Por CIRO D. YACUZZI
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Basura, solo basura. Y ningún indicio, ni el más mínimo, de que en ese lugar hayan sido enterrados cuerpos de personas detenidas durante el último gobierno militar. Ese fue el resultado de las excavaciones que recientemente se llevaron a cabo en un sector del predio conocido como “La Quema” de Maquinista Savio, donde se sospechaba que podría existir el cementerio clandestino más grande de Latinoamérica.
Los trabajos fueron realizados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, a partir de una orden emitida por el Juzgado Federal Nº2 de San Martín, a cargo de la jueza Alicia Vence, en el marco del caso 213 de la megacausa 4.012 de Campo de Mayo.
El perímetro delimitado para efectuar la excavación se circunscribió a un radio de cincuenta metros cuadrados. Las tareas comenzaron el 21 de marzo -tres días antes del aniversario del Golpe- y finalizaron el martes 12 de abril. El resultado fue contundente: “No había nada, solo bolsas con basura. Ningún hueso, ni siquiera de animales”, confió a DIA 32 una fuente cercana a la investigación.
Al cierre de esta edición se esperaba que organismos de Derechos Humanos difundan una declaración referida a las últimas novedades del resonante caso, que todavía no habían salido a la luz en ningún medio.
Relatos escalofriantes
La causa de “La Quema” se inició en diciembre de 2005, a partir del testimonio de un vecino de Maquinista Savio que afirmaba conocer la existencia de fosas comunes en un campo de siete hectáreas ubicado en los fondos del barrio Amancay y contiguo a las vías del tren, donde a fines de los ‘70 funcionaba un basural a cielo abierto.
Guillermo Romero, oriundo de Chaco, era empleado municipal en esos años. Trabajaba como recolector de residuos y solía acompañar al vehículo que los transportaba hasta el mencionado predio, donde se realizaba la disposición final.
Acompañado por el abogado escobarense Eduardo Ramallo, Romero se había presentado en el juzgado federal, por entonces a cargo del juez Alberto Suárez Araujo, donde reveló que entre 1976 y 1978 los militares utilizaban parte del predio para enterrar cadáveres humanos. Aseguró que lo pudo comprobar una noche en la que, junto a un amigo, se acercó al lugar a hurtadillas para ver si eran ciertas las versiones que comentaban sus compañeros.“Nunca pude borrar esas imágenes de mi cabeza”, dijo.
Recién dos años y medio después, el juez citó a declarar al dueño de esas tierras, José Pestarino. El hombre afirmó desconocer que el lugar haya sido utilizado por militares. Y aclaró que si algo así hubiera ocurrido, él debería saberlo. En los ‘80, los terrenos del solar fueron rellenados con tierra y la basura quedó sepultada a varios metros de profundidad.
Así las cosas, la causa quedó inactiva hasta que en septiembre de 2012 surgió un nuevo testimonio que apuntaló los dichos de Romero. Un ex trabajador gastronómico, llamado Alberto Vicenti, aseguró que en esos años, cuando viajaba en tren por las noches de regreso a su casa en Matheu, pudo ver camiones del Ejército arrojando “grandes bultos” en fosas que por las mañanas eran tapadas con una pala mecánica.
Su relato le dio un nuevo impulso a la investigación judicial, que a esa altura ya estaba en manos de Vence. Aunque tuvieron que pasar cuatro años hasta que se ordenaran las excavaciones para corroborar o desestimar las sospechas.
Como quedó dicho, los antropólogos forenses no encontraron nada. Lo cual no necesariamente significa que Romero y Vicenti hayan mentido o exagerado en sus declaraciones y que el supuesto cementerio clandestino sea un mito más. Sí certifican que, al menos en el área delimitada, no se encontraron siquiera indicios que permitan comprobar que sean ciertos esos espeluznantes testimonios.
Dadas las circunstancias, de no surgir nuevos elementos para mantener abierta la investigación, la jueza Vence no tendrá más opción que archivar la causa. Y el misterio será eterno.