Para muchos, Escobar es un refugio de la vorágine de la Capital Federal. Un entorno con naturaleza para encontrar el ritmo y volver a conectar con uno mismo. Hay numerosos rincones donde, a diferencia de otras periferias metropolitanas, los árboles se anteponen al cielo, las calles son de tierra y se escuchan más pájaros que vehículos.
Las Chacras es un loteo próximo al barrio San Luis que representa este tipo de hábitat. El lujo de vivir entre la calma y el verde, pero cerca de la ciudad. El lugar conserva zonas arboladas, calles de ripio, lotes no urbanizados y, aun así, un fácil acceso desde la autopista o desde el centro de Belén de Escobar. Imawi, ubicado cerca de la avenida De los Lagos, es un alojamiento que ofrece una dosis de todo eso para descansar en un ambiente sano.
Dentro del terreno de su creadora, una arquitecta nacida y criada en Capital que eligió Escobar para vivir, se ubica esta mini-casa, que es una invitación para reencontrarse con un paisaje más agreste y sentirse bien.
Encuadrada en las llamadas “tiny houses”, en pocos metros no se priva de nada: cocina equipada y un cuidado diseño en el interior. Al aire libre, una tina y mucho confort para vivenciar el afuera. Comodidad y naturaleza para quienes busquen un momento de relajación alejados de la urbe.
La casa de los sueños
En un juego de palabras, Imawi combina el apodo cariñoso que los lugareños le dan a Maschwitz: “mawi”, con “magia” e “imaginación”. Los dos últimos son conceptos que abundan en la vida de Leonor Turco, su creadora y vecina, ya que su propia casa está a pocos metros, en el mismo terreno. Imawi puede leerse de arriba hacia abajo, en un giro de 180 grados. Y a Leonor le gusta también pensar esa “i” final como un signo de exclamación. Apasionada por todo tipo de diseño, supo maximizar en pocos metros las posibilidades de disfrute, para que la experiencia de relajarse en la naturaleza se viva a pleno, como con signos de admiración.
La casita tiene veintiún metros cuadrados. Su estructura es de madera con un exterior recubierto de chapas recicladas, acorde con la búsqueda de sustentabilidad que comparte con varias viviendas de Las Chacras. Su diseño es de una “tiny house” -casas diminutas- y minimalista, donde cada detalle guarda una intención.
En el interior, en esos pocos metros, la arquitecta resolvió cómodamente una cocina, un baño completo, una habitación y hasta un pequeño living, todo vidriado. Afuera, dos terrazas permiten disfrutar a la intemperie. En una se encuentra el estanque, donde también hay una pequeña parrilla y un fogón. La otra tiene sillones y una tina de agua caliente, con temperatura regulable. Todas las vistas dan a la exuberante vegetación del jardín, para sentirse rodeados por un entorno natural.
Muchos de los huéspedes vienen desde Capital. Algunos para huir de la rutina sin irse lejos. Leonor explica que el común denominador entre ellos es “una necesidad de poder descansar y estar un día, dos o lo que quieran, conectados con una onda totalmente diferente”.
El trajín de la ciudad es abrumador y a menos de una hora el pulso puede ser distinto. “Hay gente que viene a trabajar acá. Vienen con la compu, se hacen un asadito, se meten en la tina y se vuelve un disfrute total”, señala la anfitriona. La casita resulta una posibilidad de abrir un paréntesis en el mismo cotidiano, y seguir cerca.
La mayoría de las reservas se hacen a través de su cuenta de Instagram, que cuenta con más de 60 mil seguidores.
Imaginación, magia y necesidad
Leonor Turco tiene 71 años y hace cinco que es vecina de Las Chacras. Porteña de nacimiento, cuenta que esta zona siempre estuvo en su horizonte de posibilidades. “Quería mudarme a un lugar que me de alegría, felicidad y que me permita vivir más tranquila, con un respaldo, porque, a pesar de que me siento de cuarenta, tengo setenta y uno”.
Ella es del tipo de personas que lo que decide, lo concreta. Cuenta que, ni bien recibió la primera oferta para vender su departamento en Capital, empezó a buscar casas y, casi mágicamente, encontró la que hoy es su hogar. “La primera que apareció fue mi casa, la casa de mis sueños. Yo soy muy de decretar lo que quiero y que eso suceda”, confiesa, con determinación.
Durante más de cuarenta años se desempeñó como arquitecta y diseñadora en la ciudad de Buenos Aires. Tuvo a su cargo el interiorismo del Hotel Madero, entre otros trabajos. A poco de vivir en Escobar estuvo a punto de dirigir una remodelación en la zona, pero el proyecto no se concretó. Sin desesperar, el día que esa obra se suspendió volvió a su casa dándose cuenta de que estaba desempleada. Empezó a buscar una alternativa a la arquitectura, que puede resultar, según explica, un trabajo muy fluctuante.
Tal vez gracias a la buena conexión con el universo que afirma tener, la necesidad y la creatividad pusieron manos a la obra. Empezó a mirar con otros ojos un sector de su terreno al que nunca le prestaba atención. Era un deck de madera de unos treinta metros cuadrados donde había dos reposeras solitarias que jamás usaba. Allí nació Imawi. “Soy una emprendedora. Todo lo que se me pone en la cabeza lo construyo, lo resuelvo y sale bien, tengo mucha suerte”, afirma. Imawi pasó de la imaginación a los hechos y se inauguró en febrero de 2023.
Su emprendimiento, finalmente, terminó atrayendo proyectos de arquitectura en la zona. “Ahora que la casita se empezó a hacer conocida, la gente del barrio viene a ver de qué se trata para concretar cosas parecidas. Así que estoy feliz, porque quería poner un pie como arquitecta acá también”, explica entusiasmada.
Con muchos proyectos entre manos, se define como una soltera que disfruta de su solitud. Repleta de energía creadora, logra gozar de su hogar y de su “bosque” de casuarinas y compartir con los huéspedes el paisaje y la sintonía del lugar.
Hermosa. Pero nada más incómodo que sentarte en el sillón y mirar para arriba el tv