a partir de la necesidad de que en Maschwitz haya un lugar donde la gente pudiera venir a hacer las compras, comer o tomar un café y al mismo tiempo encontrarse con una muestra de arte, una banda tocando o algún espectáculo para chicos. Para encontrar un lugar así había que ir hasta Palermo. El concepto se tomó de las ciudades europeas donde todo convive con todo en callecitas angostas y empedradas”, señala Muro.
”Si bien la estructura del edificio es moderna, todas las chapas de los revestimientos, aberturas y rejas son materiales viejos. Era imposible darle autenticidad al lugar sino se hacía con materiales de verdad usados y vividos”, explica Ariel Muro.
Oferta variada
Actualmente hay 21 locales funcionando, divididos en planta baja y primer piso. Los primeros en abrir -a las 10 de la mañana- son los negocios de arriba. Allí conviven un cotillón, una peluquería para chicos, una inmobiliaria, un espacio de estética femenina, una marroquinería, un anticuario, una casa de lencería, otra de ropa para mujeres y una agencia de publicidad. Próximamente abrirán un bazar gastronómico y una tienda de diseñadores independientes.
En el interior, cada local mantiene una estética única y encantadora que bien merece aunque sea una pispeada. Otro de los pros que ofrecen estos locales de servicios es que mientras en Maschwitz al mediodía cierran casi todos los comercios y es muy difícil conseguir algo hasta las cuatro de la tarde, en el Mercado los negocios permanecen abiertos de corrido hasta las 8 de la noche.
El piso de abajo está totalmente dedicado a la gastronomía, con una oferta compuesta por una parrilla, una pizzería, un restaurant japonés, un local de delicatesen, una verdulería y un drugstore que cierran después de la medianoche.
“La gente llega a este lugar y se enamora”, asegura Muro. “Tengo más de diez personas en lista de espera para alquilar y ya se vendió el 80% de los locales de la próxima etapa”, señala el administrador en referencia a la segunda parte de la construcción, que contempla 14 nuevos locales. Allí, la idea es abrir una trattoria italiana, una heladería, una casa de pastas frescas para llevar y una cafetería, entre otras ofertas.
En este segundo año de actividad, las baterías están puestas en generar eventos y actividades que le aporten al Mercado un toque más de magia a su ya atractiva propuesta. En este sentido, los días 13 y 14 de abril está programada una nueva edición del mercado de pulgas que desde hace unos meses se viene llevando a cabo con mucha aceptación por parte del público en el sector del estacionamiento.
El Mercado de Machwitz puede ser un paseo para deleitarse con lo original y creativo de su arquitectura. Pero es mucho más que eso: es también un lugar donde los vecinos de Escobar pueden hacer sus compras y acceder a una gran variedad de servicios de forma rápida, cómoda y a los mismos precios que pueden encontrar en cualquier otra galería comercial.