Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar
Tanto luchó y soñó con ese momento que no sabía bien si llorar, reír, abrazar o qué. Por las dudas, lo hizo todo. “Cuando dicen ‘la número 9’, digo: ‘¡soy yo!’. Tenía miles de cosas en la cabeza y solamente caminé para adelante. Cuando conseguís un sueño que buscaste tantos años no se puede describir, es una sensación única”, expresa a DIA 32 la flamante 52º Reina Nacional de la Flor, Florencia Rocío Tomé (25), todavía con la emoción a flor de piel.
“Persevera y triunfarás”, dice el viejo refrán popular, que aplica a la perfección en este “cuento de hadas”. Esta era la cuarta y última oportunidad -por el límite de edad- que ella tenía para poder acceder al trono. Ya había sido electa primera princesa en 2013 y Miss Simpatía en 2007 y 2009. Pero esta vez algo iba a ser diferente.
“Siento que soy una persona distinta a la que se presentó las primeras veces. La facultad me abrió mucho la cabeza y la posibilidad de expresar lo que yo sentía, porque es difícil estar ante un jurado siempre famoso”. Recuerda que el primer año estaban “Lucho” Avilés y Susana Roccasalvo “y no podía hablar”. Ahora, los jueces fueron el productor de Esperanza Mía, Lissa Vera (ex Bandana) y la coordinadora de Miss Mundo Argentina, Nadia Cerri.
Contra lo que el imaginario popular supone, no se trata de un mero concurso de belleza. Al contrario, ese atributo dista de ser el más ponderado por el jurado. “No es sonreír, pasar y decir ‘hola, me gusta la fiesta’. El examen cultural es muy exigente, te preguntan desde quién fue el primer cirujano hasta cuál es el conflicto en Siria”, cuenta la nueva representante de los floricultores, quien fue coronada el domingo 4 ante una multitud que se apostó a orillas del lago del anfiteatro, en el predio ferial Luis Juan Brussi.
Florencia vive en Garín con sus padres y dos hermanos mayores. Le faltan pocas materias para recibirse de médica en la UBA, da clases como ayudante de cátedra en la facultad y también como particular a niños en la zona de San Isidro. “Estaba trabajando como revisadora médica en una pileta, pero no me dan los horarios entre el estudio y la Fiesta de la Flor. Más que nada quiero trabajar para mí, pero por suerte mis viejos me bancan”, comenta.
Además, cuando los libros y apuntes la dejan se hace un tiempo para tomar clases de danza jazz y clásico, su principal hobbie y pasión: “Si no puedo ir, bailo igual en mi casa. Tengo que bailar siempre porque es lo que me hace feliz”, dice.
Su esbelta silueta de un metro sesenta y cuatro, la tez blanca y sus cabellos castaños claros encierran a una mujer con una vasta capacidad intelectual y un auténtico sentido de pertenencia con la Fiesta de la Flor. “Es mi fiesta, tengo la camiseta puesta siempre y la llevo a todos lados aunque no participe, porque depende de nosotros hacerla crecer”, sostiene, con total felicidad y orgullo.
Y aunque sepa que muchas mujeres se abrieron paso en el mundo de la moda y los medios gracias a las puertas que abre esta coronación, ella mantiene los pies sobre la tierra y no piensa desviarse de sus objetivos: “Nunca quise ser famosa ni que me llame Tinelli. Mis sueños siempre fueron representar a la Fiesta, ser cirujana y tener mi familia”, concluye la Reina de la Flor, y está claro que va por buen camino.
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