Desde que estaban en la panza escuchaban a su mamá tocar la guitarra y cantar canciones. De chicos se sentaban en ronda y entonaban Manuelita y otras melodías infantiles. En cada cumpleaños y en cada Navidad, ella les regalaba instrumentos. Sabía que a través de la música sus hijos podían llegar a tener una vida mejor a pesar de las limitaciones.
Santiago Farías (20) es ciego y Elías (17) discapacitado motriz. Milagros (15) y Facundo (14) son los sostenes de sus hermanos mayores, y los cuatro conforman la banda Lo que Faltaba, con la que desde hace dos años tocan en eventos públicos y en fiestas privadas. Cumbia, cuarteto, reggae y hasta algo de rock & roll, pero dicen que se identifican con el estilo tropical porque “es muy bailable, movido y alegre”. Y así son ellos.
Santiago es el tecladista y la voz del grupo, pero aclara que también es showman, algo para lo cual tiene todas las cualidades: energía, optimismo y un espíritu tan lleno de felicidad que contagia. Asegura que lo más duro que le tocó vivir fueron las trabas para poder estudiar, pero que hoy, gracias a la musicografía -música escrita en braille-, puede perfeccionarse. Además toca el teclado en la Banda Municipal de Música y lo apasiona el género clásico. “A los 5 años sacaba de oído cualquier melodía, hasta un vals de Chopin”, asegura.
Así como es la voz cantante del grupo, también lo es durante toda la entrevista con DIA 32: “Hace dos años fui a tocar a San Pedro como solista y me preguntaron si tenía un grupo. Con mi mamá dijimos que sí de caraduras que somos nomás. Como en casa teníamos varios instrumentos armamos la banda con mis hermanos. Elías agarró el bongó, Milagros la güira y Facundo los timbales y la batería”, recuerda el mayor de los hermanos al repasar los orígenes de la banda.
Lo que Faltaba interpreta covers, aunque los chicos también tienen sus propias composiciones. “Todavía no las dimos a conocer porque no las pudimos registrar”, explican. El próximo paso es un CD que grabarán en unos estudios de Entre Ríos, donde Santiago ya tuvo una primera experiencia con un conjunto de música litoraleña.
Ensayan dos horas todos los días y dicen que eso y subir a los escenarios es lo que más disfrutan en la vida: “Cuando tocamos nos da mucha emoción que la gente siempre responda aplaudiendo o cantando los temas. Nos divertimos todos”.
Cuando le toca responder a Milagros qué siente por sus hermanos mayores, dice sentirse “muy orgullosa de ellos. Son muy cariñosos y para mí todo lo que hacen es lo mejor”. Facundo asiente.
Laura Ruiz Díaz (49), la mamá, explica que los de afuera son quienes ven la situación como distinta, pero que en su casa todo ha sido muy normal. “Para Milagros, por ejemplo, prestarle el hombro a Santiago para guiarlo o darle la mano a Elías para ayudarlo a caminar no es algo especial”.
Santiago, como cualquier adolescente, tiene un celular en sus manos. Cada tanto se lo acerca a un ojo y luego al oído, no tiene problemas en explicar cómo funciona y en hacer una demostración. Tampoco le molesta contar que sólo ve bultos y que, según el día, distingue algún que otro color o que pasó por cuatro injertos de córnea y que le faltan unas cuantas operaciones más a partir de las cuáles, según los médicos, podría llegar a ver.
Pero él prefiere no hablar de eso sino de música y de sus aspiraciones: “Uno tiene que soñar, porque lo único que no tiene límites son los sueños. A mí me gustaría triunfar con este proyecto, ser conocidos y, por qué no, tocar en los mejores escenarios del mundo”, se ilusiona.