Detallista y autodidacta, apostó a la luthería como forma de vida. Con creatividad y talento, conjuga sus habilidades de técnico electrónico, músico y carpintero para lograr diseños y sonidos únicos en sus bajos y guitarras.

Para su marca de guitarras eligió el nombre de un árbol. Le puso Taxus -una especie también conocida como Tejo, que crece en Europa-, porque pensó en la interconexión del instrumento con la madera, las raíces y el planeta. “Es un homenaje para ellos, que los usamos para hacer arte, y que estuvieron vivos”, le cuenta a DIA 32 Pablo Villalba (38), que hace una década se dedica exclusivamente a la luthería, pero empezó a investigar el oficio en la adolescencia.

Combinar su conocimiento de técnico electrónico con su etapa de carpintero y su oído musical dio como resultado un producto del que se siente orgulloso. En su taller, ubicado sobre Colón y Corrientes, en Belén de Escobar, construye guitarras y bajos eléctricos, además de especializarse en reparaciones. Disfruta de la parte creativa, la delicadeza y la paciencia que requiere el paso a paso del trabajo.

“No hago réplicas, hago diseños propios. Uno pone mucho trabajo, horas y, principalmente, mucho cariño. Prefiero estar en los detalles, diseñar pensando en cuestiones específicas y especiales para el dueño de la guitarra, no copiar. Lo que más me gusta de la construcción es ir a eso que necesita cada persona”, asegura.

Ningún integrante de su familia se dedicó a la música o a la madera, todo nació de una búsqueda personal. Cuando tenía 17 años, mientras estudiaba en la Técnica Nº5 de Tigre y tocaba punk y rock, empezó arreglando su propia guitarra porque no conseguía especialistas en la zona: “Tenía que hacer unos ajustes y me animé a probar. Y eso que me había costado mucho esfuerzo comprarla. Sacaba la información de revistas, catálogos, y me fue gustando. También estuvieron los amigos valientes que me prestaron las suyas para descubrirlas”.

Desarmar, investigar y volver a armar fue una tarea que le llamó la atención desde muy chico, y relacionar estas habilidades con la música fue un acierto. En 2003, más allá de las reparaciones, comenzó a interiorizarse específicamente en la construcción.

“Toda mi formación fue autodidacta. Empecé descubriendo los sonidos que yo quería; entendí que para tener sonidos distintos se necesitan varias guitarras de línea. Investigué por qué cada una es particular, y se abrió el mundo de las maderas y de los micrófonos. Cuando llegó la era de internet, fue la gloria. Ayudan también las reuniones con otros luthiers, donde compartimos técnicas y puntos de vista”, explica.

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Volver a las raíces

En su taller, donde está desde 2017, funcionaron dos carpinterías. En una de ellas trabajó hace 10 años, con el propósito de encaminarse hacia su verdadera pasión. Antes era empleado de una fábrica de gases especiales en Garín, donde ya había comenzado a armar instrumentos en los tiempos libres.

“Un día me cansé, pasé por la carpintería de mi amigo, donde se hacían muebles a medida, y pregunté si tenían algo para mí. Renuncié y empecé con ellos, aprovechando la maquinaria para hacer lo mío. En la carpintería se trabajaba de lunes a viernes, yo tenía la llave del taller y el fin de semana me dejaban hacer lo que quería. Venía a hacer cortes, cepillar y encolar cuerpos”, recuerda.

La primera guitarra que desarrolló desde cero fue un regalo de una madre a su hijo, que buscaba algo especial: le hizo una guitarra única, con distintos tipos de madera y detalles personalizados. Sumado a las reparaciones, empezó a tener cada vez más encargos. Y también trabajó para la casa de música Génesis. En un punto, tuvo que apostar a dedicarse exclusivamente al oficio de luthier.

“Poder estar en este lugar me reafirmó ciertas cosas: me la jugué y llegué. Curiosamente, nunca dejé de venir acá… aunque no trabajara, seguía pasando a tomar un mate, seguía teniendo copia de la llave”, comenta, reflexivo.

Sobre las claves del trabajo, destaca que es importante estudiar las propiedades de las maderas. En su caso, utiliza varias nacionales: “Si bien se suelen conocer las internacionales, porque las usan las marcas de Estados Unidos o Canadá, hay muchas de acá, que además de ser preciosas tienen las mismas características, y otras diferentes que está bueno aprovecharlas. Me gusta elegirlas y a veces ellas me encuentran”.

“Cuando se le hace un encargo a un luthier, la persona viene con una idea predefinida sobre qué sonido quiere lograr. Mi trabajo es orientarla para llegar a ese audio, luego ofrecer qué maderas, qué cuerpos, qué micrófonos, qué escala, etcétera. A la vez, la cuestión estética y las combinaciones”, señala Villalba, que además es músico, principalmente guitarrista y cantante, otra destreza que se complementa con su producto.

“Tengo la suerte de tener una clientela extensa. Vienen artistas locales y también del exterior, es la visita obligada de muchos cuando pasan por el país, llegan con su viola para ponerla a punto y me dicen: ‘tomá, te extrañaba, la traje para que le hagas unos mimos’. Preparar instrumentos de músicos importantes te impulsa a seguir, y que me elijan más de una vez me dice que estoy haciendo bien las cosas”, afirma, y da muestras de que al taller donde volvió para seguir creciendo como luthier, también vuelven las guitarras.

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