La historia cuenta que al tren lo creó en Inglaterra el mecánico Richard Trevithick, en 1802, cuando fabricó con fundiciones la primera locomotora. Dos años más tarde había logrado que la máquina arrastre un convoy de cinco toneladas y recorrió 15 mil metros a una velocidad aproximada a los 20 kilómetros por hora.
Después, este medio de transporte fue mejorado por George Stephenson, que creó la locomotora a vapor y las vías. Así fue como este magnífico invento resistió de pie más de 220 años, hoy con tecnología de avanzada y cambios radicales, pero sin dejar de perder la esencia, esa que a tantos apasiona y que llama la atención por su poderío.
En Belén de Escobar hay un grupo de personas apasionadas de las locomotoras, los vagones, los rieles y todo lo que esté relacionado al mundo de los trenes. Empezaron a reunirse en 1995 en el galpón del andén, en el campito de la estación, un lugar que por entonces estaba semi quemado y vandalizado.
El 19 de noviembre de ese año se constituyó formalmente el Ferroamigos Club de Escobar, con 13 socios en total, el mínimo que exigía reglamento de entidades. Y un mes después consiguieron que el Municipio, en el inicio de la gestión de Luis Patti, les ceda el uso del lugar para la creación del Museo del Tren.
“Recibimos donaciones de empresas de ferrocarriles y nos dieron material histórico. De esa manera fuimos confeccionando el museo. Lo bueno es que tiene muchas piezas originales de Escobar, como un velocípido de 1908, una especie de zorra de tres ruedas que se usaba para trasladar los faroles. Hay objetos de la estación, como la balanza que estaba en el andén; teléfonos, boletos de cartón, relojes, campanas, los faroles de cada barrera, asientos y gran cantidad de herramientas”, le cuenta entusiasmado a DIA 32 Eugenio Carballo (53), uno de los fundadores de la entidad, ex presidente y actual secretario.
Una de las principales atracciones del lugar es una locomotora modelo 1912 Robert Stephenson, máquina inglesa que circuló por el ramal Mitre y que antiguamente hacía el recorrido hasta Dique Luján. Décadas atrás estaba en Campana, semi desguazada, y fue traída a la ciudad por vías muertas, una madrugada, después de meses de trabajos de reparación para poder ponerla a rodar.
Una maqueta de elite
Al ingresar al museo lo que más impacta a grandes y chicos es una maqueta de 9 metros de largo por casi 4 de ancho que está en el centro del luminoso inmueble. Un tendido ferroviario en miniatura escala 1/85 que funciona con señales, semáforos y cambios de vía.
Tiene trenes -réplicas exactas de los de verdad- con diferentes modelos (antiguos y modernos). Algunos fueron fabricados por los mismos integrantes de Ferroamigos, hoy presidido por Daniel Grene, ferromodelista y fabricante de material en escala.
“Estamos siempre haciendo innovaciones o agregados a la maqueta, lo que más atrae. Es exclusiva en el país por sus dimensiones, no hay otras así. El 95% de los paisajes (casas, edificios, puentes) es artesanal, hecho con cartón, maderas y chapas. Las vías fueron compradas en el exterior y el material rodante exhibido es propiedad nuestra. Algunas otras cosas fueron fabricadas por los socios, artesanalmente”, detalla Carballo, con gran precisión y una pasión admirable.
Este escobarense, que también fue bombero voluntario, tiene identificado el origen de su fanatismo por los trenes. “Me gustan desde que tengo uso de razón. Mi papá trabajaba en el furgón postal y él me impulsó a que me llamaran la atención. Así conocí a Omar Pérez, que ya falleció, era un maquetista de Escobar y tenía una maqueta espléndida en su casa. Con él buscábamos lugares para el mueso hasta que nos cedieron el galpón de la estación”, acota, orgulloso.
Para aquellos que quieran visitarlo, el museo abre todos los sábados a las 15. Si hay contingentes, se puede coordinar una visita. La entrada es un bono contribución por una suma simbólica de $100.
Un tesoro ferroviario que tiene Escobar, un galpón lleno de magia que todos deberían conocer, admirar y disfrutar.