Hace algunos años que a El Cazador le faltaba algo. Rodeado de árboles, aire puro, naturaleza y tranquilidad, desde siempre fue un lugar de culto para quienes desean escapar del ruido y el stress de la ciudad, ya sea para descansar el fin de semana o vivir permanentemente. Así, las casas se fueron multiplicando en casi todas las manzanas y la población creció de manera exponencial en las últimas décadas.
Sin embargo, mientras los nuevos habitantes empezaban a poner sus pies sobre las calles de tierra o el resquebrajado asfalto del barrio, la emblemática Hostería El Cazador desaparecía silenciosamente, llevándose consigo miles de historias y momentos felices, desde celebraciones de cumpleaños y casamientos hasta reuniones familiares, de amigos y parejas en torno a las mesas de su restaurante y salón de té.
Así como no se puede explicar a Tom sin Jerry o a Batman sin Robin, El Cazador perdió una parte de su identidad con la ausencia de la hostería. Un testigo de su historia, de su progreso y de su gente, que lentamente fue desvaneciéndose hasta la extinción, hace nueve años.
Por suerte, las líneas anteriores están escritas en tiempo pasado. Porque aquel señorial establecimiento, construido en 1894 y abierto al público desde 1940, resurgió de sus ruinas y volvió a nacer. La reinauguración fue el jueves 11 a la noche, con un cocktail para más de 300 invitados.
Ya sin los animales que alguna vez exhibió en su parque, con algo menos de terreno -pero más que suficientes 20 mil metros cuadrados- y sin servicio de restorán, la hostería regresó en formato de lugar de eventos. Dos años de trabajos de refacciones en paredes, techos y pisos le devolvieron un aspecto rejuvenecido y el esplendor de otrora. Además, conserva su asombrosa vista hacia la barranca.
Cuenta con tres salones, ambientados con elegancia y estilo: uno VIP, para reuniones laborales; otro para eventos pequeños y medianos y otro más grande, con capacidad para 500 personas. Desde convenciones y encuentros empresariales hasta reuniones sociales, casamientos, cumpleaños y bautismos pueden encontrar allí el sitio ideal.
“La reabrimos porque queremos mucho a El Cazador y a Escobar. Era una picardía que esté cerrada y abandonada”, cuenta Verónica, su flamante administradora, quien recuerda cuando llevaba a su hija a comer y a ver los animalitos.“El lugar estaba muy deteriorado. Por eso llevó tanto tiempo y cuidado la remodelación. Mantuvimos la esencia y el espíritu original, pero lo actualizamos a esta época, reciclando lo que se ve y no se ve”, comenta la mujer a DIA 32.
La reapertura de este tradicional espacio escobarense ya tuvo repercusiones, a través de numerosas reservas. De a poco, la Hostería El Cazador recupera el buen nombre que la hizo tan conocida entre propios y extraños.
“La naturaleza en este lugar pintó un cuadro. La vista que tiene a las barrancas y toda la arboleda añosa parece una postal. La gente viene y se enloquece”, concluye Verónica, entusiasmada y con el orgullo de haberle devuelto un ícono a El Cazador.