Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar
La cita con DIA 32 es en el Paseo Mendoza. Ella llega en bicicleta y enseguida cuenta que en el camino paró a mandarle un mensaje a su novio para decirle que estaba “embriagada” por el perfume del ambiente, ese que al atardecer lo envuelve todo. “Qué maravilla este lugar, hace nueve años que vivo en Maschwitz y todavía me asombro”, comenta al sentarse y pedir un agua mineral.
Patrizia Camponovo (43) es actriz, modelo, cantante, se dedica a las relaciones públicas, tiene una línea de ropa de yoga, es madre y muchas cosas más. Quizás su nombre, o su cara, no sean tan conocidos, pero pasó por la televisión, el cine y el teatro. Uno de sus últimos roles fue en Aliados, en 2013, donde interpretó a Lara, la madre de Nicolás Francella.
Hace dos años actuó en cine junto Valeria Bertucelli y Martín Piroyanski en la comedia negra de Martín Salinas, Ni un hombre más. Además, tuvo distintas participaciones en obras de teatro y en programas de radio como narradora y locutora.
Nació en Milán, de madre argentina y padre italiano, y allí vivió hasta los 20. Por eso su acento, tan italianísimo, y su apodo: “la Tana”. Patrizia cuenta que de chiquita le hablaron los dos idiomas, pero que cuando vino a vivir a Buenos Aires no pronunciaba muy bien, aunque entendía todo. “Veníamos cada dos años a visitar a la familia de mi mamá, siempre en Navidad. Para mí era el país del revés, nos íbamos de Italia en invierno y llegábamos acá en verano, Navidad en verano era una locura”, recuerda.
Una vez finalizado el secundario en Milán, Buenos Aires fue el destino lógico. En principio la idea era pasar un año con los parientes, pero se instaló definitivamente. “Además mis padres se separaron. Mi mamá se compró un departamento acá y se vino con una gran mudanza y mi hermana. Me fui quedando. Es como lo que me decía mi madre: ‘Italia te entra por los ojos, Argentina por el corazón’”, afirma.
Raro, porque en Argentina casi todos provenimos de italianos, ¿quién no tiene un abuelo inmigrante?
Milán es una ciudad más fría que Nápoles o Roma, por ejemplo, o las ciudades del sur donde hay otros códigos. En Milán son discretos, medidos, muy educados. Acá la gente es cariñosa, efusiva, algo típico de la gente del sur de Italia, que son los que vinieron a la Argentina, y a mí eso me gustó. Enseguida me empezaron a decir, ‘la Tana’, ‘la Tana’. La gente se copó con mi acento, hay algo del extranjero que gusta mucho a los argentinos.
¿Te costó la adaptación?
Para nada, enseguida empecé a trabajar en promociones, publicidades, a modelar, me fue muy bien y me puse a estudiar teatro. Y ahí me enganché con la actuación, empecé a interpretar y a conseguir partecitas en televisión, en cine, y en teatro más adelante.
Te quedaste para siempre en Buenos Aires…
No tanto, conocí a un brasileño y me fui a vivir a Maricá, a 40 kilómetros de Río de Janeiro, donde nació mi primer hijo. Pero cuando quedé embarazada del segundo quise volver porque estaba haciendo una vida demasiado hippie. Yo soy una persona muy urbana, y mi ex marido era hipón, hipón. En Brasil empecé a dedicarme a la música, ya en Buenos Aires había empezado a tomar clases de canto, pero allá aprendí el portugués, conocí la bossa nova y me enamoré. Tuve tríos, bandas, dimos shows hasta que volvimos. Nos vinimos a vivir a Maschwitz, me separé unos años después, y retomé la actuación.
¿Cómo descubriste Maschwitz?
A través de Érica Rivas, somos muy amigas y ella me convenció de a poquito. Fue muy gracioso, porque al final yo encontré casa seis meses antes que ella y me vine primera.
¿Qué crees que es lo que atrae a tanto artista, justamente, al Pueblo de las Artes?
Son personas que tienen una sensibilidad especial, que quienes se dedican a otros trabajos no tienen. El artista tiene y busca una conexión con la naturaleza, y conectarse con lo verdadero, que solo se encuentra en lo natural. Escuchar los pajaritos a la mañana, es eso. Un artista tiene que tener los chakras alineados y estar en armonía con algo, porque tiene una vida bastante desarmónica, no tiene horarios fijos, por ejemplo, entonces lo armónico interno lo busca conectándose con la naturaleza. Acá hay una comunidad muy fuerte que no la veo en Pilar, no la veo en Palermo. Hay una búsqueda de la gente que se viene a vivir acá de lo ecológico, lo alternativo… Además, el artista atrae al artista, así como Érica me trajo a mí, yo a su vez traje a otra gente del ambiente.
Acá hay una comunidad muy fuerte que no la veo en Pilar, no la veo en Palermo. Hay una búsqueda de la gente que se viene a vivir acá de lo ecológico, lo alternativo…”
El año pasado actuaste en Aliados ¿qué crees que le aporta la televisión a un actor?
Sí, hice de la mamá de Nicolás Francella, un papel que me encantó. Era una mujer a la que le gustaban los jovencitos, tenía una historia de amor con Peter Lanzani. Las compañeras del colegio de mis hijos se volvieron locas. Me decían: “¡Te lo apretaste a Peter Lanzani!”. Y bueno, gajes del oficio (risas). En realidad me quedo con el cine, pero es verdad que con la televisión entrás en la casa de todos y por ende después te llaman para hacer las películas. Porque el productor, y sobre todo el argentino, no quiere la mínima chance de perder algo de plata. Entonces obviamente busca a los actores más populares.
¿Mirás tele?
Algunas cosas, me gusta mucho canal Encuentro, en esos momentos intento inyectarme algo de cultura. Veo Tele Jornale, de Italia, a la mañana. De las series argentinas me enganché con Guapas, pero después la dejé. Lo que pasa es que tengo una vida de ir y venir y no puedo serle fiel a los programas.
¿Tenés alguna cuenta pendiente o el sueño de interpretar a alguien en especial?
Siempre digo que me gustaría hacer el papel de un personaje que haya existido o que exista, aunque no sé bien quién podría ser.
Fuera de lo actoral, también estás con un emprendimiento privado, las Gasconetas. ¿Qué es exactamente?
Son fiestas que comenzamos a hacer con un amigo hace años en la calle Gascón y se volvieron conocidas por lo divertidas. Las hacíamos cada tres o cuatro meses y se empezó a llenar de gente. Yo le propuse a mi amigo hacerlas una vez por mes, pero él no quiso porque eran en su casa y ya estaban viniendo unas 140 personas. Entonces decidí hacerlas por mi cuenta, con una socia que, metódicamente, cada mes, desde hace tres años y medio, hacemos la Gasconeta. Es itinerante, la vamos haciendo en diferentes lugares.
¿Cómo se hace una fiesta divertida?
Con gente copada, y yo tengo esa energía de atraer personas que son las justas para esas fiestas. De hecho, generalmente el comentario es: “Tana, ¿dónde conseguís esta gente divina?” Aparte, como trabajo en actuación y publicidad, conozco chicas y hombres muy bonitos y con toda la onda. En cada grabación sé a quién invitar y a quién no. Viene mucha de la gente de detrás de cámara, productores, camarógrafos, sé adonde apuntar. Y son personas que realmente aportan. Hice un grupo de Facebook que ya tiene 3.200 seguidores, aunque nos mantenemos chiquito, bastante under, con no más de 200 personas en cada Gasconeta. Se han armado parejas, grupos de amistades, de trabajo, de todo. La gente viene a agradecerme por ofrecerles un espacio dónde pasarla bien.
Parecería que organizar fiestas es algo frívolo, pero en el fondo no lo es tanto…
No lo es, hay mucha soledad, y las fiestas son un lugar para expresarse y conocerse. No hay nada frívolo en eso. Ver a la gente tan feliz y contenta, bailando y bailando, me produce una alegría enorme.
El productor, y sobre todo el argentino, no quiere la mínima chance de perder algo de plata. Entonces obviamente busca a los actores más populares”.
También te encargás de los eventos y las relaciones públicas de un local en Maschwitz ¿de qué se trata?
Sí, como tengo mucha gente conocida acá, y muchos amigos, me contrataron en el restaurant La Tita como para levantar los jueves a la noche, que no pasaba nada. Propuse hacer ciclos de música en vivo porque yo sé lo que le gusta a la gente de Maschwitz, los horarios, cómo hacerlo, y con todos artistas locales, que hay tanto talento que no se puede creer. Me armé un mailing y un grupo de Google que se llama Eventos en Maschwitz y así lo voy promocionando. Nos está yendo muy bien, porque la gente se copa sabiendo que todos los jueves de todas las semanas hay un lugar con música en vivo. Vamos rotando los estilos. Lo llamé “Los jueves no vuelvo a casa”, tipo after office, aunque acá nadie va a la office.
¿Cómo te definirías?
Como una persona que busca lo alternativo. Cuando la sociedad, la televisión y los doctores dicen una cosa, yo voy para el otro lado. Y esa es otra de las cosas que me gustan de Maschwitz, porque acá te encontrás con mujeres que tuvieron a sus bebés en la casa, nadie vacuna a sus hijos, no les damos leche de vaca, estamos siempre en la búsqueda de lo verdadero. No nos quedamos con lo que nos dicen. Entonces se va armando una comunidad donde nos vamos acercando y asociando, porque nos gusta cómo piensan los demás. Este lugar es una cápsula, una burbuja en el medio de tanta urbanidad y tanto cemento. A mí viene el intendente de Escobar y me ofrece cemento, y le digo que no, que en todo caso quiero cloacas, pero no asfalto para que los autos empiecen a pasar rápido y nuestros hijos no puedan jugar más en la calle.
Además, como si fuera poco, te dedicás a diseñar ropa…
Sí, creé una línea de ropa para yoga. Como soy practicante desde hace 8 años, veía que la ropa no era cómoda, que la calcita se bajaba, la remera se subía. Entonces lancé esta línea, que se llama La Tutina, que son enteritos especialmente diseñados para hacer yoga, danza, pilates, un poco de todo. Tutina quiere decir enterito en italiano, la tuta gimnástica es el pantalón de gimnasia.
Sos una inquieta…
Sí, totalmente. Me gusta inventar, me gusta crear, ver que donde antes no había nada, ahora hay algo: una fiesta, un grupo de gente, una noche, un enterito de yoga, un personaje. Me encanta. Tener la capacidad de convocar también es maravilloso, tengo algo que debe hacer que la gente se pregunte: `¿A ver esta italiana adónde nos lleva y qué propone?´. Me gusta que la gente se una, creo que una de las misiones en mi vida es unir a la gente, tengo algo de puente.