Cuenta la leyenda que en el solar donde ya está funcionando el Pasaje Don Juan se encontraba una de las primeras casas del pueblo, cuyas paredes atestiguaron la historia de Belén de Escobar incluso desde mucho antes de la llegada de personajes como Eugenia Tapia de Cruz.
Las características arquitectónicas del edificio dan fe de su antigüedad; los pisos de terracota, los restos de muebles recuperados que fueron utilizados para cumplir las funciones más impensables o las paredes de ladrillos asentadas sobre cimientos de barro, que aún se pueden apreciar si se afina bien el ojo y se presta atención a los detalles.
Por esas cosas del destino, que a cada cual le designa un lugar inexplicable, los hermanos Gabriel y Marcelo López heredaron esa casona ubicada al 800 de la avenida Tapia de Cruz, a metros de las vías.
Para explicar la sucesión hay que retrotraerse a los primeros registros conocidos: el año de su construcción, que se estima alrededor de 1890. Fue la época en que Juan Olivera -a quien se debe el nombre de la flamante galería comercial- llegó desde España para dedicarse al trabajo en su pequeña chacra, que con el tiempo fue creciendo.
Como se estilaba entre los inmigrantes de aquella época, los primeros en llegar al país se ocupaban de ir armando casas con varias habitaciones para recibir a los parientes que más tarde desembarcarían de Europa. Fue así que se formaron las “casas chorizo”: un cuarto al lado del otro con salida a un patio central -en este caso estaba cubierto por una tupida parra-, una cocina y un baño comunitarios.
Entre la mucha gente que vivió o se hospedó transitoriamente en esa vivienda estaba Victoria, la hija de Olivera, quien se casó con un López y formaron una gran familia. Más de un siglo después, la enorme propiedad, que hasta tenía una gran entrada de carruajes y decenas de caballerizas, quedó en manos de Marcelo y Gabriel.
Ambos se dedican a la construcción y se inspiraron en el Mercado de Maschwitz para replicar su pintoresco estilo en Escobar, haciendo uso de esa vieja casa que ya ninguno de los dos habitaba. El proyecto les tomó cuatro años: “Lo pensamos, lo diseñamos y lo fuimos haciendo despacito”, cuenta Marcelo a DIA 32.
La primera etapa ya está terminada: son dieciséis locales, donde por ahora funcionan una barbería, una casa de vestidos de novia y una tienda de celulares. “Pronto abrirá una cervecería artesanal con picadas y comidas gourmet, porque la idea es que se sumen ofertas gastronómicas para que se arme un circuito interesante donde venir a degustar diferentes opciones”, adelanta. Solo quedan dos o tres lugares disponibles, el resto ya está alquilado.
Además, hay una planta alta con una gran sala donde se dan clases de yoga, un estacionamiento y pronto abrirá una sucursal de la cadena de comida rápida Burger King.
Pero esto no es todo, ya que para 2019 hay planes de expansión. La idea es comenzar la construcción de una segunda etapa que elevará el número de locales a treinta. “Es algo nuevo para el público de Escobar, del que hemos recibido una respuesta más que positiva”, finaliza el emprendedor, confiado en que la apuesta dará buenos resultados.
Por lo pronto, ya hay algo nuevo y distinto sobre la Tapia.