Por MARTIN POZZO
Director de revista La Negra
Seis meses para 4 días y 3 shows. Mucho trabajo y organización para realizar la primera gira de Limardos, el primer sueño del grupo: tocar en el norte argentino. Todo se fue dando de una forma natural. La incorporación de nuevos instrumentos autóctonos relacionados con el folclore y el paisaje indicaban que la presentación del nuevo disco, Memoria del viento, tenía que hacerse en Salta y Jujuy.
El jueves 8 emprendimos el viaje de 24 horas junto a los amigos de Mantra (otro grupo local que explora la música instrumental). Salta nos recibió con su belleza y una leve lluvia. Desde ese momento sabíamos que esto era el comienzo de una vida de giras y nuevas experiencias musicales.
Al día siguiente hicimos el debut en Coyah Bar, un lindo lugar, muy grande, que se divide entre el sector rock, pista electrónica y cena; ubicado en la calle Balcarce, zona de bares y vida nocturna. Nos arriesgamos a tocar solos, sin banda local.
Desde que llegamos a Salta tuvimos la amistad y amabilidad de Juan Soto, del grupo Libre Cuarteto, que nos prestó la batería y subió a tocar como trompetista invitado. Hubo energía y buen sonido. El primer show en tierras lejanas superó nuestras expectativas. Al otro día subimos a la combi y nos fuimos a San Salvador de Jujuy.
Toda gira se nutre de anécdotas e imprevistos. Nosotros quedamos ocho horas varados en la ciudad de General Güemes con pérdidas de agua y calentamiento global. El único objetivo era llegar a Jujuy y tocar. Así fue: subir todo el equipaje, instrumentos y equipos a otra combi y llegar a San Salvador. A medianoche estábamos en Casa Tomada Multiespacio, un excelente lugar donde todos los grupos vernáculos se expresan a diario. Ahí nos recibió 12 Pesitos, un distinguido grupo joven de reggae y dub. Ellos abrieron la noche y seguimos nosotros. Cerró la velada Mantra, coincidiendo su último acorde con la entrada de la policía.
Lo que se vivió en Casa Tomada no tiene palabras. Estábamos a miles de kilómetros y eso no parecía importar. La recepción del centenar de personas del público, el calor humano, el agite, los cantitos, la buena onda, canción a canción iba creciendo la intensidad. La energía emanada de los amplificadores hacía caer instrumentos. Temblaba el escenario. El show cerró con La Gran Ola, a diferencia de Salta, donde el final fue con Los Antiguos (ambas canciones forman parte del nuevo disco). Luego subió Mantra y realizó otro viaje musical.
Nos quedaba un solo lugar: Purmamarca. Era el cierre perfecto de una gira perfecta. La tranquilidad del paisaje, el silencio, el Cerro de los Siete Colores… era el marco soñado para tocar nuestras canciones. No podíamos creer donde estábamos. Purmamarca es un paraíso. Muy pocos grupos se animan a llegar tan lejos y a tocar en lugares más cercanos a música de raíz que al rock. Quizás sea eso lo que nos llevó allá al norte, en esta búsqueda interior y musical de no poner límites entre géneros y adoptar sonidos ajenos a nuestra vida cotidiana entre edificios y locura urbana.
Llegó la noche y el frío se hacía protagonista. La calma de los cerros y del bar Ambrosio se sacudió primero con la música de Mantra, después 12 Pesitos y el final con Limardos. Fue un show intenso, con apunamiento, cuerdas rotas, músicos invitados, energía y un cierre comunitario con integrantes de los tres grupos, y el público, en una improvisación dirigida por Mariano Keller, que deambuló por varios ritmos, matices y libertad.
Todos nos preguntaban desde el primer día: ¿Cómo llegaron a tocar acá? ¿Están locos? ¿Por qué el norte? Y es fácil responder: ganas de tocar, autogestión, abrir nuevos caminos, el paisaje nos llamó, fue un viaje interior.