Sin pudores y con curiosidad, DIA 32 se metió en el primer sex shop de la ciudad, que abrió sus puertas en 2008 y, en silencio, se va haciendo de una clientela juguetona.

por ROCÍO M. OTERO
rotero@dia32.com.ar

La sexualidad es algo básico de la naturaleza humana, representa una parte fundamental de su ser tan añeja como el ser humano en sí mismo. Sin embargo, desde el mismo momento que la palabra “sexo” se introdujo en el diccionario de la lengua cotidiana, es acompañada a capa y espada por el término “pudor”. Pero en tiempos de cambio, el divorcio de los vocablos es inminente.

Corría julio de 2008 cuando dos jóvenes de 24 años decidieron abrirse paso a un nuevo emprendimiento que prometería, casi entre susurros y de manera cautelosa, revolucionar el comercio local y la vida de algunos ciudadanos de una ciudad “virgen” hasta ese momento. En la calle Asborno al 400 surgía “Escobar Punto G”.

“Hicimos un estudio de marketing, pensando qué era lo que hacía falta, y nos decidimos por esto”, afirma Ricardo, uno de los dueños del local, quien por cuestiones de privacidad prefiere mantener su verdadero nombre en el anonimato. “A veces las personas se cohíben si saben que algún conocido los atiende. Por eso, lo mejor es siempre ser discretos”, le explica a DIA 32 en la tarde del jueves 19 de agosto.

Para Ricardo y Javier -su socio-, el juego recién empezaba. “Al principio pensábamos que era un pecado abrir un negocio así, pero con el tiempo nos dimos cuenta que era algo totalmente normal”.

La parte más difícil de enfrentar en esta índole de emprendimientos son los tabúes y mitos que la gente se crea antes de conocerlos. “Si bien Escobar creció mucho, el centro se sigue limitando a las mismas cinco o seis cuadras de siempre y a la gente le cuesta sentirse cómoda entrando a un sex shop. Pero sabemos que es solo cuestión de tiempo. De hecho, tuvo un resultado mucho mejor al que esperábamos. Podemos afirmar que es el único comercio del que los clientes salen con una sonrisa”.

Algunos de los productos que más se venden son los geles y aceites, que van desde los $35 en adelante. “Asesoramos a cada uno de nuestros clientes sobre cómo usar y las precauciones a tomar con todos nuestros productos, ya que atrás de cada compra hay una historia que contar”, señala Débora, la cara visible del comercio.

“En los últimos meses se instaló una nueva tendencia de mujeres que buscan aparatos para su marido”, basándose en que a la zona erógena masculina (el famoso punto G) se llega más fácilmente vía anal.

Los perfiles de personas que entran al local son variados, aunque los hombres son mayoría. “Vienen matrimonios que llevan muchos años juntos y están buscando nuevas experiencias”, cuenta Débora. Desde disfraces, pasando por souvenirs y cotillones, hasta los más populares dildos (comúnmente llamados “consoladores”) de distintos materiales y tamaños, cuyos precios arrancan en los $50, todo se puede encontrar entre las góndolas de este local alumbrado con luces rojas.

“Hay un gran desconocimiento, una vez una mujer me preguntó cuál era tamaño estándar de los aparatos y eso no existe, varía según el gusto y el cuerpo de cada cliente”. Los pudores no se limitan solo al momento de entrar al local: ocho de cada diez clientes encara la situación con alguna excusa, generalmente escudándose en que busca mercadería para llevar a “la fiesta de un amigo”.

Con la foto de Moulin Rouge de fondo, las puertas del primer sex shop escobarense se cierran, a la espera de que se sigan acallando las voces de este pueblo chico, con tabúes grandes.

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