El hombre del kiosco de la estación de Garín y vecino del barrio La Matilde acaba de presentar Mi padre y yo, su segundo libro. “Desde algún lado mi viejo lo estará leyendo y debe estar feliz”, confiesa.

Los barrios de clase laburante son una fuente inagotable de futbolistas, operarios y, también, de escritores. Como Guillermo Grennon (64), el kiosquero de la estación de Garín, que se acaba de dar el gusto de presentar su segundo libro: Mi padre y yo, un recorrido por poemas, relatos y recuerdos concebidos por él y su ya fallecido papá. Una obra con tanto sentimiento y calle como el barrio La Matilde, su lugar de inspiración.

Pese a vivir del comercio, su actividad favorita es escribir. Y ejerció esa pasión con tanta regularidad desde los 26 años, que ya tiene acumulada una gran cantidad de cajas con escritos. Tantos, que nuevamente se dio el gusto de seleccionarlos, compilarlos y llevarlos a una imprenta para convertirlos en el libro que sucede a Cosas de la vida (2000), su primera publicación.

“Mi viejo era medio reticente a publicar sus cosas, pero yo sé que desde algún lado lo está leyendo y debe estar feliz”, confiesa, con idéntico sentimiento, Grennon, en su bunker literario de la calle Pedro Ballester.

El taller de la Cooperativa El Zócalo fue el encargado de darle alas a este “collage” con 116 páginas de pura poesía e historias personales que hacen reír y emocionar. La tirada inicial fue de cien ejemplares, que se pueden conseguir en su kiosco de la estación y en la Biblioteca Alberdi. Cuestan $50 y ya se vendieron más de la mitad. “Superé ampliamente mis expectativas”, le cuenta a DIA 32, tan contento como agradecido, este ferviente autodidacta de largos cabellos blancos, padre de tres hijos y abuelo de ocho nietos.

La post-producción del libro constó de un celoso y espinoso proceso de cuatro meses, cuya astilla más dolorosa fue, como era de suponer, la económica. “Publicar es muy complicado, porque es carísimo, tenés que buscar mucho. En un lugar me pidieron 23 mil pesos y finalmente lo pude hacer por 8 mil y monedas”, detalla sobre la flamante impresión, que pagó de su propio bolsillo. “Acá no hay mecenas”, aclara.

Aunque subraya no tener autores ni libros de cabecera, admite estar influido por la poesía del andaluz Antonio Machado, la literatura española y por clásicos universales como Sandokán, Corazón, Corsario negro y Colmillo blanco.

“Todo lo que leí me dejó algo. Eso y lo que me sucede en la vida es lo que después voy plasmando en las hojas”, explica sobre sus escritos este descendiente de irlandeses y otrora operario metalúrgico, nacido en Villa Luro y vecino garinense desde 1969.

Grennon dice encontrar la inspiración de sus versos en cualquier lugar y momento, ya sea en el colectivo, haciendo de Papá Noel -“en una época mala”, recuerda- o en el kiosco que tiene desde hace una década en la estación de Garín. Sin embargo, no recomienda esa relación: “La venta no es un trabajo compatible con la literatura. Y más si sos de esas personas que le molesta cuando te cortan a cada rato”, comenta, entre risas.

Pese a todo, como muestra de que los sueños se pueden cumplir, Guillermo Grennon se hace tiempo para gastar tinta al punto de ya estar pensando en una próxima publicación. “Hay mucho material para otro libro. Me gustaría escribir cuentos, novelas, pero me sale más lo que es la poesía, la rima”, afirma, con modestia, el poeta del pueblo.

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