La nueva Reina de la Flor vive en Maschwitz, tiene 25 años, es profesora de Educación Física y preceptora. Guapa y simpática, asegura: “Aprendí a querer a la Fiesta y ya la siento propia”.

Esbelta, delicada y muy bella, su presencia cautiva todos los sentidos. No sólo por sus atributos estéticos. También porque es reflexiva a la hora de declarar y posee un bagaje cultural que enseguida echa por tierra aquello de que “las rubias son tontas”. Por estas y otras cualidades, Wanda Riviere (25) fue coronada como la 53ª Reina Nacional de la Flor. Nada más, ni nada menos.

Blonda de ojos marrones, con medidas 95-64-104 y una estatura de 1,75 metros. Esas son las señas físicas de la flamante soberana de los floricultores argentinos, que tuvo la gracia de ser elegida entre las dieciséis finalistas -las postulantes iniciales eran 42- que aspiraban a suceder en el trono a la garinense Florencia Tomé (26), quien se encargó de entregarle junto al intendente Ariel Sujarchuk y el presidente de la Fiesta de la Flor, Tetsuya Hirose, el bastón, la capa y la corona, los bellos y pretendidos atributos de mando que podrá ostentar durante su año de reinado.

“Estoy muy emocionada. En primer lugar, porque en 2012 tuve la oportunidad de participar y ser segunda princesa. Y aunque nací y me crié en Belén de Escobar, recién ese año empecé a conocer el sentido real de la Fiesta y a generar una empatía. Y en segundo lugar, porque por mi edad era la última posibilidad que tenía de postularme y poder representarla, lo cual es un orgullo enorme”, confiesa a DIA 32 la joven radicada en Ingeniero Maschwitz tras la espléndida tarde del sábado 8, cuando el famoso animador Horacio Cabak abrió el sobre decisivo y gritó su nombre ante el público que vivió el espectáculo a orillas del lago que bordea el imponente escenario del predio floral.

Wanda es profesora nacional de Educación Física. Trabaja como personal trainer en Maschwitz y por las tardes se desempeña de preceptora en el Instituto de Florihorticultura y Jardinería de Escobar, al cual representó. “Muchas personas deben pensar que está todo arreglado, pero hace doce años que el colegio no tenía una reina”, aclara.

Las coincidencias no terminan ahí: su flor preferida es el lisianthus, que fue el emblema de la 53° edición de la exposición. “Me gusta porque me recuerda a mi padre, que nos la regalaba a mi madre y a mí antes de fallecer”, cuenta la menor de cuatro hermanos, quien ahora se encuentra preparando una tesis sobre deportistas no videntes para poder alcanzar el título de licenciada.

La nueva majestad nació el 14 de febrero de 1991, es decir, un Día de los Enamorados. Quizás por eso cree y afirma que “sin amor no podría ejercer nada”. “Yo creo que para hacer las cosas bien uno tiene que querer y sentir lo que hace. Por eso, esta coronación me llega en un buen momento, porque en estos años que colaboré con la Fiesta aprendí a quererla y ya la siento propia”, afirma, tan sentimental como racional.

Conducirse con esta filosofía de vida hace que sus trabajos y estudios terciarios le demanden mucho tiempo. No obstante, asegura que podrá organizarse bien para poder cumplir con las obligaciones de su reinado. “Desde que asumí el rol conocía cuál era la responsabilidad. Así que me determinaré a los horarios que disponga la Fiesta y veré cómo me arreglo con todo. Mi prioridad este año es llevar la voz de los floricultores a todo el país. Y ser Reina de la Flor merece ese compromiso”, concluye Wanda Riviere. Por donde se la mire, una flor de reina.

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