Por arriba, por abajo, de un costado o del otro. Por donde se lo mirara, el aspecto de la terminal de ómnibus era un puñal en el corazón de la capital nacional de la flor. Con el tiempo, la carta de presentación para quien llegara a la ciudad en el transporte público se transformó en la más fea de las postales, un monumento al abandono.
Sin asientos para esperar el colectivo ni techos para protegerse de las inclemencias climáticas, con basura desparramada por todas partes, falta de señalización, una ínfima iluminación nocturna y una desorganización absoluta, lo único que floreció en la terminal durante las últimas décadas fueron la precariedad y el desorden.
Este penoso paisaje fue obra y gracia de las sucesivas administraciones municipales que nunca resolvieron la situación de fondo. Si bien hubo algunas inversiones, fueron ínfimas y de escasa efectividad. En 2007, durante el último año del intendente Silvio González, al deteriorado playón de maniobras se le hizo un piso de adoquines articulados. Quedó bien al principio, pero no tardaron en romperse y generó ondulaciones con peligrosos picos.
En enero de 2009, el intendente Sandro Guzmán decidió cerrarla por un mes para llevar a cabo un “plan de acondicionamiento general” en distintas etapas. Pero la única que se concretó fue la primera, que consistió en retirar los adoquines y nivelar la superficie con una gruesa capa de hormigón, que dejó resuelto el asunto en dos tercios del playón. Para el resto del arreglo hubo que esperar hasta febrero de 2015. Eso fue lo último que se le hizo. Hasta ahora.
Deuda saldada
En los últimos tres años la situación empeoró aún más. La falta de comodidades mínimas para los usuarios y el colapso operativo dentro de la terminal llegaron a un nivel insostenible. No sólo ya había perdido funcionalidad -era constante la imagen de colectivos atascados sin poder maniobrar por falta de espacio- sino que se había convertido en un lugar de lo más desagradable, por la suciedad, el desorden y las pésimas condiciones generales.
Resolver de raíz este tema era una de las asignaturas pendientes del intendente Ariel Sujarchuk, quien en la última apertura de sesiones ordinarias del Concejo Deliberante -abril de 2018-, recogió el guante y anunció que encararía la remodelación de la terminal de ómnibus de Belén de Escobar.
El segundo paso hacia ese objetivo, que hasta hace nada parecía tan lejano, lo dio el viernes 3 de agosto, cuando brindó una conferencia de prensa para informar que a la semana siguiente el Municipio comenzaría la esperada y anhelada obra, junto a la repavimentación y puesta en valor de la calle Rivadavia.
Como si fuera poco, redobló la apuesta y aseguró que en los primeros días de diciembre los trabajos ya estarían terminados. Sujarchuk prometía hacer en cuatro meses lo que nadie había hecho en medio siglo. Y lo logró.
“Hoy estamos siendo protagonistas contemporáneos de un día histórico”, sentenció el lunes 17 a la tarde, cuando dejó oficialmente reinaugurada la terminal, que a partir de entonces luce como nunca antes, tras renovar por completo su aspecto y dejar atrás años de un absoluto abandono.
Atractiva, pulcra y moderna
En pocas palabras, se podría decir que a la vieja terminal la metieron en un quirófano y la sacaron como nueva. Lo único que conserva son sus cimientos, porque después ya nada es lo que era. Su penoso estado general y la falta de refugios, techos y asientos para que la gente pueda resguardarse del sol o las lluvias ya son parte de reclamos y críticas pasadas. Lo mismo ocurre con la aterradora falta de iluminación.
Ahora, es un lugar digno de ser el centro neurálgico más importante del distrito, un espacio agradable a la vista y que, incluso, hasta hará mucho más amena la tediosa espera del colectivo. Y eso se debe a la profunda intervención que llevó adelante el Municipio.
Entre otros cambios notables, el área de espera es mucho más amplia y cómoda, ya que se colocaron asientos y una estructura metálica con una cubierta liviana que va de punta a punta y resguarda del sol y la lluvia a los usuarios. Todo esto acompañado por iluminación LED y mobiliario antivandálico, que obedece a un diseño y una estética “contemporánea”, acorde a los tiempos que corren.
Pero las mejoras no solo son estéticas: también se construyeron nuevas dársenas, incluyendo una para personas con movilidad reducida, y se relocalizaron las paradas de colectivos para permitir una circulación vehicular más fluida en toda la zona.
De esta manera, existe un dispositivo más dinámico y seguro para el ascenso y descenso de pasajeros, tanto dentro de la propia terminal como en las paradas ubicadas sobre las calles Rivadavia, Travi y Spadaccini, donde también se realizaron sustanciales cambios.
La flamante obra, además, ordena en toda la zona el tránsito público y también el de carga y descarga de proveedores y particulares. Asimismo, se instalaron una posta de prevención, cámaras de seguridad HD y dos domos 360º con lectora facial.
Todo esto sin contar la notable jerarquización del centro comercial de la calle Rivadavia, entre las avenidas Tapia de Cruz y 25 de Mayo, que incluyó la repavimentación, la colocación de nuevas veredas, la normalización de la cartelería, iluminación LED y equipamiento comunitario.
En definitiva, tras años de desidia estatal y promesas incumplidas, se llevó a cabo una remodelación integral que vino a cambiar por completo el aspecto de la terminal de Belén de Escobar y sus inmediaciones.
El Municipio ya hizo lo suyo: invirtió casi $50 millones en toda la obra -$13 millones serían aportados por la Provincia-, cumplió con el plazo de 120 días para ejecutar el proyecto y, fundamentalmente, le puso fin a una vieja demanda de la comunidad escobarense.
Ahora, los usuarios y vecinos deberán aportar su cuota para que la terminal se mantenga reluciente y no vuelva a verse como en sus peores épocas.