La lucha de todos aquellos que por motivos de identidad de género se han sentido discriminados y segregados de la sociedad durante muchísimos años ha ganado una batalla a partir de la Ley Nacional de Identidad de Género, sancionada por el Senado el 9 de mayo.
Para los transexuales, y para todos, algo queda en claro: los derechos se conquistan, se defienden y se disfrutan. “Lo primero que hice con mi DNI fue quedarme mirándolo. Significa tanto… significa yo misma, significa mi futuro, mis sueños y todas mis posibilidades”, dice la escobarense María Celeste Montanari (32) a poco de haber obtenido el documento que la define como mujer.
“Estoy cambiando mis títulos, registros, mis tarjetas de crédito y seguramente me inscribiré en otra carrera: arquitectura. Pero por sobre todo lo utilizaré para elegir con orgullo a mis representantes y haré valer mis derechos como ciudadana plena”, asegura a DIA 32 la transexual, quien desde hace más de un año venía militando fuertemente para conseguir la sanción del proyecto de ley. Algo que le cambió la vida a muchas Celestes que hasta ahora sólo habían conocido el rechazo, la exclusión y la imposibilidad de acceder a los derechos básicos de cualquier habitante del país.
Muchos trans fueron expulsados de sus hogares siendo adolescentes, discriminados en las escuelas y han estado carentes de contención. “Esto cambiará, porque ahora gozarán de plenos derechos e igualdad de oportunidades. Es una ley ejemplar, única en el mundo, que será tomada como ejemplo y modelo de inclusión”, vaticina Montanari, quien se hizo de cierta fama al participar en un reality show (El Bar), en 2001.
La ley permitirá que todos los transexuales puedan rectificar en los registros públicos el sexo, imagen y nombre de pila con el que fueron inscriptos al nacer, cuando no coincidan con la identidad de género autopercibida. Además, obliga al sistema de salud público y privado a brindar el acceso a intervenciones quirúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales para adecuar el cuerpo, incluido su genitalidad, a su identidad de género autopercibida, sin necesidad de exigir una autorización judicial o administrativa.
Según explica Montanari, el colectivo trans no era tenido en cuenta por el Estado. Los derechos estaban en la Constitución Nacional, pero no existía la posibilidad de usarlos enteramente. “El acceso a la salud, al trabajo y el tan preciado derecho a la autonomía estaban absolutamente vulnerados”, señala. De ahora en más, con esta norma impulsada por la Federación Argentina de Gays, Lesbianas y Trans, todas las personas acceden al derecho de ser quiénes son y a gestar libremente sus proyectos de vida bajo el género y nombre que los represente.
“Este derecho a la identidad es, sin duda, la llave a los otros derechos. Y quien viole o vulnere el derecho de una persona a llamarse como sienta y a ser considerada bajo el género que mejor lo represente estará infringiendo la ley y discriminando”.
El Ministerio de Educación de la Nación, junto con el INADI, ya lanzó una guía para docentes y alumnos de todas las escuelas del país que habla de integración e identidad de género. Pero seguramente serán más las políticas públicas que el Estado aplicará para facilitar el cambio social y la aceptación, ya que un grupo de diputados y asesores se encuentra trabajando en la integración desde otros ámbitos.
“Mi lucha personal no valía sin la conquista de un derecho personalísimo que pueda ser disfrutado por todas y todos los argentinos. Por eso mi alegría es doble, triple, cuádruple… se multiplica por cada persona que de ahora en más tendrá un futuro mejor”, afirma Celeste, orgullosa y feliz.