Todos los días se levanta a las 6 de la mañana para ir a correr por el polideportivo Islas Malvinas, vuelve a su casa a desayunar y a las 8 entra al trabajo. Sale a las 18 y hasta las 20 hace gimnasio. Así, de lunes a sábado, es la vida de Gabriel Ledesma (23), el campeón latino welter de la Organización Mundial de Boxeo (OMB).
Trabaja en el corralón de su cuñado, donde se sube al camión para hacer los repartos de materiales. Muchos lo reconocen y lo alientan a que siga adelante: al ser garinense de toda la vida, no pasa inadvertido ante sus vecinos. Es el campeón que trabaja como uno más, orgullo de la ciudad, humilde y prometedor en lo suyo.
Su historia en el boxeo comenzó a los 10 años, cuando su padre lo llevó a un gimnasio. “Pero me gustaba más el fútbol y dejé, después volví a los 14, me dieron la licencia de boxeador y empecé en la Sociedad de Fomento de Garín, con Ramón Verón como entrenador. Ahí estuve hasta los 20 años, que debuté como profesional”, explica a DIA 32 el deportista. Después pasó al Corrientes Box de Benítez, hasta mediados de 2017.
Obtuvo el cinturón de su categoría, que estaba vacante, el pasado 7 de octubre. Fue ante Daniel Aquino, a quien venció por nocaut en el octavo asalto. Su primera defensa del título llegó el primer sábado de 2018, frente al mismo rival. Y lo volvió a vencer por la misma vía, pero tres asaltos antes.
Aquella noche Ledesma fue arrollador: en el cuarto round el árbitro Rodolfo Stella le hizo dos veces la cuenta protectora a Aquino, que ya no reaccionaba ante los embates del garinense. El nocaut se veía venir y sucedió en el asalto siguiente, cuando un gancho ascendente y varios ataques cruzados obligaron al juez a detener la pelea.
Así, en trece combates Ledesma cuenta con un palmarés de 12 victorias (6 por KO) y una derrota. Precisamente después de su único traspié -en julio de 2017, ante Diego Luque-, dejó de ser pupilo de Raúl Benítez y pasó a entrenarse a las órdenes de su suegro, Eduardo Ledesma, que no tenía experiencia como preparador pero es un apasionado del deporte de los guantes.
Acá se da una singular coincidencia de apellidos: Eduardo es el padre de Mariana -novia de Gabriel- y de Macarena -también boxeadora-, quien es la mujer de Germán Benítez, el otro campeón que tiene Garín, en la categoría superligero. Cosas del destino.
“Me siento muy bien entrenando con él, hacemos las tácticas juntos, parece un veterano, porque sabe mucho”, sostiene “Pitbull”. Sobre el origen y la razón de su apodo, explica que se lo puso un ex preparador físico: “Me decía que llegaba con cara de malo a los entrenamientos de la mañana. Pero era porque estaba medio dormido. Después me escribió en Facebook poniéndome ‘felicitaciones pitbull’, un comentarista de la tele lo leyó y me quedó”.
Se define como un contragolpeador, muy rápido de piernas y con la derecha como su golpe más peligroso. Su ídolo es Sergio “Maravilla” Martínez y admira a Danny García y Manny Pacquiao.
Humilde y sincero, confiesa que todavía siente que le pesan las piernas cuando va camino al ring desde el vestuario: “Pienso, ¿qué estoy haciendo acá? Me quiero ir. Pero después se me pasa y doy todo, ahí ya no hay más nervios”.
Una nueva promesa del boxeo surgida desde Garín, que a la hora de proyectarse piensa en grande: “Mi sueño es ser campeón del mundo, no sé si estaré cerca o lejos, pero voy a ir por ese título”, promete.