Elencos de nueve países se presentaron durante cuatro días en el Festival Latinoamericano de Teatro organizado por la Sociedad de Fomento de Villa Vallier. Una experiencia inolvidable para todos.

Sentarse a la mesa para compartir las comidas resultó una fiesta en la Sociedad de Fomento de Villa Vallier, donde se alojaron los diecinueve elencos que participaron de la segunda edición del Festival Ensueño Latinoamericano de Teatro (FELT). El aplauso conmovedor que cada uno recibió en las distintas sedes tras la presentación de sus espectáculos fue el combustible para estos cuatro días de encuentro, cultura, aprendizaje e intercambio.

Del jueves 25 al domingo 28, compañías teatrales de Chile, Perú, Colombia, Paraguay, México, Bolivia, Venezuela, Brasil y Argentina fueron parte de este evento 100% autogestivo, que se vivió con alegría y emoción. Los artistas extranjeros coincidieron en destacar y agradecer la amabilidad de sus anfitriones y el esfuerzo que implicó haber organizado “todo a pulmón”.

Hace tres años se empezó a recuperar el espacio que hoy es la Sala Ensueños en Villa Vallier y en 2017 se inauguró formalmente con todo lo necesario para llevar a cabo una función: luces, gradas, señalización, condiciones técnicas y de seguridad. La mayor parte está hecha con elementos reciclados. Desde entonces, el grupo que la impulsa está en constante movimiento: se organizaron los dos festivales para adultos, uno infantil y el ciclo “Vivas las queremos”, además de los talleres y el teatro comunitario.

El director del FELT, Gabriel Faversani (55), asegura que este año el festival casi duplicó los dos mil espectadores de la primera edición. Y enfatiza la decisión de haber agregado tres sedes: el Bondi Cultural de Maschwitz, el Teatro La Rosa de Campana y la sede de la Colectividad Boliviana de Escobar. En total, fueron treinta funciones con entrada libre y gratuita.

“En un momento tan crítico, en vez de achicarnos decidimos ampliarnos. De hecho, una de las sedes más fascinantes fue la de la Colectividad Boliviana, porque se organizó dentro del mercado de frutas y verduras, donde existe muy poca conciencia teatral. El teatro es generar incomodidad, a través de mensajes o temáticas y nosotros necesitamos también salir de la zona de confort, explorar cosas nuevas”, cuenta Faversani a DIA 32.

Con respecto a las cuestiones organizativas, comenta que existió una suerte de comunión entre todas las compañías. “Cada elenco asumió el costo del viaje y nosotros les dimos lo mejor que pudimos: este año hicimos un gran trabajo tratando de acondicionar espacios. Al tener una escuela secundaria para adultos, tuvimos la posibilidad de usar las aulas y pudimos agregar algunas duchas”.

Ante medio centenar de peticiones de distintos grupos teatrales para el FELT, la selección fue un desafío. El criterio para elegirlos fue apostar al equilibrio, de modo que todos los espectadores pudieran acceder a un teatro variado, de calidad y sin fronteras.

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De la patria grande

De Coacalco, Estado de México, llegó a Belén de Escobar el grupo Teatro CD Arte con un elenco de seis actores: Emmanuel Kaleb, Alan Laersi, Karen Ramos, Eylian Contreras y Emma Cervantes. Trajeron La maldición de Eliza, una obra de terror, y Los sueños de Sam, con un emocionante guión que trata la problemática del divorcio y cómo la viven las familias.

Si bien el espectáculo es infantil, incluye una gran cantidad de guiños para los adultos. A sala llena, con música y vestuarios coloridos, chicos y grandes disfrutaron de la puesta en escena y de un mensaje final que incita a luchar por los sueños, muy afín al espíritu promovido por la sala de Vallier.

“Subirte al escenario te cambia la vida”, afirma Contreras, mientras que Laersi se suma agradeciendo profundamente al FELT: “Este festival realmente nos ha marcado, convivir con esta gente fue hermoso. Nosotros decimos que el mundo de afuera está habitado por gente normal, y que nosotros, los teatreros, somos locos. Y lo más padre del mundo es juntarte con gente que tiene la misma locura que tú”.

Por su parte, Nicolás Arcos junto a Vicente y Alejandro Ramírez llegaron de Santiago de Chile con su compañía Teatro Mestizo. El nombre nace de la estética que trabajan: recogen textos populares de Latinoamérica y le suman composiciones musicales con instrumentos del continente.

“Ser parte de este festival se siente muy bien. En los tiempos que corren, que hagan algo así es hasta poético. Las salas repletas nos indican que aún al día de hoy, en un mundo donde aparentemente la tecnología arrasa con todo, el teatro, la tradición y la comunión que genera siguen firmes y vigentes” expresa Arcos. El elenco presentó La carreta del mandinga, un cuento popular chileno de la Isla de Maipo.

Representando a la Escuela de Artes y Talentos de Cochabamba, el director Edwin Morales y los actores Soña Torres, Deysi Veizaga y Wiler Vidaurre presentaron la obra San Ramón en la Colectividad Boliviana, con un gran recibimiento y un excelente público. “Lo vivimos de una forma muy maravillosa, creemos que lo más fantástico es el encuentro, el hecho de compartir experiencias con todos los grupos. Nosotros hacemos un teatro independiente, comprometido: la obra que trajimos genera debate y busca recuperar la memoria de nuestra historia contándoles a los jóvenes los sucesos de las dictaduras” explica Morales.

Además, confiesa que se llevó una sorpresa luego de su estadía en Escobar: “Siempre supuse que la comunidad boliviana en la Argentina era muy marginada, discriminada, no organizada, y en este lugar me he encontrado con todo lo contrario. Es una información que quiero contar en Bolivia. Venimos de un valle templado a 2500 metros de altura, con una gran capacidad de la tierra para producir verduras, frutas y hortalizas. Como ocurre aquí… Por eso, ahorita estoy como en casa”.

También tuvieron su lugar en la cartelera del FELT varios representantes de la escena argentina. Por ejemplo, Marcelo Pascale, que llegó desde San Nicolás con su teatro de títeres Diábolo y abrió el festival con Los Fantasmas del Torreón, un espectáculo vinculado al amor, la traición, la ambición al poder y el miedo.

“Venir a una sala independiente, en una sociedad de fomento, y que se produzcan hechos teatrales con compañeros de México, Chile, Bolivia, Perú y otros países es extraordinario. Un constante aprendizaje de otras culturas y su dramaturgia”, afirma Pascale, resumiendo el espíritu que se vivió y dejó el FELT en todos los que participaron.

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