Crear un parque de las características de Temaikèn requirió de muchos especialistas trabajando al mismo tiempo. Arquitectos, biólogos, veterinarios, zoólogos y hasta paisajistas soñaron en conjunto para desarrollar un espacio donde el hombre pudiera entrar en contacto con la naturaleza cuidándola pero, sobre todo, respetándola.
Esta ilusión nació en 1998 y se hizo realidad en 2002, a partir de la gran convocatoria que tuvo “el espacio de las aves”, un lugar anexo a la heladería Munchi’s, un emprendimiento de María del Carmen Sundblad Beccar Varela, esposa del magnate argentino Gregorio Perez Companc, dueño de Temaikèn. Ahí surgió la idea de construir un bioparque, algo que combina la misión y los objetivos de un zoológico, sumados a los de un acuario, un jardín botánico y un museo antropológico. Es decir, que excede a todas esas cosas en particular. Es un espacio que, además de ser recreativo, está diseñado para aprender.
Cuenta con 29 hectáreas que antes no eran más que un campo deshabitado, como los tantos -aunque cada vez menos- que se pueden encontrar en las afueras del centro de Belén de Escobar. Por eso armarlo fue tan difícil.
Para convertir aquellos baldíos en una “tierra de vida” -eso significa Temaikèn lengua tehuelche – se planearon ambientes recreando los naturales de cada animal. Es así como se encuentra dividido en sectores dedicados a los que provienen de África, de Asia, autóctonos de la estepa patagónica y de la Mesopotamia argentina.
Cuatrocientas personas trabajan en Temaikèn, de las cuales el 70% vive en el partido. Junto con la Fiesta Nacional de la Flor, está a la cabeza de las opciones turísticas que ofrece el distrito. El 95% de las personas que lo visitan son de Argentina, mayormente de Capital y Gran Buenos Aires, sobre todo de Zona Norte.
En segundo lugar está la gente de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. Y del extranjero provienen, principalmente, de Uruguay y de Brasil, pero también del resto de Latinoamérica, según datos suministrados por el bioparque a DIA 32.
Recreando ambientes
Solamente para instalar el acuario se trajeron más de un millón de litros de agua salada desde Mar del Plata en camiones cisterna. Algo que sólo ocurrió en un primer momento, porque el parque cuenta con una planta de tratamiento de agua para reciclar no sólo la del acuario sino la de los lagos, estanques y lagunas que se encuentran a lo largo de toda su extensión. Sólo se repone cuando se evapora o se filtra.
Para trasladar los peces y los tiburones se utilizaron estanques especialmente acondicionados, que llegaron por vía terrestre y aérea acompañados de buzos y expertos que los cuidaron durante el viaje. Son transportes súper especiales que trajeron, por ejemplo, a las cebras desde un zoológico en Israel, a los hipopótamos de Brasil, y los wallabies desde República Checa.
“Los animales que se exhiben en Temaikèn no son extraídos de la naturaleza sino que nacieron en centros controlados”, explica el supervisor de Experiencia al Visitante, Augusto Meijide. “Por eso hay especies de origen africano que nunca vivieron en África y otros, como los wallabies, que son de Oceanía pero vinieron de un zoo europeo”.
A 15 cuadras del bioparque funciona un Centro de Reproducción de Especies, que también pertenece a la Fundación Temaikèn, con 241 espacios dedicados a que los animales se reproduzcan. “Muchos nacieron ahí o en otras instituciones pares”.
Principales atractivos
En algunas zonas del zoo, el público tiene la posibilidad de interactuar con la fauna. Por ejemplo, en los aviarios de inmersión -también organizados por continentes- o en el sector de la chacra, donde los chicos pueden ordeñar a las vacas y darles la leche a los terneros.
Unas de las principales atracciones del bioparque es el acuario. Y este año, con motivo del décimo aniversario -que se cumplió el 20 de julio- cuenta con varias novedades. “En su origen sólo teníamos peces autóctonos, pero ahora inauguramos un nuevo sector llamado ‘habitantes sorprendentes’, con especies exóticas. Hay peces payasos, que son muy famosos por la película ‘Buscando a Nemo’; están los peces cirujanos que los chicos los conocen por el personaje de ‘Dori’; caballitos de mar, como se llama popularmente a los hipocampos, pirañas amazónicas y una reconstrucción de un arrecife de coral, que son originarios de aguas tropicales, con mucho colorido”, describe Meijide.
Más de 6.500 animales conforman el vasto universo de Temaikèn. Pero el público tiene sus preferidos: los tiburones, los tigres de Bengala – principalmente el macho, Sandokan, un emblema del bioparque-, las hipopótamas Chico y Vivi, las suricatas; los lemure -originarios de Madagascar y en serio peligro de extinción-, los guacamayos y los tucanes.
El paseo se completa con una amplia oferta gastronómica que incluye comidas rápidas, platos gourmets, una casa de té y puestos de merchandising, donde es posible encontrar desde remeras hasta tazas y lapiceras. Temaikèn es un mundo en sí mismo, al que hace falta visitar más de una vez para entender todo lo que allí sucede.
Boletería
El valor de la entrada al complejo es de $95 para mayores y $74 para menores -hasta 3 años sin cargo-, pero los escobarenses pueden ingresar a mitad de precio de martes a sábado, menos los feriados y en vacaciones de invierno. Además, Temaikèn regala 20 mil pases por año a las escuelas públicas, con prioridad para las del distrito.