Por DAMIAN FERNANDEZ
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La noche del 28 de julio el santafesino Manuel Ignacio López Pujato (26) sufrió un paro cardíaco que acabaría súbitamente con su vida mientras precalentaba para iniciar una rutina de CrossFit en un box de Recoleta. A partir de ese trágico suceso, que se difundió rápidamente por los medios nacionales, se abrió un largo debate sobre la presunta peligrosidad de la disciplina de alto rendimiento que hace furor en todo el mundo y que ya aterrizó en los gimnasios de Escobar.
El CrossFit nació oficialmente en el año 2000, cuando el estadounidense Greg Glassman (58) empezó a usar la técnica para ejercitar a policías en California. Es un entrenamiento con movimientos funcionales -acciones similares a las que realizamos en nuestra vida cotidiana-, constantemente variados y ejecutados de forma rápida, intensa y muy efectiva para el acondicionamiento físico total, según explican los expertos.
Barras olímpicas, anillas, mancuernas, discos, pelotas medicinales y pesas rusas son algunos de los elementos con los que se realiza el entrenamiento del día en el box -generalmente un galpón cerrado- o en exteriores.
“El gran secreto del CrossFit es que no tiene una lógica natural. Entonces, por ejemplo, yo puedo correr una manzana y hacer cincuenta abdominales y esto ya es CrossFit. No hay un ejercicio específico y siempre tratamos de usar la fuerza del propio cuerpo, que es el que decide la intensidad y la fuerza que vamos a utilizar”, explica a DIA 32 Heveri Silva, instructor de la mentada disciplina en el gimnasio Cuidar de Ingeniero Maschwitz.
“Se trabaja principalmente el centro de poder del cuerpo y con una frecuencia cardíaca un poco alta para aumentar el proceso metabólico. Es muy divertido, rápido, dinámico y es apto para todo el mundo, siempre y cuando se presente el apto físico y esté controlado por un instructor matriculado que debe orientar los ejercicios según el biotipo de la persona”, agrega el entrenador físico de origen brasilero.
En ese sentido, el profesional asegura que el CrossFit “no es para nada peligroso para la salud” y que la muerte de López Pujato “fue una fatalidad que le hubiese pasado igual si ese día tenía que correr el subte. De hecho, han muerto jugadores de fútbol en ligas importantes y de eso no se habla tanto”, argumenta.
Por su parte, el cardiólogo Agustín Ramírez, de la Fundación Favaloro, aporta más datos objetivos que ayudan a desmitificar la presunta peligrosidad de este deporte. “La muerte de Pujato no es por causa de la disciplina que estaba practicando, sino que hay alteraciones de diferente tipo que puede tener el individuo y causar la muerte sin la necesidad de estar realizando CrossFit”, sostiene el galeno.
El especialista del FLENI y segundo a cargo del área de Unidad Metabólica e Hipertensión Arterial de la Favaloro revela también que “han habido antecedentes de pacientes que han muerto porque tienen un aneurisma o una anomalía cardíaca que no fue detectada, haciendo ejercicio, después de hacerlo o sin haberlo hecho nunca”.
Por esto, Ramírez insiste en que antes de comenzar a realizar cualquier actividad física “la persona se debe realizar una evaluación clínica, un electrocardiograma y una ergometría, que es una prueba de esfuerzo para observar la capacidad física que tiene el individuo”.
La actividad del futuro
Tras ser experimentado con gran éxito por la policía, los bomberos y las fuerzas militares estadounidenses, una explosión comercial convirtió al CrossFit en la disciplina de moda en los gimnasios de todo el mundo.
En 2005 había 18 boxes y hoy son más de 6.000. Tiene una tasa de crecimiento anual del 350% y se estima que actualmente lo practican cerca de un millón de personas. En tanto, en la Argentina el número de locales se triplicó en los últimos diez meses y sólo en Capital Federal hay alrededor de 50. En Escobar, además de en el gimnasio Cuidar, la actividad se puede practicar en los complejos Line Up y Bolagama.
Más allá del riesgo que implica practicar cualquier deporte de alto rendimiento, instructores y médicos coinciden en que ninguna disciplina es en sí misma peligrosa. Más bien todo lo contrario: la actividad física favorece la salud, pero los cuerpos hablan y está en las personas ser responsables y entender cuando el suyo dice basta.