Una empresa holandesa ideó un formato de caminos hechos con botellas recicladas. El sistema, que evitaría la emisión de una importante cantidad de gases, aún está en fase experimental.

Miles de litros de tinta, bobinas de papel, incontables comentarios en las redes sociales y una infinidad de minutos se destinan a reclamos por la contaminación y el mal estado de las calles. Estos son solo dos de tantos temas que ocupan las principales críticas de los ciudadanos escobarenses. Paradójicamente, en un futuro ambos podrían ser paliados a la vez y de una manera muy práctica: la solución se llama Plasticroad.

Al otro lado del Atlántico, en Holanda, existe una ciudad que se llama Rotterdam. Con más de 600 mil habitantes, allí se encuentra el principal puerto de toda Europa, pasan los ríos Mosa y Rin y es donde surgió el novedoso invento, que plantea sustituir al asfalto tradicional por bloques de plástico reciclado extraído del agua.

Así es. Gracias a la buena predisposición de un alcalde de descendencia musulmana y al trabajo de la empresa holandesa Volker Wessels, esta idea planea ver la luz próximamente. El problema causado por la cantidad de desechos plásticos que hay en los océanos, la contaminación que se genera ante cada pavimentación y el costo en tiempo y dinero que implican podría ser saneado mucho más rápido de lo que pudiera haberse imaginado.

La idea madre de esta innovación se basa en la colocación de estos bloques, hechos íntegramente de plástico, en lugar de la brea y las piedras en los caminos. Algo similar a un Lego y con muchas ventajas: el tiempo de trabajo pasaría de meses a semanas, los caminos aguantarían temperaturas altas o bajas, no sufrirían corrosión, tendrían más vida útil y, al ser más ligero, el Plasticroad disminuiría la presión sobre el suelo y permitiría que por debajo se instalen cables y caños.

“El plástico ofrece todo tipo de ventajas en comparación con la construcción actual, tanto en el desarrollo de las carreteras como en su mantenimiento”, admitió Rolf Mars, de Volker Wessels, en una nota con el diario inglés The Guardian.

Un párrafo aparte merece lo que se ahorraría en cuanto a contaminación. En un mundo que sufre cada vez más las consecuencias del calentamiento global, con este proyecto se podría evitar la emisión de 1,6 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) que se genera con la pavimentación convencional.

¿El asfalto del futuro?

A pesar de todo el trabajo, los estudios y las investigaciones realizadas, el proyecto que se viene craneando desde 2015 aún no ha sido plasmado materialmente. Las principales dudas pasan por el dinero que cuesta reciclar el plástico, la cantidad de materia prima que pudiera haber y por la reacción que habría ante inclemencias climáticas tales como nieve o fuertes lluvias.

“La idea todavía está sobre el papel. La siguiente etapa es construirlos y probarlos en un laboratorio para asegurarse de que son seguros en condiciones húmedas y resbaladizas”, reconoció Mars.

Si se aplica algo así, sería una innovación a nivel mundial. Actualmente, lo más novedoso se da en Vancouver, Canadá, donde el plástico reciclado se derrite y granula y se lo mezcla con el asfalto. La iniciativa del país norteamericano produce 20% menos de combustión, pero es tres veces más cara que el pavimento común.

El desafío está planteado. El asfalto plástico parece ser el futuro y Rotterdam quiere enarbolar la bandera de ser la primera ciudad del mundo en tener calles autosustentables. “Aún estamos buscando socios que quieran colaborar”, concluyó Mars.

Resulta raro imaginar que se pavimente la autopista Panamericana en un mes o que los cráteres de los caminos escobarenses queden sepultados para siempre. Algo así aliviaría a quienes los transitan y le dejaría más tiempo libre a todos los que no se cansan de quejarse del estado actual en cuanta publicación vean por ahí. ¡Teléfono, Intendente!

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