Yasuo Inomata, en el jardin japones de Escobar. - Escobar, 18-01-17
Diseñó los jardines japoneses de Escobar y Palermo, es el paisajista oficial de la Fiesta de la Flor y hasta trabajó para estrellas de Hollywood. Un ingeniero agrónomo que convierte descampados en oasis.

A los 27 años, en 1966, siendo ya ingeniero agrónomo, Yasuo Inomata (78) llegó desde Sapporo, Japón, a Belén de Escobar. No huía de nada en especial ni buscaba el exilio. Simplemente tenía sed de aventura y sabía que en Argentina existía una comunidad importante de japoneses. Y no se equivocó, ya que fue aquí donde encontró su primer trabajo, en el vivero de rosas de Suejiro Hisaki.

Tres años después, la colectividad nipona pondría en marcha la creación de uno de los quinientos jardines japoneses que existen en el mundo para donárselo a la ciudad de Escobar, con motivo del cuadragésimo aniversario de la llegada de inmigrantes japoneses a esta ciudad y en agradecimiento a la hospitalidad recibida. Este encantador parque fue inaugurado el 4 de octubre de 1969. Y alrededor de él quedaría la vida de este aventurero marcada para siempre.

No solo porque tiene su estudio de paisajismo, que abrió en 1970, y su casa a solo metros del oasis que diseñó hace 48 años, sino que ese sigue siendo un sitio por el que da largos paseos mientras supervisa que cada objeto permanezca en su lugar.

Sin embargo, hay cosas que lo enojan, como el hecho de que los faroles de piedra ornamentales ubicados a los costados de los senderos estén rotos. Inomata explica que está esperando la respuesta del gobierno japonés a un aporte económico que requirió para restaurar el parque. También va mostrando cómo las costas de la laguna se están desmoronando y asegura que hay que repararlos con urgencia.

En su reducido vocabulario castellano, le cuesta describir con palabras cómo es el concepto de un jardín japonés clásico, pero se hace entender: “Naturaleza, meditación, relajación y el puente de Dios, porque conduce al paraíso”, dice en referencia a la pasarela ondulada con la baranda roja tan típica de estos lugares.

La media hectárea lindera al polideportivo municipal fue pensada como “un jardín japonés clásico, pero con especies de árboles locales”. Los enormes bloques de piedra, que parecen suspendidos sobre el agua, se consiguieron en Olavarría y fueron moldeados por los presos del penal de Sierra Chica.

En tanto, las multicolores carpas koi, emblemáticas de la cultura nipona por ser consideradas como peces de la abundancia y la riqueza, fueron traídas al país por un diputado japonés a fines de la década del ‘60.

Pero este no fue el único jardín oriental donde Inomata metió mano. También es el responsable de rediseñar el de Palermo, en 1979, un trabajo que le insumió un año, ya que en aquella época los diez mil metros cuadrados del parque estaban en total estado de abandono.

Quitó todo lo había originalmente, restauró la isla, las cascadas, las pagodas, los faroles de piedra y los puentes. Los peces koi que aún hoy se ven allí son descendientes de los que un diputado japonés había traído a Escobar años antes.

Más allá de su trabajo en el ámbito público -en 2013, cuando se amplió la avenida General Paz, le encargaron trasplantar mil árboles-, también es el creador de infinidad de bellísimos jardines que alegran los espacios privados de destacadas familias de la sociedad y hasta de actores de Hollywood. El actor norteamericano Tommy Lee Jones, que tiene una casa en la localidad de Lobos, le encargó su jardín.

Además, está a cargo de la ornamentación de los jardines y los pabellones de la Fiesta de la Flor prácticamente desde los orígenes de la tradicional exposición.

Inomata no sabrá comunicarse fluidamente, pero “una imagen vale más que mil palabras”. Su mejor forma de expresarse es a través de dibujos, bocetos y planos que luego plasma en la tierra, convirtiendo rústicos descampados en hermosos jardines zen.

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