Lo que comenzó como una pequeña feria americana devino en un shopping de lo usado que sigue creciendo a la vista de todos. Economía de subsistencia, comercio informal y dilema social.

Dilema: “Situación difícil o comprometida en que hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger porque ambas son igualmente buenas o malas”. Tras leer la definición, no quedan dudas de que esta palabra es la indicada para graficar el escenario que se monta a diario en el campito de la estación de Belén de Escobar, donde la necesidad de subsistencia de muchas familias derivó en la creación de una informal y exuberante feria americana, que se contrapone a los intereses legítimos de los comerciantes y también de los vecinos que ya no pueden utilizar libremente una plaza que hoy está copada por manteros.

La movida comenzó en agosto de 2014, cuando un grupo de mujeres escobarenses decidió tirar sus mantas al pasto todos los viernes para vender prendas familiares en desuso y artesanías propias. Sin embargo, la falta de control municipal, el arribo de “gente de otros lados” y el desmejoramiento de la economía fueron desvirtuando por completo la idea original hasta convertir al predio en un centro de venta informal a cielo abierto, que ahora funciona de lunes a sábado y donde se puede encontrar de todo, incluso cosas nuevas.

El catálogo de productos es tan colorido como surtido. A la indumentaria, los zapatos y carteras ofrecidas inicialmente, se fueron sumando alimentos, juguetes, herramientas, CD’s, DVD’s, objetos de platería y otras mercancías que nada tienen que ver con las añejas ferias del baúl, tan de moda por estos tiempos.

“Acá se vende bien porque somos económicos y estamos muy bien ubicados. Las mamás que vienen de cobrar el plan y tienen cinco chicos no pueden ir a Delfos a comprarles calzado. En cambio, vienen acá y en una manta le compran a uno y en otra a otro. Nosotros trabajamos gracias a ellas, porque cuando cobran pasan por acá a vestir a los chicos”, explica Susana Gerez (60), una de las primeras manteras, cuyo puesto se destaca en el parque porque ahora tiene un gazebo -“todavía lo estamos pagando”, dice- colmado de ropas y productos de cuero, que consigue en Cáritas y ferias de Capital, “donde hay buena calidad”, señala.

La feria de manteros no tiene ninguna organización, ni informal ni formal. Si bien hay manteras que ya son como referentes, “no hay que pagarle nada a nadie para vender”, afirma Susana. El que quiere ir, va con su manta, se acomoda en algún espacio y espera pacientemente la llegada de clientes. “Entre las más viejas se cuidan el lugar porque viene mucha gente nueva”, aclara la mujer.

La relación con el Municipio es un tema aparte. “Después de censarnos el año pasado, además de prometernos cosas que nunca cumplieron, como las estructuras de metal, nos dijeron que teníamos que cuidar el lugar y que solo podíamos vender cosas usadas, porque si no nos iban a desalojar. ¿Pero cómo hago yo para decirle a una persona que acaba de ser echada del laburo que no venda alimentos o cosas nuevas? Cuando le decís que nos perjudica a todos y le van a confiscar las cosas te dicen, ‘que vengan a sacarme’. No tenemos autoridad”, expresa Susana, con evidente malestar.

Más allá de estas diferencias internas, cuando se los consulta por la posibilidad real de ser expulsados de la plaza por estar comerciando de manera ilegal y usurpando el espacio público, la respuesta de los manteros es más o menos la misma. “Si nos quieren sacar nos vamos a ir a quejar a la puerta de la Municipalidad y a pedirles que nos den laburo ellos, porque nuestros hijos comen gracias a lo que vendemos acá día a día”, advierte Lucas Palmeira (28), uno de los manteros más conocidos de la feria por su estremecedora historia de vida (ver recuadro: “Mis hijos comen gracias a esta feria”).

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En busca de la solución

Además de permitirle la subsistencia a cientos de familias, este centro de venta informal a cielo abierto, que sigue creciendo a la vista de todos y en pleno corazón de la ciudad, contribuye junto a las ya conocidas saladitas y los vendedores ambulantes a una estadística poco meritoria: Escobar es el quinto municipio del Gran Buenos Aires con mayor cantidad de puestos de ventas ilegales por habitante, según el último estudio de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) (ver recuadro: Escobar llegó al top five…).

Ante este panorama, totalmente negativo para el sector formal, el presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Escobar (CCISE), Hernán González, plantea que la solución al dilema de los manteros es “dignificar la forma de trabajar, regularizarla y ordenarla”. “Acá no hay que meter presa a la gente o dejarla sin trabajo. Sí hay que ver lo que se vende y organizarlo. Las cámaras elevamos el reclamo, pero el poder político es el que tiene que tomar el reclamo y hacer cumplir la ley”, había expresado a DIA 32 en una entrevista que se publicó en abril.

Ante esta problemática el Municipio no se quedó de brazos cruzados, aunque ninguna de sus medidas resultó ser efectiva. En 2016 realizó un relevamiento entre los manteros, les asignó un lugar específico y hasta estableció condiciones para que sigan vendiendo en el lugar a través de distintos acuerdos. Pero como ninguna de estas acciones tuvo un verdadero sustento legal, los vendedores hicieron oídos sordos y siguieron expandiéndose como si nada.

“Les ofrecimos un lugar en el polideportivo Luis Monti para que puedan blanquear la situación en una suerte de paseo de compras. Pero no lo aceptaron porque argumentan que ahí no van a vender nada”, explicó el secretario General de Gobierno, Javier Rehl, quien también adelantó que el Municipio no correrá por la fuerza a los manteros (ver recuadro: “La explosión de los manteros…”).

A pesar de los distintos planteos y el genuino interés oficial por regularizar la situación de los manteros, la coyuntura socio-económica nacional no colabora para nada: sumado al ostensible aumento de la tasa de desempleo (7,6%), el INDEC informó que la inflación en abril creció 2,6% y que una familia tipo necesita al menos $14.501 para no caer bajo la línea de pobreza, un flagelo que afecta al 32,9% de la población argentina (13 millones de personas).

En definitiva, las propuestas de las autoridades y los indicadores macroeconómicos parecieran estar muy lejos de aportar una solución definitiva al dilema social que se presenta en la plaza de la estación de Belén de Escobar: ¿Manteros sí o manteros no?

Escobar llegó al top five de la ilegalidad

En medio de la recesión económica y la caída generalizada en las ventas minoristas, el comercio ilegal sigue expandiéndose en el país. Por caso, en el primer semestre de 2016 la cantidad de vendedores irregulares creció un 11,4 %, por lo que se incrementó la oferta de mercadería de legalidad dudosa y se generó un mayor desplazamiento del consumo desde el sector formal al informal.
Así surge del último relevamiento realizado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) en 455 ciudades de las 24 provincias argentinas, el cual coloca a Escobar como el quinto municipio con mayor cantidad de puestos de venta ilegal por habitante del Gran Buenos Aires.

UN TESTIMONIO DE VIDA CONMOVEDOR

“Mis hijos comen gracias a esta feria”

Aunque no le sobraba nada, Lucas Palmeira (28) llevaba una vida plena y feliz. Hasta que hace quince meses dos delincuentes le dispararon en la cabeza para robarle el vehículo con el que trabajaba como remisero, en Burzaco. Contrariando todos los pronósticos médicos, el joven logró sobrevivir tras permanecer internado durante 17 días en un hospital, aunque la lesión le dejó secuelas irreparables: tiene “medio cerebro muerto”, perdió la visión completa del ojo izquierdo y, por ende, no puede conseguir ningún empleo. Salvo en el campito de la estación de Escobar, donde desde hace un año tira una manta para vender y ganarse el sustento para alimentar a su esposa y dos hijos. Una historia estremecedora.

¿Cómo llegaste a la feria de la estación de Escobar?
-Después que salí de terapia intensiva, mi cuñado me dijo de mudarme a Escobar, al barrio Lambertuchi. Así conocí esta feria, que es el único lugar donde puedo trabajar, porque estoy medicado y sufro convulsiones todo el tiempo. En realidad, según los médicos no puedo hacer nada, pero tengo que trabajar para poder subsistir, como cualquier persona.

¿Y te molesta tener que hacer esto para subsistir?
-Si no fuera por mi estado de salud, no estaría acá. Yo siempre laburé de todo y para mí esto era una vagancia, pero después me di cuenta que no lo es. Soy cocinero y últimamente trabajaba de remís, porque me cansé de laburar bajo patrón y ganar menos de lo que merecés. Ahora doy gracias a Dios de que por lo menos puedo laburar acá, y no me da vergüenza decirlo. Me encantaría hacer otra cosa, pero hoy en día necesito tirar la manta porque es lo que me da de comer y no tengo otra opción. Después de lo que me pasó, vivo el día a día y no me quejo de nada. Además, la gente acá es muy solidaria.

-¿Qué harías si los desalojaran del predio?
-Si me sacan esto es peor que si me quitasen la vida, porque yo vengo a laburar para darle de comer a mis hijos y pagar un alquiler para que ellos estén bajo el techo de una casa, porque no me gustaría vivir en la calle. Si no puedo laburar acá, ¿qué tengo que hacer? ¿Salir a robar y matar gente como me hicieron a mí? Yo prefiero hacer esto y a la feria la voy a defender a muerte, porque le da de comer a mis hijos.

javier rehl en su oficina

JAVIER REHL

“La explosión de los manteros se debe al deterioro y pauperización de la economía”

El secretario general de Gobierno, Javier Rehl, recibió a DIA 32 para dejar en claro la postura del Municipio sobre la situación de los vendedores de la estación. “Nunca los sacaríamos por la fuerza”, aseguró.

¿Qué medidas tomó la Comuna para regularizar la situación de los manteros que ya ocupan gran parte de ese terreno?
-Cuando nosotros asumimos esta situación ya estaba, pero no nos quedamos quietos y tratamos de hacer una intervención, como hicimos con el trueque de Savio, donde se vivía una situación parecida. En principio, nosotros establecimos un contacto. No fuimos a levantar a la gente como algunos pretendían, ya que entendíamos que el 90% era gente necesitada, que se había quedado sin empleo, aunque a veces también hay vivos instalados ahí adentro. Esta gestión tiene mucho que ver y le agradece mucho a la economía social, porque fue un poco el disparador con el que nos conoció la gente acá en Escobar. Así que nuestro sentido va a ser totalmente el inverso al que querían muchos: esto de correr a la gente y todo eso.

Lo primero que nos pidió el Intendente es que separemos la paja del trigo, que nos presentemos y conozcamos a la gente. Para esto, hicimos un censo para relevar datos, realizamos varios operativos y a la gente que no era de Escobar la invitamos a retirarse del predio. Este fue el primer acuerdo: que solo haya gente de Escobar. Después hicimos un control de lo que tenía que ver con la venta clandestina, como eliminar CD’s y DVD’s truchos. También les ofrecimos un lugar, el polideportivo Luis Monti, para que puedan blanquear la situación en una suerte de paseo de compras.

Pero no quisieron ir a vender al polideportivo…
-No quisieron, porque, obviamente, el mayor caudal de tránsito peatonal está en la plaza de la estación. Entonces, ahí volvimos a tomar una especie de nuevo contrato social con ellos para seguir avanzando y les pedimos algunas cosas: mantener la limpieza de ese sector del predio, porque los vecinos también se quejaban por la suciedad; y no vender alimentos, animales, autopartes ni electrodomésticos. No queremos que esto se desconfigure y se terminen vendiendo cosas de procedencia dudosa, como en otras ferias. Ellos tuvieron la mejor predisposición y entendieron el planteo que hicimos.

O sea que la idea del Municipio no es sacarlos del campito de la estación…
-Lo que hicimos fue asignarles un espacio, que se respetó y está entre el andén y el museo ferroviario.

Pero hay gente que ya está vendiendo de cara a la calle Colón, donde está el arenero…
-Bueno, pero con la gente que nosotros venimos trabajando hace más de un año ese espacio se respeta, se cumplen todos los requisitos y acta-acuerdos y están organizados, muchos de ellos se han incorporado a redes y ya son monotributistas sociales. Es decir, se cumplieron todos los pasos necesarios. Ahora, la coyuntura socioeconómica hace que vayan cayendo más personas a vender ahí. Lo que sí hacemos es un fuerte control sobre la venta pirata y todo lo que está prohibido vender. Igual, estamos hablando de una economía de subsistencia, de gente que está en una situación de extrema vulnerabilidad y por eso el Municipio se hace presente.

-Con ese criterio, si la pobreza y la desocupación siguen aumentando, existiría la posibilidad de que los manteros ocupen la plaza de punta a punta…
-No, porque, por otro lado, hay una decisión de transformar la plaza, que vamos a hacer en tres etapas. Queremos que sea un espacio público amigable para la familia de Escobar, que sea un lugar de esparcimiento y recreación, donde puedas comer y tomar algo, donde haya un aro de básquet y los chicos puedan jugar, donde se pueda andar en patineta. Ese es el proyecto, que ya empezó a concretarse en la Plazoleta de las Banderas. La verdad es que hay que hacer una intervención de toda la plaza, pero ahora nos empuja la realidad.

-¿Cuál es la solución entonces a esta problemática?
-La plaza nueva. Y atrás de la nueva plaza, que el ferrocarril nos brinde un mejor servicio, con mayor frecuencia, por decirte alguna cuestión. No hay soluciones o abordajes individuales sino integrales. En esa integralidad pensamos todo: que la gente pueda viajar sin tanta demora de Belén de Escobar hacia el centro y viceversa, y que cuando baje del tren se encuentre también con una plaza amigable. Este proyecto va a llevar un tiempo y mientras tanto se plantean estos dilemas, que uno tiene que tratar de ir resolviendo día a día.

Por un lado, tenés la economía de subsistencia y el hambre; y por otro, la denuncia del comerciante que dice que están vendiendo cosas truchas. Las dos variables coexisten, pero la idea es que una no se fagocite a la otra. Nosotros, como Municipio, podemos cambiar las cosas que están a nuestro alcance. Queremos que la gente se organice, se capacite y salga de esa economía de subsistencia con las herramientas que les brindamos, y que, por otro lado, el Municipio quede como agente promotor de esa movilidad social ascendente. Ese es nuestro objetivo.

Obviamente, la explosión de los manteros se debe al grado de deterioro y pauperización de la situación socioeconómica. Pero las condiciones económicas de la gente y el modelo económico del país es algo que se cambia con las elecciones. Mientras tanto vivimos con ese dilema, pero lo que nadie puede decir es que no actuamos o que no damos la cara.

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