Por CIRO D. YACUZZI
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El kirchnerismo escobarense no está unido ni organizado. Y se nota. Quedó evidenciado crudamente y a la vista de todo el mundo el miércoles 10 a la noche, cuando cinco de sus siete concejales se retiraron de la asamblea con mayores contribuyentes en la que se votó el reciente aumento de tasas solicitado por el intendente interino Walter Blanco.
Para ocultar sus propias miserias y gambetear un debate que los ponía en una encrucijada política, los ediles del Frente para la Victoria responsabilizaron de su actitud al presidente del Concejo Deliberante, Elio Miranda, quien decidió limitar el ingreso de público al recinto para garantizar que la sesión pueda desarrollarse normalmente. Entonces, el pretexto oportuno para levartarse de las bancas fue que afuera habían quedado algunos militantes de un sector kircherista, aunque la mayoría estaba adentro.
“Es vergonzoso que estemos encerrados entre cuatro paredes, si no tenemos nada que esconder”, expuso Luis Carranza, sin sonrojarse por la exageración. “Las instalaciones están colmadas y por razones de seguridad está restringido el ingreso de mayor cantidad de vecinos”, le contestó, seco, Miranda. Pero esa explicación no modificó el libreto de Carranza y sus compañeros de bancada Javier Pérez, María Rosa Pereyra, Pablo Ramos y Claudia Dortona, que tomaron sus cosas y emprendieron la retirada.
Quienes permanecieron en sus lugares hasta el final fueron Hugo Cantero y Daniel Tossio, que terminaron apoyando el incremento tributario. “¿Nos hace menos peronistas tener esta posición? Muchas veces lo que hay son presiones externas a este bloque, con la idea de privilegiar el posicionamiento personal de alguna persona”, sugirió Cantero en clara alusión al funcionario nacional y precandidato a intendente kirchnerista Ariel Sujarchuk, quien desplegó una intensa campaña bajo el lema “No al Impuestazo Municipal”.
Si bien los cinco concejales que protagonizaron el desplante responden a la línea de Sujarchuk, también conservan una larga y cordial relación con Blanco, a quien hasta este episodio habían respaldado en todas sus iniciativas, con elogios incluidos. Por eso la situación de tener que inclinarse a favor de uno u otro los enmarañó en un brete del que apenas pudieron zafar cayendo en el barro del ridículo y la sobreactuación.
En la sesión preparatoria que se realizó dos semanas antes de la asamblea con mayores contribuyentes, el FPV había presentado un proyecto alternativo que proponía contemplaciones para los vecinos que no puedan hacer frente al pago de los tributos y un aumento proporcional en los salarios del personal municipal. Ambas medidas, finalmente, fueron contempladas. “Si uno propone modificaciones y se las aceptan, tiene que acompañar. Para eso no propongamos, digamos que no a todo y listo”, se quejó Cantero.
Al ser consultado sobre las razones de su voto, el concejal kirchnerista sostuvo que “no se puede desfinanciar al Municipio” y criticó el doble discurso de callarse cuando aumenta la nafta o el peaje y poner el grito en el cielo ante una suba promedio del 20% en las tasas. Además, reafirmó su apoyo a la gestión Blanco viene llevando a cabo desde noviembre pasado: “Antes se alquilaban máquinas y ahora se compran, antes los semáforos no andaban y ahora andan, no había luces y ahora hay. Se están viendo cosas positivas”, evaluó.
Así las cosas, por estos días el kirchnerismo vernáculo se divide entre quienes mantienen su acompañamiento a un intendente interino que se columpia entre las telarañas del FPV y el massismo, quienes ya le dan vuelta la espalda y los que, a mitad del río, no saben si seguir en el bote o tirarse al agua y nadar a donde los lleve la corriente.
Entre tanto despiole interno, algo está claro: a esta altura, que la presidenta del bloque kirchnerista sea la esposa del jefe de la última campaña local del Frente Renovador ya es un problema menor.