Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar
Patricio Yoel Sena esperaba el colectivo en la esquina de la ruta 26 y Beliera, a metros del paso a nivel. Eran las 7.15 del martes 3 y había varias personas a su alrededor. Pero la tragedia lo eligió a él: estaba de espaldas al asfalto cuando un camión perteneciente a Ambiente y Espacio Público porteño, en el que viajan a Capital los cartoneros, pasó bordeando la acera, enganchó su mochila, lo arrastró y le causó la muerte. Un accidente fatal, un descuido que le costó la vida. Pero que también podría haberse evitado si la terminal construida por el Municipio en 2012 estuviera en funcionamiento. Por ahora, solo es una obra sin sentido, un caso calcado al de la calle Güemes, en Belén de Escobar, donde en 1998 se hizo un boulevard y se construyeron dársenas que jamás fueron habilitadas.
En junio de 2010 y en el marco de la celebración del 36º aniversario de Savio, el entonces intendente Sandro Guzmán anunciaba la puesta en marcha de un “Centro de Transferencia de Transporte de Pasajeros” con la finalidad de “centralizar en un punto estratégico las dos modalidades más importantes de transporte público de pasajeros: el ferroviario y de colectivos”.
La obra, que además permitiría “optimizar y garantizar las condiciones de servicio y confort de los pasajeros que se movilizan en esa localidad y hacia otros destinos”, comenzó a hacerse realidad a partir de marzo de 2011 para concluir casi un año después, cuando el Municipio informaba que ya se encontraba en su etapa final, lo que presagiaba una inminente apertura.
Los trabajos abarcaron el área de acceso y laterales de la estación de trenes sobre la calle Beliera, que fueron pavimentados formando un corredor paralelo desde Pringles hasta Italia. Además, se sumaron arreglos de iluminación, equipamiento urbano y paisajismo, con rejas artísticas de hierro, bancos de cemento, refugios en las paradas, cestos de residuos, farolas y variedades de especies vegetales.
Pero hasta el día de hoy las diez dársenas ubicadas en paralelo a la Beliera, que componen la playa de transferencia, jamás recibieron a un solo colectivo. Y, junto a la entonces renovada estética del lugar entraron, lamentablemente, en un estado de visible dejadez.
Después del trágico accidente, los vecinos descargaron su bronca en las redes sociales y apuntaron todos los dardos contra la Comuna por la malograda terminal: “Los colectivos paran donde quieren, generan un gran tráfico y ahora paran en la plaza. A eso se le llama plata mal gastada”. “Fue un gasto innecesario, con todo ese hormigón hubieran tapado miles de baches”. “Ya sabemos que es una careta, pero, ¿algún día parará un colectivo ahí?”, son algunos de los comentarios que pueden leerse en las comunidades virtuales avienses.
En tanto, se adjudican la razón quienes cuando se inició la obra –se calcula que costó unos tres millones de pesos- auguraban que se estaba haciendo improvisadamente, sin planificación, pasando por alto que las calles que circundan a la terminal no aguantarían el peso de los colectivos ni permitirían el giro hacia la ruta. A casi cuatro años de su anuncio oficial y a dos de su finalización, la realidad es elocuente.
Las esperanzas de que la situación se modifique no son muchas, al menos en lo inmediato. Es que la puesta en funcionamiento de la terminal no figura en el Plan de Metas de Gestión 2014 del intendente interino Walter Blanco. No obstante, fuentes consultadas por DIA 32 aseguraron que la Secretaría de Obras Públicas tendría previsto poner en condiciones el lugar con la intención de que se cumpla la promesa que Guzmán hizo en 2010.
Mientras tanto, a semanas de haberse cumplido el 40º aniversario de la populosa localidad, los vecinos de Savio siguen abarrotándose como pueden en las peligrosas esquinas de la 26 para conseguir un colectivo que los lleve a destino. Ya no en tiempo y forma, porque sería mucho pedir. Pero esa es otra historia.
Por lo pronto, Belén de Escobar y Maquinista Savio tienen algo en común: dos proyectos de terminal sin ningún tipo de utilidad. Plata tirada, ni más ni menos.