“Tierra, techo y trabajo”, suele pregonar el Papa Francisco en la mayoría de sus apariciones públicas. Estos tres elementos se constituyen como una necesidad fundamental para todos los habitantes del planeta y Argentina no está ajena a ese contexto. La inmigración dejó pueblos huérfanos a lo largo y ancho del país, mientras que en las grandes ciudades miles de personas ni siquiera están cerca de cumplir el sueño de tener el hogar propio. Por eso, algunas ONG’s pusieron manos a la obra con proyectos para que las familias abandonen las urbes y vuelvan a las raíces.
En Santa Fe, un pequeño poblado llamado Colonia Belgrano asoma cuando se transita por la ruta provincial Nº 35-S. Este lugar, del que es oriundo el famoso locutor Silvio Soldán, se ubica en el Departamento de San Martín, a 120 kilómetros de la capital provincial, y se destaca por su incipiente agricultura y ganadería. Pero también sufre un problema: tiene muy pocos habitantes, apenas 1.284.
La sangría de jóvenes hacia las grandes ciudades fue uno de los aspectos que llevó a la fundación suiza Es Vicis a implementar el programa “Bienvenidos a mi pueblo”, con el objetivo de sumar 20 nuevas familias que contribuyan al desarrollo económico y social del pueblo.
Colonia Belgrano es una prueba piloto. Los interesados deben conformar una familia, vivir en Santa Fe o Rosario -ciudades más populosas de la provincia-, tener un emprendimiento u oficio y contar con vivienda propia.
Los belgranenses reciben con brazos abiertos a las nuevas camadas de vecinos: “Este programa le dará a nuestro pueblo un impulso que nosotros solos no podríamos lograrlo ni en veinte años”, afirma el presidente comunal Javier Bosio.
A 853 kilómetros del terruño santafesino se encuentra Esteban Gascón: una localidad del partido de Adolfo Alsina, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, que apenas cuenta con un centenar de residentes. Se destaca por la tranquilidad de sus pocas calles, algo que atrae una buena cantidad de turistas pero no de nuevos habitantes.
Proyecto Pulpería, una ONG nacional, se trazó el desafío de repoblar a este territorio, que lleva el nombre de una de las personas que el 9 de julio de 1816 firmó el Acta de la Independencia: “Acá pueden faltarnos muchas cosas, pero hay cero inseguridad”, se jacta Sebastián Ermantraut, dueño del único bar del pueblo.
Que Esteban Gascón haya aparecido hace poco en los medios fue gracias a Leandro Vesco, fundador de la asociación civil que en este lugar, como en otros, se enfoca en ponderar los atractivos de la vida alejada de las moles de cemento. “Lo que queremos es que quien se quede lo haga por convicción, porque ve un futuro”, señala.
La otra pata de este proyecto vino por el lado de Gregorio Aberásturi, un productor agrícola de la zona que se comprometió a ceder en comodato por diez años varias de sus propiedades para que habiten los nuevos vecinos. El único requisito es acondicionarlas.
Los lugareños afirman que en la década del 40, en pleno auge de los trenes, este pueblo tenía cerca de 2.000 habitantes, 20 veces más que ahora. Hoy la estación ferroviaria es un fantasma que solo ve pasar coches con cargamento, aunque se cree que no por mucho tiempo más.
Pequeños pueblos perdidos en el mapa como Colonia Belgrano y Esteban Gascón anhelan salir del ostracismo y eludir la lenta desaparición que causa la emigración de su gente. A contrapartida de la tendencia, muchas familias ya se interesaron en tomar un camino inverso: abandonar la jungla de cemento y volver a la tranquilidad de sus raíces.