Detenerse no es una opción para Quique Gurevich (61). Sí potenciar el silencio y volverlo creativo. Desde que comenzó el aislamiento social obligatorio por el coronavirus, trabajó en su taller, ubicado a pocos metros de su casa, en el barrio Las Glorias, y se ocupó de que la desazón y la incertidumbre que lo rodeaban se volvieran productivas.
“Creo que el artista convive con la realidad, pero trata de modificarla con la obra que hace y volverla más utópica”, le cuenta a DIA 32 el escultor de Ingeniero Maschwitz sobre la serie que le surgió en estos tiempos.
Cuando se decretó la cuarentena en marzo, no dejó de asistir a su taller cada mañana, aunque no pudo dar más clases ni recibir gente. Acorde a su estética, venía investigando con hierros y maderas, pero sus trabajos no estaban relacionados con el contexto. Sin embargo, con total naturalidad, se arrojó a expresar sus vivencias y emociones en las esculturas.
“De repente me encontré con que estaba haciendo una especie de bola de madera de la cual salían elementos de uso cotidiano, como un cuchillo, un lápiz, clavos, pinceles… una representación del coronavirus. No me propuse hacer una serie, ocurrió. El segundo laburo, ‘Aislamiento’ resultó ser algo como una barca de madera con una casita arriba. Definitivamente estaba trabajando en la temática de la cuarentena”, explica sobre el inicio del proceso creativo.
“Eran conceptos que estaban dando vueltas. Obviamente, me sentí afectado por lo que me rodeaba y así entré en una especie de camino. Pensé que por algún lado tenía que sacar lo que sentía”, señala sobre el espíritu de esta serie, llamada “Cuarente-ando en el taller”, que está conformada por unas 30 obras en formato pequeño.
De madera, hierro, con piedras ensambladas, sobrantes de obras que había realizado por encargo, y “algún objeto propio de mi lenguaje”, Gurevich se las ingenió para producir en base a los materiales que disponía, ya que salir de compras no era una posibilidad.
La casa resulta ser el concepto principal de la serie: “En función de las angustias que la merodean, el estar encerrado, las ventanas -algunas abiertas-, representé distintos estados sociales. La casa es dominante: vacía, o con el techo caído, o no figurativa”, explica el artista.
Asimismo, rescata las variantes de la obra, que ocurrieron a la par de las distintas etapas y estados de ánimo que acarreó la restricción de actividades. Con piezas más densas o más livianas, asegura que el mensaje que pretende transmitir es: “De esta, tarde o temprano, salimos”.
Sobre otro de los símbolos poderosos que aparece en estas esculturas, detalla: “A las casas les ensamblé numeritos de lotería. Desde que empezó todo esto, estamos rodeados de números de casos, de muertos, de enfermos, de días”.
“Uno, como artista escultor, recluido, toma sus armas para hacerle frente a la cuarentena. Me propuse sacarle algo de punta al tema, al habitar, al aislamiento, a la soledad y al desamparo. Recorrerse entre paredes. Pensarse y pensarnos a partir de aquí”, resume sobre la identidad de estas obras.
“Miradas, sueños y brazadas dentro del incierto océano de dudas en el que todos estamos nadando”, agrega, y confiesa que no es su estilo hacer “parates”. Recién en agosto frenó con la producción de la serie y se lo atribuye a la “nueva” cuarentena, ya que aunque la pandemia siga, el encierro no es el del comienzo.