Descendiente de trabajadores de circo, su vida da para un libro: trabajó inseminando vacas y haciendo negocios con indios en la selva salteña. Pero todos lo conocen por haber sido dueño de la pizzería La Pérgola.

Por JAVIER RUBINSTEIN

1 ¿Naciste en Escobar?
No, en Caballito. Mi padre nació en Escobar. Pero venía desde muy chiquito y conocí muchos amigos.

2 ¿Cuándo pasaste a ser un escobarense más?
En 1971, vivía en la calle Ameghino. En la hostería El Caballito Blanco conocí a mi ex mujer y me asocié con su padre. Trabajamos ahí hasta que se cortó la Panamericana.

3 Sos descendiente de trabajadores de circo…
Sí, mis abuelos tuvieron circo. Mi abuela trabajaba como actriz y mi abuelo como contorsionista y trapecista. Después mi mamá con sus dos hermanas crearon una troupe. Hacían números, acrobacia y trapecio. Mi madre nació en Brasil porque estaban de gira, en carreta.

4 ¿Es cierto que ahorraban en cuadros y monedas de oro?
Claro, por eso en mi casa había cuadros de Quinquela Martín, de Castañelo, de Larraniaga. Enrollaban los cuadros y los guardaban en tubos de seda para que no se estropearan. Era una forma de llevarse un capital.

5 ¿Cuál fue tu primer trabajo?
A los 12 años, en las Galerías Pacífico, como vendedor de la juguetería Kiko. Había fallecido mi papá y tenía que arrimar algo de dinero a casa, para ayudar a mi mamá. Después estudié en el Nacional de Buenos Aires, me recibí y entré a trabajar en el banco Sudameris como cajero. Pero siempre fui muy gitano y quería irme a trabajar al campo.

6 ¿Y lo lograste?
Sí, tuve la suerte de estar entre los primeros cien inseminadores artificiales de la Argentina. Trabajé en La Martona, inseminando vacas. Había que darle una alimentación especial al toro para que se excite, teníamos una vagina artificial con la temperatura justa, como la de la vaca, y se le ponían unos tubos de látex adentro para que el toro eyacule. Me daban 50 centavos por vaca parida.

7 ¿Cómo llegaste a vender objetos de indios?
Fui a trampear al indio y salí feliz, me sentí muy útil. Había nacido hacía poco mi hijo y estuve en la selva de Tartagal (Salta) siete meses. Llegué en un avión y los indios se iban abriendo para que podamos bajar. Les dejé dinero para que me hagan unas bolsas que se usaban mucho y yo las vendía en galerías de la calle Santa Fe.

8 ¿Ibas especialmente a la selva para que te hagan esas bolsas?
Claro, una vez que dejaba el dinero iba a buscar las bolsas y alquilaba un camión. Ellos con la plata se compraban hojas de coca y bicarbonato. La coca no se mastica, se chupa y el bicarbonato es para precipitar la saliva, así no tenían hambre y les daba sensación de saciedad. Yo les llevé los primeros pantaloncitos, porque se tiraban a nadar desnudos al Pilcomayo y el dorado, que es muy voraz, los picoteaba y los podía llegar a castrar.

9 Hablemos de tu etapa más conocida, como dueño de La Pérgola…
La Pérgola era una reunión de gente amiga, te sentías en tu casa. La armamos con mucho cariño con Alfonso Diez. Abrimos en 1985, fuimos a ver a “Coco” Yori al Paraná y nos trajimos una lancha para colgar, porque en ese momento la Fiesta de la Flor daba un premio a la mejor decoración.

10 ¿Te fue bien con el negocio?
Económicamente sí, muy bien. Y me dio muchas alegrías. El lugar se llenaba y tuve una colaboración muy grande de mis hijos, trabajaban todos, como la familia de Alfonso.

11 ¿Por qué cerraron?
Porque cometí un error al querer bifurcarme mucho. Abrí sucursales en Campana y Capital y acá dejé un encargado, pero a la gente hay que controlarla y el que mucho abarca, poco aprieta. Cerramos en 2001. Fue muy doloroso.

12 ¿Volverías a poner una pizzería?
Sí, porque soy muy bohemio. Pasa que me puede dar la cabeza, pero no el físico, porque eran muchas horas de trabajo. Yo amasaba y cocinaba. Tenía la experiencia de trabajar en Pippo y en la Casa del Atún, en Capital.

13 ¿A qué te dedicás ahora?
Consigo máquinas a bajo costo de empresas que quiebran, las compro y después las vendo, mayormente del rubro gastronómico. Eso me permite tener algo más aparte de la jubilación.

14 ¿Cómo ves el circuito gastronómico de la ciudad?
Muy apagado, todo el polo gastronómico está en la calle Mendoza de Maschwitz. Escobar tiene pocos lugares. Si querés comer mariscos acá, ¿adónde vas?

15 Fuiste jurado en la Fiesta del Pollo al Barro, el plato escobarense por definición. ¿Qué te pareció el evento?
Me pareció excelente, hubo mucho esfuerzo de los organizadores y de los participantes. Me gustaría que no se politice y que se haga siempre a beneficio de una entidad.

16 Tuviste seis hijos varones, ¿te quedaste con ganas de la nena?
Desgraciadamente, en el segundo embarazo de mi mujer perdimos una nena. Pero ellos son un ejemplo. Verlos tan unidos es para mí el mayor triunfo. Y Soledad, la hija de mi actual mujer, es mi hija del corazón.

17 ¿Cómo ves a Escobar?
Quisiera otro Escobar, más prolijo, viví otra época, pero no estoy capacitado para poder juzgar.

18 ¿Qué es lo que más te gusta de la ciudad?
Las reuniones que se generan a través de la amistad. En Capital no sabés ni quién es tu vecino. Acá tengo muchísimos conocidos.

19 ¿Quién te gusta como futuro intendente?
Me cuesta contestarte esta pregunta, preferiría evitarla.

20 Y para presidente, ¿a quién votarías?
A Macri, creo que es el menos malo.

21 ¿Una década de tu vida?
Desde los 16 hasta los 25 años, cuando uno se sentía realmente inmortal. Arrasás con todo, no te paran ni con una toalla mojada (risas). Pasé una época hermosa en ese interín. Trabajaba, viajaba, la pasé muy bien.

22 ¿Qué mujeres te ratoneaban de pibe?
Elizabeth Taylor, me encantaba. Y de Argentina, Laura Hidalgo, que era muy parecida. Siempre morochas.

23 ¿Tu mayor alegría?
Mis hijos.

24 ¿Tu tristeza más grande?
Perder a mi papá a los 6 años, lo necesité. Por eso que anduve siempre con gente grande. Y la pérdida de mi madre, hace tres años.

25 ¿Cómo andás de salud?
Bien, bien. Tengo un problema en un menisco que voy a ver si lo mejoramos. Pero me siento muy bien.

26 ¿Equipo de fútbol?
Ferro, porque nací en Caballito. Mi padre fue presidente de la comisión de fútbol. Hay una placa en su homenaje en el club.

27 ¿Comida preferida?
Viviría comiendo pizza toda la vida.

28 ¿Una ciudad para veranear?
El mar, me gustaba Mar del Plata, pero ahora busco algo más deshabitado.

29 ¿Qué harías si ganaras un millón de dólares?
Uno piensa en su familia y en amigos que lo necesitan. Me gustaría ayudarlos.

30 ¿Qué es lo último que hacés antes de acostarte?
Siempre me tomaba un whisky, pero ahora no puedo hacerlo por mi glucosa. Lo suplanto viendo tele, porque no se puede salir. Ese es otro de los temores, la inseguridad.

31 ¿Te quedan asuntos pendientes?
Más de una vez pienso en poner un boliche, pero no me da. Sueño que viene la gente y se va contenta porque comió bien y le diste servicio. Pero lo tuve, así que no me quedó pendiente. Tengo una excelente compañera como Mirta que me ha puesto el hombro en momentos complicados de salud. Soy feliz.

32 Cuando ya no estés, ¿cómo te gustaría que te recuerden?
En una mesa, charlando y contando chistes.

FICHA PERSONAL

Juan Carlos Drovetto (72) nació en Caballito el 2 de septiembre de 1942. Tiene seis hijos varones: Mateo, Gustavo, Luciano, Juan Carlos, Javier y Juan Ignacio. Habla de ellos con mucho amor y afirma que “todos tienen algo de especial, sin excepción”. Además, es abuelo de seis pequeños: “Los chicos son una prolongación de uno”, reflexiona. Fue vendedor, cajero de un banco, pizzero y comerciante. Todavía hoy se recuerda la pizzería La Pérgola, ubicada en Mitre y Ameghino, de la que fue dueño y cocinero. Puede quedarse horas en los bares charlando con amigos, fanático de la pizza a la piedra y los buenos restaurantes. Otro de los tantos personajes pintorescos de Escobar.

 

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