Angélica Aiello y Nery da´Sunda son un matrimonio de uruguayos que eligieron vivir en estas tierras hace veinte años. Desde entonces se dedican al mantenimiento de parques y jardines, pero hace tiempo comenzaron a pensar en diversificarse. Así, realizaron una especie de estudio de mercado para identificar de qué carecía Loma Verde y se decidieron por un gimnasio, “para que la gente de acá no tenga que trasladarse hasta Escobar”, dice Angélica, quien hoy está al frente del local que inauguró el 12 de marzo.
“Si querés poner un gimnasio, buscáte a un albañil que te haga un tinglado”, fue lo primero que le dijo alguien muy facilista. Pero esa no era la idea. “Queríamos un lugar especial, diferente a otros. Yo pensaba en las llamadas casa clima, o ecológicas, con techos verdes llenos de plantas, un patio interior y mucha luz natural”. Fue así que se pusieron en contacto con el arquitecto “Pipo” Pacheco, reconocido por crear este tipo de construcciones en las que utiliza materiales de demolición.
“Nos presentó un proyecto que nos gustó desde el primer momento. Surgió un lugar muy cálido y armonioso, donde la gente puede venir y sentirse bien. Cada persona que entra me dice: ‘Qué lindo lugar, qué cálido, que buena onda’”, se alegra Angélica. Ella también puso lo suyo, cada planta que allí se ve tiene su historia; provienen de una quinta que alguna vez visitó, otras se las dio una amiga y la mayoría son de gajitos que hizo crecer con mucho amor. Además, el matrimonio utilizó sus manos para dejar su impronta en las mesas y las sillas que compraron, “las restauramos, las pintamos, las tapizamos”.
Multiespacio Itanù está sobre Los Granaderos 459, casi Colectora Este, y es fácil reconocerlo por su fachada anaranjada. ¿De dónde surgió el nombre y qué quiere decir? “Queríamos que llevara el nombre de algún pueblo originario, y como somos uruguayos buscamos en la lengua charrúa. Seleccionamos algunos nombres y les pedimos a nuestros amigos de allá que nos dijeran cuál les gustaba más”, cuenta Angélica. Itanù significa latido de piedra. Los charrúas sostenían que la piedra tiene vida, que late, que palpita por dentro, que nació junto al universo y guarda la memoria de las resistencias continuas de los pueblos originarios. Por eso lo eligieron.
En sus primeras semanas de funcionamiento, la propuesta que más éxito logró es la escuela de circo. Sobre todo para los más chicos, que pueden colgarse de las telas, volar en el trapecio y aprender a hacer acrobacias. Gracias a esa buena aceptación están abriendo horarios de estas actividades para adolescentes y adultos. A esto se le suman las clases de yoga, taekwondo, gym mix, power local y modernas sesiones de spinning.
También hay para las que les gusta bailar salsa mixturada con cha cha cha y bachata. Próximamente se incorporarán talleres de autoconocimiento y de movimiento expresivo, una técnica que ayuda a aliviar dolores, tensiones y mejorar posturas. Sus adeptos dicen que logra la armonía psíquica, física y espiritual.
Todas estas son opciones que se irán ampliando a pedido del público y a medida que sean muchos más los que prefieran trabajar sus cuerpos en un hermoso entorno que involucra a lo natural.