Por FLORENCIA ALVAREZ
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Su ritmo de vida habitual se vio alterado por los compromisos que demanda estrenar dos películas y una obra de teatro en menos de un mes. Érica Rivas está en plena promoción de Relatos Salvajes, el film de Damián Szifrón del que todos hablan y que en el primer fin de semana de exhibición obtuvo un récord de más de 300 mil espectadores. Además, acaba de debutar -el miércoles 27- con la obra de teatro Ojo por Ojo, acompañada por Federico Luppi y Darío Dukah, bajo la dirección de Augusto Fernandes. Y el 11 de este mes se estrenará El Cerrajero, un largometraje dirigido por Natalia Smirnoff que la tiene como protagonista.
Notas de prensa, promociones, presentaciones y muchas horas de ensayo coparon sus días. Por eso hay veces en que los horarios se superponen, que Érica pide disculpas porque la nota anterior se alargó y la cita en un pequeño local del Mercado de Maschwitz se retrasa media hora, por tener que almorzar mientras habla y por verse obligada a salir corriendo tras la entrevista porque ya llega tarde al ensayo en el Margarita Xirgu de San Telmo.
Sin embargo, a la hora de contestar preguntas parece relajada, tiene un tono de voz bajo, nada que ver con el del personaje de María Elena en Casados con Hijos que habla a los gritos, y mucho menos parecida a la novia despechada que interpreta en Relatos Salvajes.
Asegura que pasada esta vorágine volverán los días tranquilos. Está instalada en Ingeniero Maschwitz desde 2006 y tiene pasión por las plantas. “Una vez que estrenemos la obra ya voy a poder retomar mis actividades normales. Trato de hacer Tai Chi, leer, ver películas, pasar tiempo con mi hija y mi familia, y estar con las plantas, que me gustan mucho. En general tengo días de la semana enteros en que los paso con ellas y ahora no pude dedicarles tiempo en todo el invierno”, se lamenta.
Un matrimonio sentado en la mesa de al lado termina su almuerzo, se levanta y se acerca a la actriz. “Érica, ¿me puedo sacar una foto con vos? Me siento acá, al lado tuyo. Sos encantadora”, dice el hombre. Su mujer saca la foto mientras lanza un “quién lo aguanta ahora”. Se acerca a la mesa y confiesa: “Yo a Moni la odio, no la puedo ni escuchar, pero a vos te re banco”.
Tras la interrupción, la conversación con DIA 32 continúa.
¿Cómo estás viviendo el éxito de Relatos Salvajes?
Lo vivo de lejos en realidad, desde Maschwitz, estoy en un lugar que es como un colchón que no permite que vivas nada tan fuertemente ni nada que te duela tanto tampoco. Lindo, lo veo en los diarios, me parece buenísimo…El otro día estuve en San Telmo y la gente me tocaba bocina en la calle diciéndome que había visto la peli. Pero es como que el éxito se queda allá.
En mayo fuiste con tus compañeros de reparto a presentar la película en el Festival de Cannes. ¿Cómo fue la experiencia? Recibieron una larga ovación…
Divino, divino, la verdad que muy hermoso. Lo más llamativo fue el hecho de saber que estás llegando a gente que habla otro idioma, que tiene una idiosincrasia y un sentido del humor que no sabés bien cómo funciona. No podés creer que personas que hablan otros idiomas entiendan tus chistes o cosas que vos hiciste pensando que eran para los cuatro que están cerca de ti y que entendían ese sentido del humor o eso que vos querías expresar. Lo mismo me pasó cuando fui a trabajar en una película en Alemania, la gente entendía lo que yo hacía y me parecía rarísimo. Eso a mí me conmueve, me parece hermoso.
¿Y qué tenés para decir con respecto al glamour del festival?
Yo ya había ido a Cannes y me había impactado esa cosa tan glamorosa de la gente caminando en smoking por la calle. Me encanta.
Almodóvar te felicitó por tu trabajo, ¿cómo lo tomaste?
Es uno de mis directores preferidos, me encantaría ser una chica Almodóvar. Igual, yo me siento una aunque no me llame. Para mí conocerlo fue increíble, aunque la charla duró dos segundos. Que me dijera que le gustó mi trabajo fue un sueño. No podía hablar, estaba muy nerviosa. Agustín, el hermano, que es el productor de la película, también estaba ahí, toda la gente que trabaja con ellos es divina.
También viste a todos los famosos de Hollywood…
Sí, estaban pero no los vi, ¡se ve que me enceguecí! Fue como que no podía focalizar mucho. Te viene a saludar tanta gente que te quedás como impactada, no sé bien quiénes eran. Había caras que podían ser Juliette Binoche, por ahí sí, por ahí era alguien que se le parecía. No podés creer que estén todos juntos, pensás si será verdad o si lo estás imaginando.
Tu papel en la película es el de una novia sacada total, ¿en la vida real reaccionarías así ante alguna situación?
Noooo, para nada. Absolutamente no. Nada me saca de las casillas, alguna cosa, pero no tanto. No vivo así la realidad, por suerte. Por algo actúo, ya con eso lo saco para afuera.
¿Qué te atrajo del personaje para que aceptaras el papel?
Ya desde el guión el personaje propone un abanico de emociones, colores y cosas que a cualquier actriz o a cualquier actor le gustaría hacer. Lo primero que pensé fue: “¡Qué divertido hacer esto!”. Destruir algo tan impoluto como un casamiento está bueno.
¿Por qué a algunos papeles les decís que sí y a otros que no?
Me fijo que puedan decir lo que tengo ganas. Muchas veces sucede que lo que el libro en sí quiere decir, o lo que el proyecto quiere decir, no están en sintonía con lo que vos querés decir. Y al llegar a tanta gente yo me fijo mucho qué es lo que está queriendo transmitir. Más allá de todas las ganas que yo tengo de actuar, de todo lo que quiera transmitir como actriz, o los momentos que yo quiera vivir para aprender de la humanidad, para mí lo más importante es lo que se comunica. Y si me ofrecen algo que no tiene un resquicio de lo que yo quiero decir en ese momento, prefiero no hacerlo.
¿Qué querías transmitir en el momento en que aceptaste hacer de María Elena en Casados con Hijos?
El proyecto en sí me gustaba porque es como una destrucción de la institución matrimonial.
Parece que eso es lo tuyo…
(Risas) ¡Es lo mío! No sé por qué, pero es uno de mis temas favoritos. Esa visión decadente del matrimonio me parece maravillosa. También me gustaba porque la actriz que hizo el papel en la serie original fue una de las primeras en salir del closet masivamente. Tenía una historia esa actriz que a mí me gustaba mucho, me interesaba. La serie original me parecía maravillosa, era genial, una de mis sitcoms favoritas. Además, cuando me enteré quiénes eran los que escribían y los conocí, porque los libros no eran exactamente iguales, se aggiornaban e incluso algunos son totalmente diferentes, me dio la pauta de la locura que iban a hacer y me dieron muchas ganas de participar.
¿Volverías a hacer algo en tele?
Sí, en general lo que me pasa es que soy muy cuidadosa. Además estoy muchas horas con las repeticiones de Casados con Hijos y no quiero cansar a la gente. Sería buenísimo que uno pudiera decidir si quiere que lo sigan pasando o no, pero eso no sucede. Los contratos son así, es como que vos les donás tu imagen y tu trabajo. Por un lado es buenísimo porque seguís vigente, pero por otro lado te acota.
Comentaste alguna vez que tus padres no te apoyaron para nada en tu carrera, ¿por qué crees que sucedió?
Porque no me podían ayudar. Se preguntaban cómo harían porque no tenían ni idea del palo. “¿Cómo te ayudamos?”, me decían. Querían que lo hiciera como hobbie y mientras estudiara para ser psicóloga o alguna otra cosa. Yo me imagino que no era por maldad que no querían que yo fuese actriz, era por su imposibilidad de guiarme. Ahora están chochos, esa parte en que se oponían se la olvidaron. Me dicen que soy exagerada, como soy actriz siempre me dicen que soy exagerada.
Volviendo al tema del matrimonio, obviamente no te casarías…
No, ni loca, ¿para qué? Viéndolo desde el sentido de querer usar el vestido blanco, bajar por la escalera o entrar a la iglesia porque tenés una vocación religiosa, lo entiendo. Lo entiendo desde el sentido de la celebración, pero la verdad es que no me llamó nunca la atención. Me parece obsoleto. Me conmueve verlo porque creo que es un acto de inocencia pasmosa. Pero yo meterme ahí… ni en pedo. Para eso actúo, me puse un montón de veces el vestido blanco.
Mi lado salvaje lo saco actuando. No sé, si no fuera actriz quizás me casaría, pero creo que tampoco. La verdad que decirle a alguien que vas estar con él para siempre es mentirle descaradamente, a la persona, a uno mismo y a todos los que te están mirando. No sabés qué te puede pasar más adelante. Es como pedirle a alguien “atame, atame porque si no me rajo”. Y desde que existe la ley de divorcio, menos sentido tiene. Firmás un papel sabiendo que lo vas a tener que romper. Además, me suena a que me va a traer mala suerte.
Hace casi ocho años que vivís en Maschwitz, ¿cómo lo vas viendo a través del tiempo?
Es un lugar que me gusta mucho, hasta convencí a mis hermanas para que se vinieran a vivir acá. Pero veo que se está expandiendo sin la contención que tendría que tener. Me da mucha pena que esté mal diseñado, porque es un lugar precioso. Crece descontroladamente desde muchos ámbitos, como escuelas, caminos y modalidad. La gente que vive en Maschwitz no sé si tiene ganas de tanto asfalto, pero falta iluminación y limpieza. Me parece bueno que la gente pudiera tener lo que nosotros venimos a buscar acá pero planificado. Por ejemplo, lo que están haciendo en el vivero como el compost comunitario me parece maravilloso. Eso tiene que ver con el espíritu de venir a vivir a un lugar como este.
¿No te pesan los viajes de ida y vuelta a Capital?
Los tomo como parte del todo, cuando voy me ayuda a ir aterrizando y conectando con el trabajo. Voy haciendo cosas como para llegar. Y cuando vuelvo voy haciendo cosas como para despedirme de esa energía. Me ayuda a poder separar una cosa de la otra. Cuando vivía en Capital sentía que el trabajo estaba metido en mi casa. En cambio acá siento que es otra vida, y eso me gusta mucho.