Tras un largo derrotero de investigaciones y exámenes genéticos, los restos del emblemático periodista escobarense, secuestrado y asesinado en 1976, fueron trasladados a la necrópolis porteña.

Desde el sábado 7 de noviembre, una parte de Tilo Wenner ya descansa en el Cementerio de la Chacarita. La otra parte son los más de treinta años de impunidad que gozan sus desaparecedores.

La placa 4.190 en la sepultura lo recuerda con nombre y apellido. Y como quien fue: un poeta vanguardista, tipógrafo, periodista, autor de varios libros difíciles de hallar y víctima de la última dictadura militar, donde quedó enquistado bajo el legajo 1.109.

Descendiente de alemanes, había nacido un 3 de febrero de 1931 en los alrededores de General Galarza, departamento de Gualeguay, Entre Ríos. Aprendió el idioma originario de sus abuelos, castellano y francés.

En 1964 fundó el periódico El Actual, desde donde enfrentó las imposiciones durante el gobierno del presidente Onganía. En 1968 un grupo identificado como perteneciente a la Coordinación Federal destruyó parte de su imprenta familiar. También se involucró desde el periódico con la huelga de trabajadores de Ford en 1975.

La última edición

Tilo, fiel a su espíritu, imprimió la edición semanal de El Actual con la denuncia en tapa de un allanamiento que había sufrido días atrás su imprenta, y Federico (su hermano menor) lo distribuyó entre los quinientos suscriptores habituales. Horas después, el 26 de marzo de 1976, la patota volvió y se llevó al periodista.

El 2 de abril se halló el cadáver en el camino isleño del Río Luján, en el partido de Escobar, carbonizado por la quema de neumáticos que aún estaban encendidos, junto al de su amigo Gastón Gonçalvez y a otros dos cuerpos en similares condiciones, más tarde enterrados sin nombre en una fosa del cementerio de la calle Gelves.

De poeta a poeta

Tilo Wenner no ha sido objeto de homenajes ni de estudios. Tiempo de cenizas es el título que lleva el libro inédito de su amigo Enrique Deppe, desde donde lo describe y lo trae frente al lector, de cuerpo y alma, al momento de introducirse en su poema titulado “Tilo”.

La pipa siempre mal encendida, su bufanda, su brazo de madera. No hay límite real para la poesía, no hay límite real para la libertad. La libertad sin límites, la libertad liberada más allá de nosotros, aún más allá. Primero fue la voz, después el grito, después el canto. Después… algunas máquinas imperfectas que ayudan a volar: alas de sueños, alas para ser libres como el viento. Alas para olvidar obediencias debidas y vergüenzas ajenas. Alas para que nunca más. Alas para que nunca puedan. Camino al cielo en la tercera sección, reservada a los poetas, arriba, a la izquierda, hay una habitación que tiene siempre la puerta abierta, dicen algunos de sus párrafos.

Una biblio lo recuerda

Gracias al aporte de Marcelo Mangiante, uno de los principales estudiosos y seguidores de su obra Análisis, pudo reconstruirse parte de su precioso legado. “Aún queda pendiente una revisión profunda y la reconstitución de un corpus que integra al menos 14 volúmenes de poesía, numerosos textos dispersos en revistas y el rastreo de títulos de los que hay constancias en cartas y referencias de amigos, pero que no llegaron a publicarse. La dificultad de la tarea consiste en que esos libros, cuyas tiradas fueron por lo general reducidas, no están en las bibliotecas y apenas quedan unos pocos ejemplares”, señala Mangiante, actual presidente de la biblioteca alternativa Tilo Wenner, de Entre Ríos.

“Su nombre al frente de nuestra biblioteca honra la memoria del único escritor y el único periodista entrerriano mártir de la última dictadura”, explica Mangiante a DIA 32.

En Escobar, todavía no se ha madurado lo suficiente y casos como el de Tilo Wenner continúan durmiendo en la adolescencia democrática. Sin embargo, quienes quisieron callarlo no pudieron matar sus verdades y hoy esperan que la justicia -lenta, pero llega- otorgue sobre sus espaldas el destino merecido.

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