Son muy pocos los casos donde al hablar de un futbolista automáticamente se lo relaciona a una institución deportiva. Bochini con Independiente, Alonso con River y Riquelme con Boca son tres ejemplos emblemáticos de sentido de pertenencia en el fútbol argentino. Salvando las distancias, en Escobar pasa algo similar con Omar “Cepillo” Zatti (69) y Villa Vallier: juntos llevan un idilio eterno, que ya tiene más de medio siglo.
Vistiendo la tricolor tuvo partidos memorables, ganó campeonatos y disputó torneos regionales. Además, integró la selección escobarense y cosechó un unánime reconocimiento del círculo futbolístico local, por su seguridad para marcar, visión de juego y voz de mando en los planteles. Por si fuera poco, es un gran tipo, humilde y trabajador.
Su amor por el fútbol comenzó de chico, cuando pedía permiso los más grandes parar jugar. “No tenía miedo, para nada. A veces hasta jugaba descalzo e igual metía pata. Al lado del horno de ladrillos que teníamos en la calle Manny había una quinta y los santiagueños después de trabajar jugaban, yo me metía con ellos todas las tardes”, le cuenta a DIA 32 sobre sus inicios pateando la número 5.
El apodo por el que todos lo conocen no es porque fuese recio para marcar ni porque raspara a los rivales, como muchos creen. Se debe a un corte de pelo que se hizo cuando tenía 6 años. Su familia era de Villa Alegre, tenía almacén y despacho de bebidas y en la esquina había una peluquería: “Fui solo, el que cortaba era un portugués y le dije que me pele, aunque sabía que mi mamá no quería. Me quedó el pelo bien cortito y los borrachines del almacén me pusieron así”, relata “Cepillo”.
Después de jugar en las inferiores, a los 17 años debutó en la primera división de la Sociedad de Fomento, Cultural y Deportiva Villar Vallier. Fue en 1969, en un encuentro de la Liga Escobarense. “Yo jugaba como delantero, pero cuando llegué a la primera faltaba un zaguero, me preguntaron si me animaba y dije que sí. Desde ese día jugué siempre en esa posición. En el debut me mandé un partido espectacular”, asegura.
Una carrera impecable
Durante una década jugó siempre para Vallier, hasta que le llegó una posibilidad de viajar a San Pedro para representar al club 12 de Octubre. El equipo estaba en la división B de la Liga Sampedrina y ese mismo año logró el ascenso. “Me llevaron porque con la Selección de Escobar jugamos allá, ganamos y les gusté. Cuando subimos a primera el presidente me decía “’sos un Dios’”, comenta sonriente el escobarense, que permaneció en la institución durante dos años e iba especialmente a jugar los domingos, en tren, sin entrenar con sus compañeros en la semana.
Con Villa Valier jugó varias veces el Torneo del Interior, que daba ascensos al Nacional B. Antes también vistió, esporádicamente, los colores de Boca del Tigre y Sportivo Escobar para ese mismo certamen, al que clasificaban los campeones de la Liga Escobarense y solían reforzarse con figuras de otros equipos. “Nunca pasamos Mercedes, Baradero o San Nicolás, quedábamos afuera. De visitante te bombeaban mucho, era difícil ganar”, resume.
Consultado sobre los mejores jugadores con los que compartió equipo, menciona a Ernesto “Bocina” Carrizo y a Alberto Batalla -“dos 10 con una calidad bárbara”-, a sus compañeros de zaga Claudio Echeverría y Pedro Lezcano -“espectaculares los dos”- y a los arqueros Mario García y “Chuiqui” Ruiz: “Como yo ganaba todas, ellos hacían fiaca, estaban mal acostumbrados”, afirma, con picardía este hincha de Racing y admirador del “Mariscal” Roberto Perfumo.
De todos los entrenadores que tuvo, elige a dos motivadores: el “Chino” Juan Carlos García y Alberto Farías.
Zatti jugó en la Liga hasta los 44 años. Su partido más esperado de la temporada era el clásico ante Sportivo Escobar. “Me gustaba ganarle, por la rivalidad y porque ellos siempre hablaban antes de los partidos”, confiesa.
Paradójicamente, Villa Vallier nació en 1952, el mismo año que “Cepillo”. Su padre, Vittorino Zatti, fue uno de los fundadores de la entidad. Su hermano mayor, Francisco, era delantero y también la rompía. “He visto arqueros que se le quebraron los dedos por los pelotazos de mi hermano, una bestia como pateaba, un gran goleador”, acota, en un relato impresionante.
Cuenta que una de las mayores alegrías que le dio el fútbol fue haber jugado con la Selección de Escobar y enfrentar a grandes figuras “como Marcelo Trobbiani, el “Topo” Irigoyen y Héctor Pitarch. Ese día salimos 3 a 3, con un gol de mi hermano de mitad de cancha”.
Cuenta pendiente
Quienes lo vieron jugar hablan de su calidad, prestancia y seguridad a la hora de defender. Iba bien de arriba, hacía goles y también pateaba penales decisivos con gran efectividad. Sin embargo, a pesar de haber tenido oportunidades, nunca pudo probar su jerarquía en una institución de primera del fútbol argentino. Una cuenta pendiente que al día de hoy él mismo reconoce.
“Estuve en la primera de Tigre, haciendo pretemporada en Necochea, pero no quedé. Me llevó el padre de Daniel Beliera, yo tenía 22, 23 años. El DT era Vicente Bonavena y me preguntó de dónde venía. Le dije que de un equipo de barrio. “Ah no, no me servís”, me dijo. Se ve que tenía sus intereses. Me tuve que volver, aunque había andado bien en las prácticas”, lamenta, resignado.
Algo totalmente distinto le ocurrió en San Lorenzo, donde podría haber quedado, pero la burocracia le quitó el entusiasmo: “Tuve que hacer un montón de papeles, ir de acá para allá. No quise y no fui más”.
“Cuando uno es joven no le importa nada. Ahora sé que me hubiera gustado jugar en un club importante, hubiera andado bien. Todos me dicen que podría haber jugado en cualquier lado, pero bueno, no se dio”.
Jugar a los 69
Actualmente integra el equipo senior de Vallier. Hasta 2019 compitió de manera oficial y ahora solo juega amistosos. “Hace dos años salimos campeones en Córdoba, entre clubes de todas las provincias. Jugamos siete partidos y ganamos todos. Y eso que nos anotamos en+35 y no en +45, dimos ventaja. Yo jugué de delantero y me cansé de hacer goles”, señala, sobre el último gran título que consiguió.
El físico le pasó factura de la cuarentena y cuando volvió a jugar, en septiembre, sintió la inactividad. “Hacía mucho que no jugaba, hicimos un amistoso contra Independiente y me dolía todo. Recién ahora me estoy recuperando”, cuenta, con sinceridad.
Así y todo, la pelota sigue rodando y ya tiene programados unos partidos en Córdoba, para noviembre, entre amigos. “Yo digo que deben ser los genes. Esto se lleva en la sangre, es mi vida”, explica. Y sí, “Cepillo” respira a través del fútbol, de eso no hay ninguna duda.
UNA NOCHE MÁGICA
El emotivo homenaje de Villa Vallier a su ídolo
Con absoluto merecimiento, Omar Zatti recibió el viernes 15 un reconocimiento a su trayectoria en la sede de Villa Vallier. Con más de 100 personas invitadas, entre familiares, amigos y ex com-pañeros, “Cepillo” tuvo un homenaje que estaba previsto desde hace tiempo, pero se fue pos-tergando por la pandemia.
La jornada, que incluyó una tallarinada, números musicales y el infaltable brindis, tuvo su pico de emotividad cuando la entidad anunció que retiraba la camiseta con el número 2 que siempre usó en su dorsal. “Me la traje enmarcada y firmada. Es un orgullo muy grande, no esperaba tanto. Fue algo sencillo pero muy emotivo, no pude ni hablar. Vinieron ex compañeros del Regional que hacía más de 30 años no veía. Me hicieron caer las lágrimas”, confiesa Zatti.
La idea del homenaje surgió de Jorge “Tigre” Acosta, que está en el fútbol infantil, y también colaboró Darío Larregina, que es jugador del club. Además, fue declarado “Figura Destacada del Deporte” por la Municipalidad de Escobar y la comisión directiva de Vallier, presidida por Cristian Rondinella, le entregó una mención especial.
Una noche mágica para un verdadero baluarte del fútbol y multicampeón de la Liga Escobarense.