Sandro Guzmán se cuida de decirlo ante los micrófonos, pero no hace falta que lo haga, porque es obvio: quiere quedarse cuatro años más en el Palacio Municipal y sabe que para tener chances de lograrlo tendrá que hacer bien los deberes, que no son pocos ni fáciles. Por eso, en su primer mes como hijo pródigo del Frente para la Victoria se movió de un lado a otro y por diversos frentes, buscando recuperar el terreno perdido con sus idas y vueltas, copar la escena pública y tratar de mejorar su imagen ante la sociedad.
En ese raid de obligaciones, el ítem número uno fue romper el silencio y explicar su quiebre con Sergio Massa. “He trabajado en diferentes espacios, pero jamás me alejé de la idea del peronismo. Y cuando veo que alguien se aleja de lo que decía el general Perón, trato de alejarme también, porque hay ideas que no me convencen. Y uno no puede trabajar cuando no está convencido”, arguyó.
A la par, también tuvo que explicar algo quizás más complicado: la decisión de regresar al oficialismo tras haberse ido en 2013 afirmando que el gobierno había tomado otro rumbo tras la muerte de Néstor Kirchner. ¿Qué cambió en tan poco tiempo? Al respecto, señaló que nunca interrumpió sus relaciones con funcionarios de la Casa Rosada ni de la Gobernación, que no mezcla diferencias políticas con asuntos personales y le agradeció a la Presidenta, a De Vido y a Aníbal Fernández por “el gran recibimiento” que le dispensaron en su retorno.
Por otra parte, la agenda de abril del alcalde escobarense también incluyó una serie de actividades claves para reconfigurar su perfil. Daniel Scioli lo invitó a desayunar a su casa de Villa La Ñata y diez días después vino para el lanzamiento de la Policía Local. Viajó a Capilla del Señor para acompañar a otro presidenciable, el ministro Florencio Randazzo, en la presentación de los nuevos trenes; concurrió al acto que la Presidenta encabezó en la planta de Honda, en Campana; y recibió al intendente y precandidato a gobernador Patricio Mussi, con quien recorrió la obra del Hospital del Bicentenario, en Garín.
Sin embargo, hubo otro hecho que prácticamente eclipsó todo. Incluyendo sus anuncios de nuevas obras, los afiches con los que empapeló el distrito, la denuncia que le hicieron por ostentar simultáneamente los cargos de diputado e intendente y -en menor medida- su cruce con Ariel Sujarchuk. Jugado por completo a limpiar su nombre, el intendente sorprendió a propios y ajenos al tomar la iniciativa de someterse a un estudio toxicológico para rebatir las extendidas versiones sobre su supuesta adicción a la cocaína. Versiones que datan desde que empezó su primer mandato, pero que decidió enfrentar recién ahora, antes de terminar el segundo.
“Me voy a someter a todos los análisis que sean necesarios para dejar en claro este tema y que jamás tuve un problema de este tipo. Quiero que no quede ninguna duda de la vida que llevo. Como vecino y por la función que ocupo, creo que lo debo hacer. Puedo ser criticado en todo como intendente y para eso están las elecciones. Lo que no quiero es este tipo de calumnias”, argumentó.
Su inesperado anuncio tuvo lugar el viernes 17 en un salón de eventos de Maschwitz al que fueron invitados medios de prensa, funcionarios, concejales, dirigentes de instituciones y representantes de fuerzas vivas. Lo acompañaron en el estrado sus hermanos Cecilia y Alejandro, su hijo Gabriel y su sobrina Velia.
Sin dejar pasar más tiempo, el martes 21 se dirigió al laboratorio del Centro de Asesoramiento Toxicológico Analítico (CENATOXA) que funciona en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Allí dejó una muestra de orina cuyo análisis permitirá establecer si tuvo contacto o no con sustancias psicoactivas. Según se informó, se trata de un screening, que es un estudio más exhaustivo que la rinoscopia.
“Una vez que tengamos los resultados vamos a iniciar acciones penales a cualquier persona que me siga atacando de esta manera, venga de donde venga, así sean actores de la política”, advirtió el intendente, que en su cruzada por la re-re pisó el acelerador y redobló la apuesta.