Durante algunas horas, los ojos de todos los canales de noticias se posaron sobre Garín en la noche del lunes 6. Un cerco de cámaras, cronistas, policías, funcionarios y vecinos curiosos rodeó un local de accesorios para teléfonos celulares, donde dos delincuentes entraron a robar y tuvieron de rehenes a dos jóvenes, hasta que finalmente aceptaron entregarse.
La trama de esta historia se inició en Tigre, donde Maximiliano Benítez (23), Damián Bagnato (22) y un cómplice robaron un remís y encerraron a su conductor en el baúl. En ese auto llegaron hasta Garín y, minutos después de las 19, se detuvieron para asaltar un comercio ubicado sobre la calle Sullings al 1000.
Los dueños del negocio, que abrió en diciembre, son dos hermanos: Pablo (24) y Martín Cardoso (27). “Estábamos charlando sobre las cosas que teníamos que comprar y, de repente, entró un chico de unos 23 años con gorrita. Me preguntó si había cerca algún supermercado chino”, contó el más joven a La Nación.
“Enseguida me di cuenta de que era un delincuente. Cuando salió, fui atrás de él. Vi que dobló en la esquina y desapareció, así que me volví tranquilo al negocio”, agregó. Pero lo peor estaba por venir.
Armados con un cuchillo y un revólver, los ladrones regresaron al comercio y amenazaron a los hermanos. Exaltados, rompieron una estantería, bajaron las persianas, los maniataron y los llevaron al fondo del local.
“A uno de ellos le di las llaves de las motos, la de mi hermano y la mía, las billeteras, una mochila con cosas y mi celular”, detalló Pablo. Ese ladrón logró escapar antes de que llegue la Policía.
Mientras tanto, un vecino que vio lo que pasaba llamó al 911. Así, decenas de efectivos de seguridad se hicieron presentes en el lugar y acorralaron a los asaltantes. Ahí fue cuando decidieron convertir en rehenes a sus víctimas para ganar tiempo.
Afuera había un importante operativo, encabezado por el Grupo Halcón, francotiradores, negociadores y la fiscal Laura Basualdo. Hasta el intendente interino Carlos Alberto Ramil se acercó al lugar. Los delincuentes exigieron pizzas, cervezas y cigarrillos mientras negociaban con las autoridades.
En ese momento, Martín le pidió a los asaltantes avisarle a su madre que estaban bien. “Sacá fotos, filmá. Avisale a tu mamá y difundí todo esto que va a quedar para la historia. Sonreí, hacé un vivo en Instagram”, le respondió uno de sus captores. Así fue como la toma de rehenes, transmitida por casi todas las señales de noticias, se viralizó en las redes sociales.
La situación parecía prácticamente controlada. La Policía ya había acordonado dos cuadras alrededor del comercio y los delincuentes no tenían opciones. Después de comer y fumar, decidieron rendirse: “Ya está, tenemos que entregarnos. Está la gorra por todos lados”, expresaron.
Después de dejar su firma en una de las paredes del local, ambos salieron con los hermanos como escudos para hablar con la fiscal y ponerle fin a la toma. De esa manera terminó una pesadilla de verano transmitida en vivo y en directo desde Garín a todo el país.