La Cooperativa 18 de Abril logró que el Municipio ponga en marcha la primera planta de reciclaje de Escobar. Pero dicen que le falta de todo para estar en condiciones. Dos caras de una misma moneda.

El viejo y popular refrán dice que “una mano lava la otra, y las dos, la cara”. Frase que podría graficar el reciente convenio firmado entre el Municipio y la cooperativa de cartoneros 18 de Abril para la puesta en marcha del primer Centro Municipal de Reciclado de Residuos Sólidos Urbanos de Escobar. Un emprendimiento que no solo redundará en un distrito más sustentable sino que también generará más empleo y permitirá que la Comuna gaste menos dinero en el oneroso servicio de higiene urbana.

“Este es un logro colectivo que surgió a partir de una iniciativa que, de ahora en más, necesita del compromiso de todos los escobarenses. Además de promover la sustentabilidad, dar trabajo y dignidad a nuestros ciudadanos, ampliar derechos y generar inclusión, en este proyecto encontramos formas de convivir y progresar entre todos”, expresó, algo emocionado, el jefe comunal durante el acto que se realizó el viernes 19.

Emplazado sobre la calle Mansilla, a metros de la avenida de los Inmigrantes, en el barrio Bardessono, la flamante planta funciona en un galpón de 500 metros cuadrados cedido por una empresa -La Bulonera S.A.- al Municipio, inicialmente por doce meses con opción a un año de prórroga.

Allí, por el momento, se separan, clasifican y reciclan -para su posterior venta- una parte de los residuos sólidos urbanos generados en la ciudad de Belén de Escobar, incluyendo los recolectados en las “campanas verdes”, los contenedores de las plazas y las “estaciones de reciclado” que funcionan en las escuelas. Todo en el marco del programa municipal “Escobar Sustentable”.

El mecanismo de trabajo sigue siendo el que la cooperativa aplica desde sus comienzos, en julio del año pasado, aunque el acuerdo estipula algunos cambios sustanciales. Desde ahora, el 30% de los ingresos obtenidos por la venta del material reciclado de los puntos verdes oficiales y, en un futuro, de los grandes generadores -léase, fábricas y countries- se destinará a la compra de maquinaria y otros elementos de trabajo.

En cuanto al porcentaje restante, más el total de la “venta colectiva” que no depende del Municipio, la cooperativa lo utilizará para lo mismo que antes. Por un lado, pagar los sueldos -$6 mil per cápita a partir de diciembre- de sus ahora 320 integrantes -hace un año eran 120-; por el otro, afrontar los gastos de combustible y mantenimiento de los tres vehículos -dos camionetas y un camión- con que cuenta para cumplir con las “rutas de recolección” en Belén de Escobar, Ingeniero Maschwitz y Garín.

Actualmente, en el Centro de Reciclado trabajan treinta “recuperadores urbanos” -como se denomina formalmente a los cartoneros- distribuidos en tres turnos y funciona todos los días desde las 8 hasta que se esconde el sol, literalmente hablando, ya que Edenor todavía no instaló el medidor y, por ende, no hay energía eléctrica para, entre otras cosas, iluminar el galpón.

El vaso medio vacío

En una entrevista publicada en noviembre de 2017, la presidenta de la Cooperativa 18 de Abril, Leonor Larraburu, le confió a DIA 32 que “la lucha más grande es por el reconocimiento de los compañeros” y que “lo único” que pedían era “una ayuda para conseguir el espacio físico que necesitamos”. Además, reveló “el sueño” de la reciente organización: “que en Escobar haya una planta recicladora para los cartoneros”.

La lucha dio sus frutos y en menos de un año sus demandas encontraron respuesta y hasta cumplieron su anhelo. Por eso la emoción y las lágrimas que brotaban de sus ojos cuando le tocó hablar en la inauguración de la planta de reciclaje. Sin embargo, las nuevas condiciones de trabajo de los cartoneros distan bastante de lo que esperaban.

Aunque reconoce que “se trabajó en conjunto” y que el intendente “cumplió prácticamente con todo lo que nos prometió”, Larraburu no oculta su malestar por no contar con elementos mínimos para trabajar de una manera más digna y eficiente.

“Este lugar es muy chico para el volumen de residuos que manejamos. En mi casa todavía tengo cincuenta bolsones casi listos para la venta y no sé cuándo los voy a poder traer porque acá no hay espacio. Nos va a costar acomodarnos”, le cuenta a esta revista.

¿Queríamos un techo y un baño? Lo tenemos, pero, a ver: tengo tres turnos, como mínimo necesito una cocina de, aunque sea, dos por dos, donde los compañeros pueden calentar agua, comer y estar sentados. Yo no los voy a sentar en el piso o en el medio de la basura, para eso me quedaba en mi casa, donde comían sentados en un comedor y se bañaban”, apunta, sentada en una reposera y apoyando el mate sobre un cajón de cerveza vacío que encontraron en la calle y usan de mesa. Es que el Municipio, además de no pedir el medidor de luz a tiempo, todavía no equipó el galpón con el mobiliario más indispensable.

La lista de críticas de la referente cartonera sigue: “Tenemos una sola canilla, que es la de la bacha del bañito, pero con eso no alcanza. Acá se trabaja con vidrio, si se corta alguien y el baño está ocupado, ¿dónde lo llevo a lavarse?”, plantea, ofuscada.

A estas falencias estructurales se suma la falta de provisión de elementos de seguridad y, en particular, de la maquinaria necesaria para hacer funcionar correctamente un centro de reciclaje. “Ahora estamos reciclando a mano y cargando todo a pulmón. Necesitamos una prensa y una cinta para clasificar, algo básico. Y un clark para mover los bolsones tampoco vendría nada mal”, señala.

A la expectativa de que todos estos aspectos se resuelvan cuanto antes y deseando que la apertura de la planta sea un punto de partida, Larraburu deja claro que todavía queda mucho camino por recorrer: “Para mí no es una batalla ganada, porque al Municipio le sigue faltando una política pública para la gestión integral de residuos sólidos urbanos. Me conformaría con que se apruebe el proyecto de ordenanza que presentamos en 2017, porque habla de los cartoneros y de las leyes que nos amparan”, concluye.

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