Contra lo que tantas veces se escucha, Argentina no es el país con más muertes por accidente de tránsito. Todo lo contrario: es uno de los que menos víctimas fatales tiene en América Latina, junto a Chile, según lo indican distintos informes internacionales, algunos de los cuales están publicados en el sitio web de la asociación civil Luchemos por la Vida. Los peores registros de la región los tiene República Dominicana, mientras que África es el continente más peligroso del mundo.
Sin embargo, las muertes por accidentes de tránsito son noticia de todos los días en nuestro país. Es que las estadísticas, aunque “favorables” comparativamente, meten miedo: en 2016 la inseguridad vial se llevó la vida de 7.268 personas, el equivalente a una cada 72 minutos.
A nivel local no hay datos oficiales, para variar. Pero por archivos periodísticos se sabe que en los dos últimos años murieron 16 personas en accidentes de tránsito ocurridos en el partido de Escobar. En la mayoría de los casos, la causa fue la misma: maniobras imprudentes por exceso de velocidad.
En este contexto, la llegada de las fotomultas a Escobar no debería sorprender. Hasta cuesta entender que su implementación haya recibido tanto repudio en las redes sociales. ¿Se supone que no hay que sancionar a quienes exceden las velocidades permitidas y llegan a poner en riesgo la vida de terceros? ¿O acaso la aceptación de la medida depende de la simpatía que se tenga por el gobernante de turno?
Sí, en cambio, se podría cuestionar que el Municipio haya puesto en funcionamiento el sistema sin darlo a conocer oficialmente. Como si se quisiera tomar desprevenidos a los conductores para hacer más multas. Pero eso ya está. Ahora, todos saben que los radares están.
La foto menos deseada
Desde agosto, la Dirección General de Tránsito y Seguridad Vial del Municipio puso en marcha el sistema de fotomultas, con radares que controlan los excesos de velocidad sobre la autopista y las rutas provinciales 25 y 26. Una medida a todas luces antipática, pero también necesaria, más allá del inocultable fin recaudatorio.
El Municipio cuenta con dos cinemómetros fijos que miden el exceso de velocidad en la intersección de ruta 26 y la calle Echeverría. Además, tiene dos camionetas con otros radares móviles que vigilan distintos tramos de la ruta 25 y la Panamericana.
Los cinemómetros son operados por técnicos de la Cámara Empresaria de Control y Administración de Infracciones de Tránsito de la República Argentina (Cecaitra), a quienes acompañan inspectores municipales.
Los trayectos controlados están debidamente identificados con carteles que indican la presencia de radares y otros que informan la velocidad máxima permitida: 60 km/h en ruta y 130 km/h en la autopista, tal como lo establece la Ley Nacional de Tránsito.
El importe de la multa se mide en unidades fijas (UF), donde cada una equivale al valor de un litro de nafta. Por exceso de velocidad la sanción es de 150 unidades, lo que equivale a unos 2.700 pesos.
Un dato llamativo es que la tabla de penalidades no distingue rangos: es decir, da lo mismo que la transgresión haya sido mínima o temeraria. Por ir a 65 km/h en la ruta 26 se paga lo mismo que por andar a más de 200 en la autopista. Una inequidad absoluta.
Del monto acumulado de las multas, el Municipio recibe mensualmente el 20%. Y a partir del tercer año esa comisión será de 40%. El resto se divide entre Cecaitra, que se lleva la mejor porción por proveer, operar y gestionar el sistema; la Universidad Tecnológica Nacional, que hace el soporte técnico, y la Dirección Provincial de Política y Seguridad Vial.
Recaudar y educar
“Si bien la gente piensa que las fotomultas solo persiguen un fin recaudatorio, no es así. La recaudación existe, por supuesto, pero el concepto de las fotomultas es tratar de educar a la gente. Pasa que lamentablemente muchas veces hay que educarla tocándole el bolsillo, porque somos así”, explica a DIA 32 el director general de Tránsito y Seguridad Vial de Escobar, Lucas Torelli, en respuesta a las críticas en las redes sociales.
“A nadie le gusta que le toquen el bolsillo, pero es la única manera de que la gente tome conciencia de que lo que está manejando es un arma que puede producir mucho daño si no se la usa con responsabilidad”, agrega el funcionario, que en septiembre reemplazó a Pablo Kanovich.
Por otra parte, adelanta que próximamente se pondrán en funcionamiento tres controladores de paso de luz roja en los semáforos ubicados frente a Munchi’s, en la entrada de El Cazador y en la esquina de avenida San Martín y Patricias Mendocinas. La multa en estos casos es de 300 UF ($5.400).
En todos los casos, los dispositivos de control están homologados por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que los verifica semestralmente.
“El objetivo de todo esto es que la gente se concientice, se cuide un poco más y cuide al prójimo”, concluye Torelli.
Gusten o no, las fotomultas ya llegaron a Escobar. El secreto infalible para evitarlas es levantar el pie del acelerador y respetar las normas de tránsito.
“La gente piensa que las fotomultas solo persiguen un fin recaudatorio, pero no es así, el concepto es tratar de educar a la gente. Pasa que lamentablemente muchas veces hay que educarla tocándole el bolsillo, porque somos así”, afirma Torelli.
Peores y mejores: el ranking de la inseguridad vial
El país con mayor siniestralidad en América Latina es República Dominicana, donde mueren anualmente por accidentes en las carreteras 41,7 personas por cada 100.000 habitantes. Argentina y Chile son los países de la región con mejores datos, con 12,6 y 12,3 víctimas fatales, respectivamente. En América del Norte, Estados Unidos registra 11,4, Canadá 6,8 y México 14,7.
Las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud también indican que el continente con peor promedio es África, con 24,1 víctimas. Como contraparte, Europa es la mejor posicionada en el ranking global de seguridad vial, con 10 muertes como media. Suecia es el país con la tasa de mortalidad más baja: 3 fallecidos cada 100 mil habitantes.
Violencia irracional
Operar un cinemómetro móvil es un trabajo de alto riesgo, aunque cueste creerlo. Torelli afirma que los ataques al personal son moneda corriente y hasta llegan a temer por su integridad física. «Hubo un caso en la ruta 25 de un hombre que les disparó y la bala les pasó a dos metros. Y otras veces en que los conductores bajan con palos para agredirlos. Vuelven angustiados, atemorizados por tanta violencia», revela. Repudiable.